8. En la oscuridad de la noche

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NARRADOR OMNISCIENTE

Bajo el manto de la luna y un cielo claramente despejado e iluminado por algunas estrellas esparcidas, en la casa de Jacob Pemberton se encuentra Arath, tecleando de manera rápida en su laptop y revisando una y otra vez los documentos que consiguió a base de un par de sobornos.  

No importa qué pruebas le den o quién se lo diga; sigue sin poder aceptar el hecho de que Avery esté casada con Said, su tío, el hombre al que en secreto admiró durante muchos años, debido a su determinación y esfuerzo por llegar a donde está, apartando de manera limpia a su propio padre. Avery, su dulce Avery, la mujer a la que adoraba y seguía amando, aunque de una manera distinta.  

Revisando cada cláusula y sello de registro, se rinde ante la idea legal de que es cierto: ambos están casados, no hay trampas, no hay mentiras; su tierna Avery es su esposa. Aunque en el fondo sabe que lo hizo por despecho, porque hasta el día de su cumpleaños, ella lo amaba. Arath sabe bien que un sentimiento así no se puede borrar de la noche a la mañana.  

Cierra la laptop y camina de un lado a otro, ansioso; la noche de hoy promete mucho, o al menos eso es lo que le dijo su padre hace dos horas cuando le comentó sobre su encuentro en la oficina. Él cree que Avery está siendo manipulada por Said y no lo duda.  

Termina de ajustarse la corbata cuando la puerta de su habitación se abre y entra Beca con un vestido blanco, ataviada con mucho maquillaje, lo que le da un aspecto mayor, incluso al de su hermana. Se da la oportunidad de admirar su rostro y darse cuenta de que su cabello rubio es más opaco que el de Avery, al igual que sus ojos azules, sin vida, mientras que los de la otra son de un azul eléctrico lleno de intensidad.  

—¿Sucede algo malo? —le pregunta ella con el ceño fruncido—. ¿No te gusta el vestido?  

Hace un par de días que notó lo quisquillosa que estaba Beca; ya casi no se ven y la mayor parte del tiempo lo pasa al lado de su madre.  

—El vestido está bien —dice, contento al terminar—. Quiero follarte.  

Un brillo malicioso se ancló en los ojos de Beca. Fue solo un segundo, pero él se percató de que ella estaba reprimiendo una risa.  

—¿Y dejar que arruines mi vestido, maquillaje y todo? Olvídalo, me esforcé mucho por estar así de guapa.  

—Me importa una mierda, quiero meterte la polla —replicó Arath.  

Beca le lanza una mirada desafiante cuando él comienza a reducir el espacio que hay entre los dos.  

—Llegaremos tarde —dijo ella—. Compórtate y no me dejes en vergüenza.  

Beca se da la media vuelta y sale de la habitación, dejando a Arath más confundido. ¿En dónde quedó la chica que decía que lo amaba? ¿La que le pedía que no dejara de follarla? Cerró las manos en dos perfectos puños.  

Si algo tenía claro es que nadie juega mejor que un Pemberton, y esa misma noche estaba decidido a descubrir sus planes y desenmascarar a su tío.  

Todos estos pensamientos cruzaban su mente, sin saber que, a unos cuantos kilómetros de distancia, alguien más estaba tratando de planear un asesinato. Al parecer, todos esperaban con ansias esta noche, una velada que, sin duda, estaría llena de sorpresas y encuentros.  

Que empiece el juego.

Que empiece el juego

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