Capítulo 21: Mentira

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—No, no, no... —repitió, pálido y con horror en el rostro—. ¡No puedes hacerme esto!

Guillermo intentó levantarse, pero su cuerpo se sentía más pesado y débil. Miró sus manos y sus ropas; llevaba las sudaderas y el pantalón que había tomado de la recepción del edificio D. Un temblor comenzó a recorrer su cuerpo, la visión se le nubló y la frustración invadió su mente.

—¡NOOO...! —gritó con todas sus fuerzas, su voz resonaba lastimada.

—¡Devuélveme mi vida! —gritó, intentando pararse sin éxito—. ¡Regresa el tiempo y déjame en paz!

Sollozaba de la rabia y maldecía a la mujer oscura en todas las formas que podía.

—¡DÉJAME VOLVER! ¡DEVUÉLVEME MI OPORTUNIDAD! ¡MEREZCO VOLVER!

El suelo bajo sus pies se volvió pegajoso y comenzó a hundirse. Filamentos delgados aparecieron y comenzaron a arrastrarlo hacia abajo.

—¡Lo siento! —dijo, aterrado mientras su cuerpo se empapaba de líquido negro—. ¡No era verdad lo que dije! No...

Los filamentos le apretaban las extremidades, el cuello, el estómago y el pecho con una fuerza atroz que le impedía gritar por ayuda. En cuestión de segundos, su cuerpo quedó paralizado y comenzó a romperse.

Luchó por respirar y aferrarse a la superficie, pero su cara y sus ojos se tiñeron de rojo por la presión, sus labios se volvían morados al sumergirse en el líquido oscuro.

De pronto, todo se detuvo y una luz iluminó a las tinieblas del cielo. Un burbujeo rompió el silencio, seguido por un sonido parecido al de cientos de gritos. Un viento atroz golpeó su cuerpo, con tal fuerza que podía arrancarle la piel, le hundía los ojos y le agrandó la boca hasta partirle su mandíbula.

—¡Cálmate, cabrón! —gritó Sergio, intentando mantenerlo en la camilla.

Guillermo se movía con violencia y sin cuidado. Edelia, en un intento desesperado, lo golpeó en el rostro y sus movimientos erráticos se detuvieron.

Al toser y con la cara vuelta, Guillermo comenzó a ver con claridad su entorno. Estaba en una pequeña habitación blanca, rodeado de instrumentos médicos. A su lado había camillas y monitores para medir el pulso.

Movió lentamente la cabeza para explorar el lugar y se encontró con Edelia revisando a Sergio; él tenía un golpe muy cerca del ojo y parecía dolerle.

—Estuvo bueno el chingadazo —dijo Sergio, aguantando el enojo.

Guillermo continuó inspeccionando la habitación, sintiéndose confundido y sorprendido.

—¿E-en dónde estoy? —tartamudeó.

—En la enfermería —respondió Sergio, levantándose del banco—. Te oímos gritar como desquiciado y te encontramos desmayado en medio del pasillo.

Sergio lo miró con duda y algo de molestia.

—¿Por qué carajo estabas gritando así?

Una ola de recuerdos nubló la vista de Guillermo, provocándole una fuerte jaqueca. Las imágenes de su niñes se sentían lejanas e imposibles, pero recordaba con claridad a Ana en el suelo, aterrada y lastimada.

—Solo fue un sueño... —se repitió frenético mientras se apretaba la cabeza con las manos.

No podía dejar de verla, y entre destellos, también veía el cuerpo de Gerardo girándose para verlo con ojos redondos. Comenzó a alterarse y se levantó de la camilla. Edelia se acercó para intentar acostarlo de nuevo.

¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué sigo aquí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora