I
Era una tarde tranquila en la casa del tío Andrew, situada en un rincón acogedor del pueblo. El sol se filtraba a través de las cortinas, y el olor a café recién hecho impregnaba el aire. Lewis, su sobrino, estaba sentado en la sala, hojeando un viejo libro, cuando el sonido de un golpe en la puerta interrumpió la paz del momento. Con curiosidad, se levantó y se dirigió a la entrada.
Al abrir la puerta, se encontró con el cartero, que le entregó un pequeño manojo de cartas. Eran varias, todas dirigidas a su tío Andrew, escritas con diferentes estilos de letra y en diversos tonos, algunas incluso con un toque de urgencia. Lewis las tomó con entusiasmo y decidió llevarlas a su tío, imaginando qué tipo de noticias podrían contener.
—¡Tío Andrew! — llamó, mientras se acercaba a la cocina donde el hombre de cabello canoso preparaba su café.
El tío Andrew, siempre un poco gruñón, levantó la vista con curiosidad al ver a su sobrino.
—¿Qué traes ahí, Lewis? — preguntó, frunciendo el ceño.
—Son cartas para ti, creo que son importantes — respondió Lewis, sosteniendo el montón casi como si fueran un tesoro.
Pero antes de que pudiera entregarlas, Andrew se levantó con rapidez, extendiendo la mano para arrebatarle las cartas.
—¡Déjalas aquí! — ordenó con tono autoritario. — No son tus asuntos. No tienes por qué inmiscuirte en lo que no te concierne.
Lewis, sorprendido por la reacción de su tío, sintió una punzada de desilusión.
—Pero, tío, es solo correo. Tal vez es algo que deberías saber — intentó argumentar, aunque el tono firme de Andrew lo desanimó.
—No quiero que te involucres en cosas que no te afectan. ¿Entiendes?, — replicó el tío, abriendo una de las cartas y esbozando una mueca al leerla. El gesto de su rostro reveló que las palabras escritas le causaban desazón.
A pesar del enfado de Andrew, la curiosidad de Lewis crecía. ¿Qué contenido podía haber en esas cartas que su tío se empeñaba en ocultar? La puerta entre ellos dos quedó entreabierta, no solo en el sentido físico, sino también en un sutil abismo de secretos y preocupaciones no compartidas. Mientras su tío seguía leyendo, el joven se preguntaba si alguna vez tendría la oportunidad de saber qué mensajes traían esas cartas y por qué su tío tanto se preocupaba por protegerlas. El aire en la habitación estaba cargado de un silencio tenso, un claro indicio de que algo más estaba en juego.
II
Era un día somnoliento en MonteLukast cuando el tío Andrew, un hombre de aspecto rudo y voz profunda, salió de su casa para llevar a cabo sus quehaceres diarios. Sin embargo, lo que encontró al abrir la puerta lo dejó atónito. La pared blanca de su hogar, que siempre había sido un punto de orgullo para él, estaba cubierta de grafitis coloridos que clamaban: "ladrón", "usurero", "no confíes en él".
El sol brillaba con fuerza, pero el corazón de Andrew se convirtió en una nube oscura. Se sintió expuesto y avergonzado; todos sus vecinos verían esas palabras, sin saber que detrás de ellas había una historia que contar. Las insinuaciones lo golpearon como un rayo, y comenzó a preguntarse quién podría haberle hecho esto.
Durante años, Andrew había sido un comerciante en el pueblo, conocido por su carácter austero y sus tratos estrictos. Posteriormente se hizo agente inmobiliario y ahora era un hombre episcopal. Muchos lo consideraban una figura controvertida, y a pesar de que siempre había cumplido con sus obligaciones, la aversión fue creciendo entre algunos de sus conciudadanos. Quizás había hecho unos pocos enemigos a lo largo del camino, pensó, y uno de ellos había decidido desquitarse de la manera más visible y cruel.
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Maldita Familia
Misteri / ThrillerLuego de una tragedia familiar, Lewis Leal, un chico de 14 años, se va a vivir con sus tíos paternos. Fue el único superviviente de ese trágico accidente automovilístico; posterior al cual su tío Andrew obtuvo su tutela. Lewis sufre de Asperger, y...