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Jaehyun caminaba junto a Taeyong, pero su mente estaba muy lejos de este recorrido por la universidad. No tenía planes de pasear. De hecho, su única prioridad desde el principio había sido encontrar una manera de regresar a Philos lo antes posible. Cada día que pasaba en esta línea temporal lo acercaba más al desastre, lo sabía bien. Pero... no podía permitirse volver sin Taeyong. No cuando sabía que su príncipe estaba aquí, solo y vulnerable, sin la más mínima idea de quién era realmente o del peligro que lo rodeaba.

Cada vez que veía a Taeyong, su rastreador le confirmaba lo que ya sabía: el éter seguía dentro de él. Esa luz tan especial, esa energía que sostenía el destino de Philos, aún latía en el corazón de este nuevo Taeyong, aunque él no lo supiera. Y Jaehyun no podía dejarlo atrás, no podría vivir sabiendo que no cumplió con su promesa, que no protegió al príncipe cuando más lo necesitaba, incluso en esta nueva vida.

Pero había un problema mayor: Taeyong no era el mismo. Este joven no era el príncipe que Jaehyun amó hace mil años, aunque sus ojos, su presencia, le recordaran tanto a él. Este Taeyong era diferente: un humano corriente que vivía una vida completamente ajena a las responsabilidades de Philos. Y aunque el éter aún habitaba en su corazón, Taeyong no tenía ni idea. No sabía de Philos, ni de la reencarnación, ni de la responsabilidad que cargaba su alma.

Jaehyun suspiró internamente mientras caminaban. Tenía que contarle la verdad, decirle quién era en realidad, explicarle por qué estaba allí y por qué necesitaba regresar a Philos. Pero cada vez que lo pensaba, se detenía. ¿Cómo podría Taeyong creerle? En este mundo, todo lo que Jaehyun le diría sonaría como locura.

Aquí, la idea de que el destino de un planeta entero dependía de él sería incomprensible.

Además, Jaehyun no estaba seguro de si podía seguir interactuando con Taeyong sin sentir ese amor que creía haber dejado atrás. No era justo, ni para él ni para Taeyong. Este no era el príncipe que él amaba hace mil años. Y, sin embargo, cuando Taeyong le pidió que dieran una vuelta por toda la universidad, Jaehyun no pudo negarse.

Nunca podría negarse a él. Cada vez que Taeyong lo miraba, cada vez que le hablaba con esa voz amable, esos sentimientos volvieron a surgir en el corazón de Jaehyun. Se sentía atrapado en sus propios recuerdos, en sus emociones que no habían desaparecido. Pero ese era precisamente el problema.

Tenía que dejar ir esos sentimientos, tenía que recordar que este no era el mismo Taeyong.

Y aun así, mientras caminaban por la universidad, Jaehyun no pudo evitar sentirse... bien. El mundo que Taeyong le mostraba era ajeno, pero a su lado, Jaehyun se sentía como antes, como si estuviera caminando con su príncipe de nuevo. No importaba cuán extraño fuera este nuevo mundo, Taeyong lograba hacer que todo pareciera más cálido, más cercano.

Y cuando el pulgar de Taeyong rozó sus labios para limpiarle la mancha de helado, el corazón de Jaehyun se aceleró como si fuera a estallar. El calor en sus mejillas lo hizo sentir vulnerable, expuesto de una manera que no había experimentado en mucho tiempo. Por un segundo, pensó que estaba de vuelta en Philos, que todo lo que había sucedido en estos mil años no era más que un mal sueño.

Pero ese momento se rompió. De repente, un presentimiento lo sacudió, un sexto sentido que no podía ignorar. El pitido en su muñeca le confirmó lo que ya temía: había una amenaza.

Jaehyun se tensó al instante, y su mirada se dirigió rápidamente hacia el horizonte, buscando la fuente del peligro. Su rastreador mostraba claramente una señal: un Wanderer había aparecido. ¿Cómo podía ser posible?

Sin tiempo para explicar, Jaehyun giró a Taeyong hacia el. Lo miró a los ojos, pero no podía darle respuestas. "Tengo algo que hacer," le dijo apresuradamente antes de girarse y salir corriendo en la dirección que le marcaba el holograma de su muñeca.

Hundred Long Years| JaeyongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora