20. Recuerdos

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AVERY

Los recuerdos de mi infancia no son buenos; sin embargo, por alguna extraña razón, los añoro. Las imágenes de aquella niña jugando sola dentro de una enorme habitación hacen que me remueva inquieta, donde sea que me encuentre. De pronto, recuerdo lo que pasó y abro los ojos de golpe: Daniela me golpeó por órdenes de Beca, ya que, al parecer, mi hermana tiene pruebas de que asesinó a alguien.

Poco a poco me incorporo. La cabeza me duele y chillo cuando siento dolor en uno de mis costados. Reconozco la habitación en la que me encuentro; está dentro de la vieja casona que tenemos para vacacionar a las afueras de la ciudad. Hace años que no la visitamos y, ciertamente, está abandonada. Me pongo de pie y me dirijo a la puerta; está cerrada. Voy a la ventana y está igual.

Beca se ha asegurado de que no pueda escapar. Me muerdo el labio inferior, recordando lo que dijo Said: Daniela ya no significa nada en su vida; es una broma de su plan. Él prometió que me lo contaría algún día y espero por ello. No obstante, el hecho de que ella se haya atrevido a meterse entre nosotros hace que me enfurezca.

Pensar en eso hace que la rabia me consuma y no puedo permitirme que eso me afecte. Por lo tanto, niego con la cabeza y trato de buscar una salida; no la hay. Camino de un lado a otro hasta que Beca entra con un arma en la mano.

—Oh, vaya, por fin despiertas, hermana —sisea antes de asegurarse de que la puerta esté bien cerrada.

—¿Por qué haces esto, Beca? —pregunto, aunque ya sé la respuesta.

—Porque estoy cansada de que siempre te quedes con lo mejor —responde apretando los puños, como si estuviera dispuesta a golpearme en cualquier momento.

—¿De qué hablas? Si tú siempre has sido la consentida de nuestros padres, has tenido todo a tus pies —replico.

Beca se enfurece más.

—Hablo de que todos los hombres te eligen a ti; yo siempre me he quedado a la sombra de tus logros —refuta apuntándome con el arma—. Pero eso va a acabar hoy.

Un escalofrío recorre todo mi cuerpo.

—Beca, no sabes lo que dices; baja el arma y hablemos —trato de hacerla entrar en razón.

No obstante, su mirada está perdida; parece como si incluso estuviese bajo el efecto de alguna droga; sus ojos están inyectados en sangre. El aire me falta y solo estoy pensando en que debo encontrar una manera de salir de esto yo sola; nadie me va a rescatar, nadie sabe dónde estoy y, sinceramente, no veo a Daniela por ninguna parte, lo que me confirma que, en efecto, ellas dos estaban unidas a este plan.

—Beca…

—No, Avery, sé lo que intentas, pero nada de eso te va a funcionar. Ahora, levántate; vamos a dar un pequeño paseo —advierte.

Hablar con ella cuando se encuentra en ese estado es una mala idea, y el enojo no ayuda; por lo que hago lo que me pide, me pongo de pie y la sigo. Ella abre la puerta sin quitarme los ojos de encima.

—¿De verdad, tanto me odias? —susurro.

Ella se detiene un segundo; pareciera que quiere decir algo, pero no funciona. Niega con la cabeza y me empuja con la boquilla de la pistola.

—Andando.

Me sigue empujando hasta que camino, y mientras lo hago, los recuerdos de una Avery corriendo sola por toda la estancia vienen a mi memoria. Siempre jugué sola porque Beca no quería y ella deseaba pasar más tiempo con mi madre.

Ellas dos siempre se han entendido; no ha habido una sola ocasión en que se odien o se insulten como lo hacen conmigo. Para cuando llegamos a la terraza más alta, bajo la mirada y me doy cuenta de que, donde estaba el jardín, ahora hay un montón de palos puntiagudos clavados en el pasto y la tierra removida.

—¿Te gusta lo que ves? —Beca me empuja al borde—. Tardé dos noches en hacerlo; deberías estar agradecida, lo hice por ti.

Trago grueso.

—Me parece que te has equivocado; a quien deberías estar acosando es a Daniela, no a mí.

—¿Y por qué haría eso? —mi hermana ríe.

—Porque me voy a divorciar de Said, ya que ella ama a Daniela y es con quien quiere estar —volteo hacia ella, mintiendo—. No soy tu enemiga, Beca, jamás lo he sido; eres tú quien se alejó de mí. Te dejaste influenciar por mamá.

—¡No metas a mi madre en esto! —grita volviendo a apuntarme—. ¡Jamás intentes culpar a mamá!

Sello mis labios; es imposible hablar con ella en ese estado. Mientras ella comienza a avanzar, yo retrocedo hasta que llego al filo de la esquina de la terraza. De soslayo, observo el final: no hay nadie que me pueda salvar; este es el final.

—Lo siento, hermana, pero dos Howland son mucho para este mundo.

Beca apunta; su mano no tiembla, aprieta el gatillo y espero el impacto, uno que no llega a mí.

—Hoy no, Beca Howland.

«Esa voz»

Abro los ojos y me doy cuenta de que es Said Pemberton quien se encuentra detrás de mi hermana, levantando su mano en dirección al cielo, haciendo que el disparo se vaya al aire y no hacia mí.

El rostro de mi hermana se distorsiona; la furia prevalece en sus ojos y estoy a nada de abrir la boca cuando Beca hace un movimiento nuevo. Aprovechando que Said está despistado, solo bastan dos segundos para que ella le dé un golpe en las costillas, se libera y entonces sucede: le dispara.

—¡Said! —exclamo llena de pánico.

Sin embargo, él no se detiene; la envuelve en sus brazos y se lanzan al vacío. Los veo caer y solo puedo desear que Said se encuentre bien. No importa que esto haya pasado por una estupidez en las Vegas, solo… quiero que viva. 

 

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Pasión Rota © [COMPLETA]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora