7. Entre la venganza y el amor

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AVERY

Una locura, eso es lo que pienso cuando el primer plan de Said es llevarme a la empresa como una gran muestra de que somos la pareja perfecta y de que he encontrado en él el amor verdadero. Después de haber sido la burla de todos, claro. Porque sigue siendo la comidilla del día que Beca se vaya a casar con Arath, mi ex y sobrino de mi falso esposo. Todo un drama. Pero un trato es un trato.

La cena, por la cual está demasiado ansioso, me llena de intriga. Desde que lo conozco, no se ha mostrado realmente interesado en algo hasta esto; incluso me ha dado algunas sugerencias sobre cómo ir vestida y qué hacer cuando estemos a solas.

—Deberías tratarme como a tu marido —finaliza su discurso mientras vamos en el carro.

—La cosa es que nunca he tenido un marido, genio —respondo en tono neutro, sin ánimos de nada.

—Ni yo una esposa, sin embargo, estoy haciendo el esfuerzo —replica—. No es mi asunto, no me importa, pero ¿cómo eras con Arath?

Me quedo callada unos instantes. El punto es que Arath y yo éramos como el agua y el aceite; mientras él fluía con todo a nuestro alrededor, yo era la bomba que en cualquier momento iba a explotar. Éramos polos opuestos, nunca la gasolina que necesitaba, pero lo amaba debido a que él se convirtió en mi lugar seguro, uno al que acudía siempre que lo necesitaba. 

Ese es el punto: Arath era lo dulce y yo lo amargo de la relación. Si Said quiere que sea como era con él, entonces estamos perdidos. Siempre busqué que nuestra relación estuviera fuera del ojo crítico de la sociedad, ya que en nuestro mundo, la gente suele fijarse hasta en qué color son tus pendientes o qué tan costosos son. No quería eso. Quería que nuestro mundo solo fuera eso: nuestro.

—¿Pensando de nuevo en él? 

La voz de Said me saca de mi aturdimiento.

—No.

—Como sea, tal vez ayudará que ambos pensemos en que somos todo lo que necesitamos.

—Propones que te vea como si realmente te amara y tú a mí, ¿no? Puedo con ello —respondo, no muy convencida, aunque no lo demuestro.

—Lo probaremos.

Al llegar a la empresa, el estómago se me encoge. Me decido por cumplir con la parte del trato. 

«Piensa en que lo amas, es tu mundo»

Me repito a mí misma. Nos dirigimos hacia el ascensor y, tomando la iniciativa, le agarro del brazo.

—¿Qué haces? —me mira de soslayo.

—Cámaras de seguridad —siseo por lo bajo.

A los costados del elevador hay vigilancia, por lo que si su hermano Jacob es tan intuitivo y ha infiltrado a alguien entre las filas de la gente que trabaja para Said, no dudo que incluso quiera averiguar más saboteando el sistema de seguridad. Solo es por si acaso, y porque esto me ayudará a romper el hielo.

Cuando las puertas se vuelven a abrir, sigo de su brazo. La gente comienza a hablar, no me importa. A estas alturas, solo tengo energía para joder a quienes me jodieron. Entramos en la oficina de Said y, cuando nos damos cuenta, su hermano ya está esperándolo, sentado en la silla presidencial.

—Hermano —saluda con una voz tan fría que me eriza la piel—. Me preguntaba por qué te has tardado tanto, pero ahora que veo a la señorita Howland contigo, entiendo por qué.

Jacob nunca me había tratado así: distante, con una mirada que, más que desafiante, detona sus ganas por aplastarme.

—Señora Pemberton, ahora —le corrige Said—. Y hasta donde recuerdo, esa es mi silla.

Pasión Rota © [COMPLETA]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora