CATORCE

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JUNGKOOK

Jungkook tardó casi todo el trayecto de vuelta al apartamento de Jin en romper su estado casi catatónico y, cuando lo hizo, rompió a reír.

Porque... joder ¿Jin era multimillonario? ¿Un multimillonario con un maldito prometido vampiro?

Un prometido.

Un puto prometido.

Esa palabra por sí sola era suficiente para poner a Jungkook en órbita. Porque había vivido toda su vida rodeado de gente obsesionada con el dinero y el poder. Ganándolo, manteniéndolo, dominando a los demás. Por fin -por fin-, había huido de todo eso, ¿y adónde le había llevado? Al maldito heredero multimillonario de una oscura guarida de vampiros europea, que en ese momento lucía un agujero bastante raído en el brazo izquierdo de su jersey de segunda mano.

¿Cómo podía hacer otra cosa que reírse de lo ridículo de todo aquello?

—Um...

Jungkook apartó los ojos de la carretera -¿había sido realmente la mejor idea dejarle conducir?- el tiempo suficiente para ver a Jin mirándole fijamente, con aquella ceja pálida fruncida en visible preocupación.

—¿La risa inoportuna es uno de los síntomas del shock? — preguntó Jin.

Fue la leve nota de ansiedad real en su voz lo que hizo que la risa de Jungkook finalmente se calmara.

—Lo siento, gatito —consiguió decir, tratando de tragarse las últimas risitas errantes—. Me estoy dando cuenta de que mi padre podría haberte aprobado después de todo.

Volvió a mirar y observó a Jin mordisqueándose el labio inferior, con la cara desencajada. Parecía absolutamente miserable.

—Yo no pedí el dinero, Jungkook —dijo con dulzura—. Vee solo quería asegurarse de que me cuidaran, por si le pasaba algo.

—Cuidado y algo más —replicó Jungkook, deteniéndose en la acera frente al apartamento de Jin. No sabía por qué lo había dicho, por qué había insistido en lo que claramente era un tema delicado para Jin. Tal vez quería, solo por un momento, que se sintiera mal. Mal por mentirle, por darle esperanzas de algo más, algo real cuando él siempre había tenido la intención de marcharse.

Le dijo a Wolfe que quería quedarse, argumentó la parte más razonable de su cerebro.

En cualquier caso, Jin no tenía respuesta a su mezquina afirmación y entraron en su apartamento en un tenso silencio. Jin se dirigió inmediatamente a la cocina y él se tumbó en el sofá, con movimientos inestables, la mente dividida entre concentrarse obsesivamente en ese hecho no tan insignificante -prometido, prometido, prometido- y dispersarse en mil direcciones diferentes y confusas.

No se dio cuenta de que había estado mirando a la pared, con los ojos desencajados, hasta que el carraspeo de Jin rompió su confusión.

—Bueno, tengo un gran vaso de agua para ti y luego me he comido casi todo lo que había en la despensa, pero tenía un poco de pan, así que le he puesto un poco de mantequilla. Pan y mantequilla, es un clásico, ¿verdad? Debería ser sabroso. ¿Verdad?

Jungkook enfocó la vista con esfuerzo y giró la cabeza hacia la izquierda para verlo rondando junto al borde de la mesita, con una taza en una mano y un plato pequeño en la otra.

Miró el contenido del plato y fue casi suficiente para hacerle sonreír de verdad.

—Kotyonok ¿Usaste toda la barra de mantequilla? 

Jin frunció el ceño, pensativo.

—No, solo... uhm ¿la mitad? ¿Por qué, debería haberla usado entera?

MI PEQUEÑO VAMPIRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora