2. Encuentro inesperado

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SAID

—Deja de lanzarme dagas por los ojos —dice Lander.  

Mi mejor amigo, si es que puedo considerarlo así después de lo ocurrido, y, por supuesto, mi abogado.  

—No es mi culpa que seas un imbécil —refuta.  

Tenso el cuerpo mientras me recargo en el respaldo de mi silla. Odio tratar estos temas dentro de mi área de trabajo, especialmente cuando tampoco disfruto de mezclar ambas cosas.  

—Debiste hacer algo —gruño—. Dispararme en las piernas, por ejemplo.  

—¿Crees que no lo intenté? —entrecierra los ojos—. Tampoco es como si fuera tu niñera. Hice lo que estuvo en mis manos; tal vez, si no fueras una bestia embravecida gritando a todo el mundo que habías encontrado a la mujer más hermosa del maldito universo, y si no hubieras insistido en casarte con ella, nada de esto estaría sucediendo.  

Muevo el cuello con estrés; odio los errores, pero el saber que este lo cometí solo, sin ayuda de nadie, hace que me duelan incluso las entrañas.  

—No es legal —espeto.  

—Lo es —una sonrisa sin burla se asoma en su rostro—. Revisé la información y los documentos; son cien por ciento legales, estás casado con esa mujer.  

El calor se me sube a las piernas; me niego a estar atado a alguien.  

—Entonces arréglalo —exijo.  

Su mirada se oscurece.  

—No soy tu criado, y tal vez todavía tengas cruda, pero para anular un matrimonio se requieren ambas partes, así que lo que pides está complicado, más cuando no se sabe quién es.  

—Dijiste que investigaste —le miro mal—. Eres mi abogado, te pago por ello.  

—No para limpiar tus mierdas —refuta—. Y solo investigué el caso en el ámbito legal, no a la mujer.  

Tenso el cuerpo. Lander tiene razón; necesito que terminemos con esto para poder seguir con mi vida de soltero. Las mujeres suelen ser un enorme problema si no se controla a tiempo.  

—Por cierto —dice.

Lo miro de mal humor.  

—¿Qué?  

—Te recuerdo que le compraste un anillo de más de cinco millones de dólares —ríe.  

—Y tú también lo permitiste —rechino los molares.  

—Te advertí una y mil veces que era una locura, pero estabas tan ebrio, molesto y feliz al mismo tiempo, que no dejabas que nadie se acercara —encoge los hombros—. Te dije que cuando despertaras te ibas a arrepentir.  

La sangre me hierve; sabía que ir a esa maldita ciudad de la perdición era un error, pero cerrar el trato con los inversionistas era una prioridad. Tampoco debí bajar la guardia y beber de más.  

—¿Recuerdas a la mujer? —me pregunta Lander.  

—Rubia, ojos azules; es todo lo que recuerdo de ella cuando despertamos en la cama —escudriño su rostro—. Ni siquiera recuerdo haberla tenido en la cama. Pero estaba desnuda a mi lado.  

—¿Y el anillo? —enarca una ceja con incredulidad.  

La sangre se me pudre y el genio se me amarga.  

—Creo que se lo quedó —confieso.  

Puedo ver la burla que hay en su mirada, el brillo malicioso que destaca en sus ojos cuando se mofa de mis desgracias.  

Pasión Rota © [COMPLETA]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora