Capítulo 13: Hogar

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Guillermo se dirigió al edificio D. Recordaba que en la pequeña recepción de este se almacenaban los objetos perdidos; quería ropa para abrigarse. Para su fortuna, la puerta estaba abierta. Buscó entre las prendas y tomó una playera blanca, dos sudaderas color verde y rojo, y un pants negro. Se cambió, dejando la ropa sucia en el suelo sin remordimientos.

Con un suspiro de cansancio, regresó al edificio B para intentar dormir.

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Mientras tanto, Gerardo y los guardias estaban en el edificio de radio, adaptándolo a sus necesidades. Revisaron el sonido y, tras algunas pruebas, confirmaron que con las puertas cerradas no se escuchaba nada hacia el exterior. Funcionaba a la perfección. Colocaron un tapete de plástico negro por todo el piso para cubrir las alfombras. Ordenaron mesas, sillas y conectaron un juego de bocinas que se veían de buena calidad.

—¿Se acuerdan cuando cachamos a unos cabrones dándose hasta para llevar? —rio Raúl.

—¿Aquí? —preguntó Gerardo, todavía incómodo con Raúl.

—Si, güey —Raúl sonrió y se dejó caer en una silla—. Dos cabrones se estaban taladrando bien macizo.

—Lo chistoso es que el Raúl no quería que los detuviéramos —dijo Sergio lanzándole una mirada picara a Raúl.

—Ya decía yo que este güey era puto —dijo Edelia, con satisfacción en el tono—. Ahora todo tiene sentido.

—Quién diría que le gusta que le rellenen el pavo —dijo Ramiro, provocando risas en los demás.

—Sí, sí, disfrútenlo —dijo Raúl, ocultando su molestia—. Yo sí aguanto.

—¿No deberían ir con Genaro para la bebida? —dijo Sebastián.

—Que vaya el Raúl —dijo Sergio, burlón—. Por pendejo.

—Ni madres —Raúl negó con la cabeza y las manos—. A eso si le saco, mejor vamos todos.

—¿Qué, te da miedo Genaro? —dijo Ramiro, provocándolo.

—¿Y ti no, mamón? —dijo Raúl, preocupado—. Dicen que ese ojete mata a cabrones más grandes que él.

—Una vez lo vi con el rector —dijo Ramiro, tratando de ocultar el miedo en su voz—. Lo estaba haciendo cerillito en la cabeza, y el rector se veía sufriendo...

—Tsss... —dijo Gerardo con burla—. Te va a partir tu madre, Raúl.

Hicieron una votación, y Raúl fue elegido para ir por la bebida. Caminó a paso lento, con la incomodidad evidente en su rostro. Salió de escuela y vio el puesto a un par de pasos.

Carlos estaba sentado, bebiendo y tomando el sol casi a la mitad de la calle.

Raúl se acercó con cautela.

—¿Qué onda? Carlos —dijo en tono amigable.

Carlos se volteó de golpe con la mirada seria.

—¿Qué haces acá?

—Vengo por... chelas. —dijo Raúl, con una sonrisa nerviosa

Carlos lo miró un buen rato sin mover un solo musculo.

—¿Para qué, o qué? —dijo desafiante.

Genaro apareció, secándose las manos con una sonrisa.

—Vete al centro, Carlos, revisa si ya tienen los ingredientes. Me urgen.

¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué sigo aquí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora