I
Selina se sentó en su escritorio, la luz del sol entrando por la ventana y bañando su habitación en un resplandor cálido. Era un día cualquiera, pero hoy era diferente. Había escuchado a Lewis hablar sobre un tema que le apasionaba en la clase: la astronomía. Él había mencionado cómo las estrellas eran como pequeñas ventanas hacia el pasado, y algo en su voz había encendido una chispa en Selina. Quería que notara su interés, que la viera de una manera distinta.
Con una determinación renovada, decidió que esta vez haría su tarea. Abrió su libro de ciencias, sus páginas amarillas y desgastadas como testimonios de un esfuerzo compartido por muchos estudiantes a lo largo de los años. Se sintió un poco abrumada al principio, con tantos conceptos desconocidos frente a ella. Pero las palabras de Lewis resonaban en su mente, y eso le dio el impulso que necesitaba.
Selina comenzó a anotar las definiciones de los planetas y las características de las constelaciones. Estudió los ciclos de la luna, la gravedad y la forma en que los astros influían en la vida en la Tierra. Cada pequeño descubrimiento la emocionaba. Se imaginaba compartiendo esos datos con Lewis, soñando con la mirada de aprobación que él le daría.
A medida que pasaban las horas, la tarea que antes le parecía abrumadora se convirtió en un viaje fascinante. Se permitió aprender, más allá de lo obligado en la escuela, y pronto sus apuntes estaban llenos de curiosidades, dibujos y preguntas que ella misma se planteaba. En su mente, la imagen de Lewis sonriendo por su entusiasmo la hacía seguir adelante.
—¡Estoy muy orgulloso de ti, Selina! — se imaginaba que decía Lewis sobre ella — ¡Eres muy inteligente!
Finalmente, cuando terminó, Selina revisó su trabajo con satisfacción. Había puesto su corazón en esa tarea, y en su mente ya había construido un escenario en el que Lewis la elogiaba por su esfuerzo y su curiosidad. Ya no era solo la chica que se sentaba en la parte de atrás de la clase; ahora se sentía capaz, inteligente. Había cambiado un pequeño fragmento de su vida y, aunque el mundo aún no lo supiera, ella sí lo sabía.
Con una sonrisa en el rostro, Selina guardó su trabajo en su mochila con la esperanza de que, por fin, Lewis la viera como siempre había querido: no solo como una compañera, sino como alguien que también podía brillar con luz propia.
Sin embargo, había un inconveniente: La casa de aspecto tan siniestro donde vivía Lewis.
—Nunca me ha gustado esta casa — dijo un día Lewis a sus amigas — vivimos allí porque el Tío Andrew quiere Y porque mi tía Isabel así lo desea, ¡Le encantan las trepadoras en las ventanas! Pero yo odio esa casa, quise quedarme en mi pueblo, pero no podía estarme solo en la casa donde algún día mi madre vivió... Así que me toca resignarme.
A pesar del temor, Selina estaba decidida a ir.
II
Al llegar a la casa de Lewis, una sensación inquietante se apoderó de Selina. La estructura, que una vez pudo haber sido imponente, ahora se erguía como un fantasma del pasado, con sus ventanas opacas y sus puertas desgastadas. La luz del atardecer apenas lograba iluminar sus muros, que parecían absorber todo rayo de esperanza. La hiedra venenosa se deslizaba por las paredes, sus hojas brillantes brillaban con un verdor amenazante, como si ocultaran secretos oscuros entre sus enredaderas.
Selina sentía un escalofrío recorrerle la espalda. Cada paso que daba hacia la entrada parecía más pesado que el anterior. La hiedra, con su aspecto exuberante, no solo era hermosa en su naturaleza, sino que también transmitía un aura de peligro, un recordatorio de que no todo lo que brilla es seguro. Las hojas ondulaban suavemente con el viento, como si susurraran advertencias que Selina no podía entender.
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Maldita Familia
Misterio / SuspensoLuego de una tragedia familiar, Lewis Leal, un chico de 14 años, se va a vivir con sus tíos paternos. Fue el único superviviente de ese trágico accidente automovilístico; posterior al cual su tío Andrew obtuvo su tutela. Lewis sufre de Asperger, y...