JIN
Jin se puso de puntillas y contempló encantado el polvo blanco que cubría las calles frente a él. Anoche había vuelto a nevar y los frescos mantos hacían que todo pareciese tan encantador a la luz de la tarde. Tan bonito, tan brillante y mágico.
Aunque el brillo le lastimaba un poco los ojos.
Pero bueno. Un poco de incomodidad nunca hace daño a nadie. O... Jin se mordió el labio, reflexionando. Por definición, debía doler. ¿Pero quizá lo que quería decir era que no hacía daño?
¿Cuál era la diferencia entre las dos cosas?
Anotó que lo investigaría después.
Lo que estaría realmente bien ahora mismo sería zambullirse en el césped cubierto de nieve, tal vez incluso hacer un ángel de nieve. Nunca había hecho uno. Sonrió ante la idea, pero al final se quedó de pie. No quería ensuciarse antes del trabajo. Eso no lo haría.
Eres demasiado puro, Seokjin. La suciedad no tiene lugar a tu alrededor.
—¿Te vas a trabajar, Jin?
Jin se volvió desde donde estaba al final del camino para mirar hacia el pequeño edificio dúplex que tenía detrás. El Sr. Sumner estaba en la puerta, vestido con una bata y una taza humeante en la mano. Una vez le había dicho a Jin que, como estaba jubilado, podía llevar bata hasta bien entrada la tarde. A Jin le pareció encantador.
Jin saludó a su casero.
—Sí, señor. Hoy soy el encargado.
Se aseguró de llamar siempre al Sr. Sumner, "señor". Era de buena educación dirigirse así a los mayores, aunque Jin llevara viviendo en el departamento de arriba más de seis meses y aunque el Sr Sumner fuera técnicamente más joven que Jin por casi dos siglos. Se trataba más de cómo parecía que de cómo era la realidad. Hoseok siempre le decía a Jin que tuviera cuidado con las apariencias cuando intentara integrarse en la sociedad humana.
Por eso Jin estaba tan contento de haberse acordado de llevar hoy su abrigo de invierno. Puede que el frío no le molestara, pero la nieve era un buen indicador de que le habría molestado si fuera humano.
¿Lo ven? A Jin se le daba muy bien pasar desapercibido. El Sr Sumner levantó su taza de café en señal de saludo.
—Que tengas un buen día. Asegúrate de que esos clientes te traten bien.
—Lo haré, Sr. Sumner.
No es que Jin tuviera que preocuparse por eso. Sus clientes eran las personas más agradables del mundo. E incluso cuando a veces no lo eran, nunca duraba mucho. Su compañera Alicia decía que era porque Jin tenía un don con la gente. Lo cual era, en opinión de Jin, algo muy bonito de decir.
Él se lo había dicho y ella le había dado una palmadita en la cabeza, lo que también había estado bien.
La caminata hasta la cafetería duró nueve minutos y medio, para cuando el timbre sonó por encima de la cabeza de Jin en la puerta de Death by Coffee -a Jin le encanta ese timbre, su pequeño tintineo de bienvenida- ya le dolía un poco la cabeza por todo el brillo del sol que se reflejaba en la nieve. Era culpa suya por no llevar los lentes de sol, pero le gustaba poder ver todo a su alrededor con claridad, sin lentes oscuros de por medio.
Se disculpó mentalmente con la parte vampírica de sí mismo - la pequeña parte de su ser a la que no le gustaba la luz brillante- por irritar sus sentidos. Lo siento, pequeña bestia.
Alicia estaba en el mostrador, con el cabello rojo recogido en una coleta alta y una bonita sombra de ojos azul en los párpados. Siempre estaba muy guapa. Sería encantador pintarla alguna vez. Pero, tal vez, sentarse a pintar era algo raro de pedirle a una compañera de trabajo hoy en día. Jin tendría que pensarlo, quizá preguntarle a Hoseok cuál era la etiqueta adecuada.
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MI PEQUEÑO VAMPIRO
RandomCuarto libro de la serie de vampiros, adaptación hecha al Kookjin. Corresponde a la historia de Jay, personaje de los adaptaciones anteriores.