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"La lluvia caía con fuerza, inundando los suelos de barro, mezclándose con el sudor y la sangre que impregnaban la tierra de Philos. Los rugidos lejanos de los Wanderers retumbaban en el aire, resonando desde el pueblo, ahora devastado por el caos y la destrucción. A pesar de todo el estruendo, el mundo alrededor de Jaehyun parecía silenciado, como si la tormenta hubiera sumido todo en una calma aterradora.

Ahí estaba él, arrodillado a mitad de la nada, con el cuerpo inerte de Taeyong en sus brazos. Jaehyun, cubierto de barro y sangre, no podía dejar de mirarlo. Llamó su nombre, una y otra vez, como si con sus palabras pudiera arrancarlo de los brazos de la muerte.

—Taeyong... —murmuraba con voz quebrada, esperando desesperadamente una respuesta.

Pero no hubo ningún suspiro, ningún indicio de vida. El cuerpo de Taeyong ya estaba frío, completamente inmóvil sobre los brazos de Jaehyun.
Los ojos del príncipe, que alguna vez brillaron con esperanza y vitalidad, ahora eran solo orbes apagados y vacíos, reflejando un cielo oscuro y sombrío. Sus labios rosados, siempre llenos de vida, estaban ahora pálidos y quebradizos, completamente desprovistos de su antiguo color.

A lo lejos, las luces del castillo comenzaron a apagarse, una tras otra, como si el mismo reino estuviera muriendo con su príncipe. Las luces en el pueblo siguieron el mismo destino, envolviendo todo en una oscuridad sofocante. Y luego, como si las mismas tres lunas que alguna vez iluminaron el cielo compartieran su dolor, su luz se volvió opaca, sumiendo el mundo en una penumbra escalofriante.

Era el fin.

Philos estaba cayendo.

En ese instante, Jaehyun supo que lo había perdido todo.

Las lágrimas caían libremente de sus ojos, mezclándose con la lluvia que le empapaba el rostro. Jaehyun se aferraba al cuerpo sin vida de Taeyong, incapaz de dejarlo ir. Sollozando suavemente, murmuraba su nombre una y otra vez, dejando pequeños y cortos besos por todo su rostro, en su frente, en sus mejillas, sobre esos labios que ya no podían responder.

Era un ruego, una súplica desesperada.

—P-Por favor... despierta... —rogaba, su voz rota por la angustia. —Solo un poco más, estábamos tan cerca del refugio...

Jaehyun apretaba más fuerte el cuerpo de Taeyong contra sí mismo, como si de alguna manera eso pudiera traerlo de vuelta.

—No te vayas... no me dejes así... —murmuraba entre besos desesperados, cada uno acompañado de un sollozo.

Pero, jamás hubo respuesta. Los labios de Taeyong nunca se movieron, ni su pecho volvió a levantarse. El príncipe de Philos estaba muerto, y con él, se apagaba la luz de todo el reino.
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Mientras tanto, en el refugio, una esfera de luz brillante que había sido generada por el poder del centinela, protegía a los civiles del ataque de los Wanderers. La esfera, creada por medio de una invocación, era de un material que repelía a los Wanderers, manteniéndolos a salvo por el momento. Adentro, los civiles malheridos y aterrados se abrazaban unos a otros, rogando a las tres lunas que los cuidaran, que los protegieran.

Se escuchaban llantos ahogados y murmullos de súplica.

Ten estaba angustiado. De pie, en la entrada de la esfera, miraba en todas direcciones, esperando con desesperación alguna señal de Jaehyun y el príncipe. Pero aún después de 10 horas, no había nada. Johnny se acercó a él, colocando una mano en su hombro con una leve expresión de consuelo.

—Ya hemos puesto a todos los civiles a salvo. Al menos a los que entramos vivos, el resto.. se irán por la mañana —dijo Johnny, tratando de tranquilizarlo. Ten asintió levemente, esbozando una sonrisa débil.

Hundred Long Years| JaeyongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora