DIECISIETE

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JUNGKOOK

La rotura de la tubería fue... bueno, fue lo que fue.

Al parecer, el incidente había ocurrido en el ático y el agua había inundado a través de una grieta en el techo hasta el dormitorio de Jungkook, arruinando su ropa de cama y una buena parte de su ropa. Nada de eso preocupaba a Jungkook. Lo que sí comprobó más frenéticamente de lo que habría pensado fue el pequeño armario de su mesita de noche, que ya estaba deformado por fuera pero benditamente seco por dentro.

Sacó el contenido con cuidado. No era mucho, solo unas cuantas fotos de su madre, de sus hermanos, incluso una de su padre que aún no había tenido el valor de quemar.

Es difícil odiar a las personas que te criaron.

No era exactamente cierto. Quizá para Jin, que era bueno, amable y puro, todo lo que Jungkook no era en realidad -por mucho que Jin le llamara el humano más bueno-. Pero para él, la lucha era mantener ese odio puro. El amor seguía infiltrándose contra su voluntad, construido a partir de pequeños momentos intrascendentes. La vez que su padre lo había llevado solo a él, no a Iván ni a Sascha a un partido de béisbol -se enteró más tarde de que su padre estaba allí más por negocios que por otra cosa, desapareciendo durante una buena hora y dejándolo solo con su perrito caliente-. Ver a su padre bailando con su madre en la cocina - siempre se había preguntado cómo la había cortejado, al principio.

¿Fingiendo tener corazón? ¿Cómo había podido engañarla?-. La extraña mirada, casi orgullosa, de su padre cada vez que crecía un centímetro más -y no era eso lo sorprendente: la única parte de Jungkook que su padre aprobaba era aquella sobre la que no tenía control-.

Como invocado por sus pensamientos, por su proximidad a las fotos, un número familiar se iluminó en el teléfono de Jungkook. Se planteó dejarlo. Debería haber cambiado de teléfono hacía días. De hecho, debería haberlo cambiado al segundo de haber colgado la última vez.

Aun así, pulsó el pequeño botón verde.

—Sascha.

—Aún no has cambiado tu número. Eso es muy descuidado de tu parte, Kook.

Aquel recitado frío y monótono definitivamente no era la voz de Sascha.

—Vanya —saludó Jungkook, utilizando a su vez el diminutivo del nombre de su hermano, solo para ser gilipollas, mientras se maldecía simultáneamente por haber descolgado el teléfono.

—Me has enojado mucho, Jungkook, ¿lo sabías? La has cagado en un asunto importante.

Se quedó mirando la foto que tenía en la mano, la de los tres, todos de pie a escasos centímetros de distancia, Sascha el único que sonreía.

—Eso está bien. Era mi intención.

Un largo silencio. Jungkook estaba casi seguro de que Iván estaba imaginando las muchas maneras en que le gustaría matarlo.

Se aburrió del silencio después de unos diez segundos.

—Entonces ¿vienes por mí?

—Me temo que no sé dónde estás. Quédate en esta llamada el tiempo suficiente y tal vez pueda averiguarlo.

La advertencia tan fuera de lo común en Iván podía significar una de dos cosas: o bien Iván ya sabía dónde estaba Jungkook y, por lo tanto, le importaba una mierda si colgaba demasiado pronto, o bien no iba a venir a por él en absoluto. En realidad le estaba dejando marchar.

¿Cómo de estúpido tendría que ser para creer que era lo segundo? Y, sin embargo, realmente esperaba que lo fuera, que pudieran... liberarse el uno del otro.

MI PEQUEÑO VAMPIRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora