SIETE

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JIN

Jin estaba asintiendo tan furiosamente que le estaba mareando un poco.

—Sí. Tocando. Yo tocándote. Eso es lo que quiero.

Ni siquiera podía sentirse avergonzado por su impaciencia, no cuando Jungkook estaba sonriéndole de nuevo -y no una de sus sonrisas falsas, sino una sonrisa de verdad-, tan guapo con su bonito cabello y sus bonitos ojos y su boca ancha tan suave y feliz, solo para Jin.

¿Acaso Jin estaba soñando? Todo esto lo parecía. Excepto que nunca había tenido un sueño tan bueno, sentado en el regazo de este gran humano, diciéndole que podía tener todo lo que siempre había querido -y de acuerdo, tal vez tocar la polla de Jungkook no era todo lo que había querido, pero realmente, estaba muy, muy arriba-.

Jin soltó a regañadientes el agarre de aquella bonita cabellera rubia, echándose un poco hacia atrás para dejar espacio a Jungkook para maniobrar. El aroma a vainilla le rodeaba por todas partes y su bestia seguía queriendo salir a jugar de nuevo.

Ni hablar, lo reprendió Jin. Esto es para mí. Tuviste tu mordisco anoche.

Su bestia se acicaló ante el recordatorio, incluso mientras el fastidio zumbaba ante el regaño de Jin. Ambos estaban de acuerdo en que el humano había estado delicioso. Y con el mayor tamaño de Jungkook -¿cuánto medía, casi metro noventa?-, Jin había podido tomar más sangre que cuando se alimentaba de Colin. Era un arte, tomar lo justo, reconocer el aumento del ritmo cardíaco, los signos de hipovolemia inminente -Jimin le había enseñado a Jin esa palabra; era muy útil-. Pero Jin por fin se sintió lleno por primera vez en mucho tiempo.

Y todo eso de repente no venía a cuento porque Jungkook se estaba desabrochando los vaqueros -y Dios mío, ¿de verdad había hecho dormir al pobre humano en vaqueros rígidos?- y bajándoselos por las caderas, llevándose la ropa interior que llevaba puesta. Jin levantó el culo para apartarse, pero su mirada seguía fija en su premio.

Dios santo.

Había visto la polla de otros hombres antes, por supuesto -el antro en el que se había criado no era precisamente puritano con sus normas de desnudez-, pero nunca una que fuera suya para tocarla. Suya para jugar.

—Eres más grande que yo —se encontró diciendo, mordisqueándose el labio inferior.

Jungkook se rió suavemente.

—Bueno, eso tiene sentido, gatito. Yo soy más alto.

Jin tarareó su acuerdo, aun sabiendo que no siempre funcionaba así. Le gustaba mucho el tamaño del cuerpo de Jungkook. Jin se sentía tan seguro en el regazo del gran humano, acomodado sobre sus muslos fuertes y anchos.

La polla de Jungkook estaba en posición de firmes y Jin sintió una feroz y ardiente satisfacción, sabiendo que el humano se sentía lo bastante atraído por él como para estar empalmado sin que Jin siquiera lo hubiera tocado aun. Estaba sin depilar, como Jin, pero la cabeza roja de su polla asomaba por la capucha del prepucio.

Jin quería lamerla. De verdad. Quería tener su boca sobre esa cosa.

Pero también estaba muy excitado y encendido, no confiaba en que sus colmillos no salieran accidentalmente, así que tal vez era mejor que mantuviera su boca para sí mismo por ahora.

Jin levantó la vista de la fuente de su fascinación para ver la diversión que brillaba en los coloridos ojos de Jungkook. Pero no era burla ni crueldad. Jin sabía la diferencia.

—Me miras la polla como si fuera un trozo de tarta de cumpleaños —dijo Jungkook.

—Oh, mucho mejor que una tarta —Jin respiró, retorciendo las manos para no agarrarla antes de tiempo.

MI PEQUEÑO VAMPIRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora