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Jaehyun sintió el vértigo en todo su cuerpo cuando fue absorbido por el portal, girando y girando en una espiral de luces y sombras, mientras susurros ininteligibles le rozaban los oídos. Intentaba concentrarse, pero el mundo a su alrededor parecía no tener sentido. Justo cuando creía que nunca se detendría, su cuerpo aterrizó bruscamente en el suelo. Cayó sobre sus rodillas, jadeando, el impacto no le causó daño, pero el mareo del viaje interdimensional lo hizo tambalear. Su pecho subía y bajaba rápidamente mientras intentaba recobrar la compostura, con la mirada nublada y las manos temblorosas.

Miró a su alrededor, aún desorientado. Estaba rodeado de árboles, pero no eran como los de Philos. El aire era diferente, la luz del sol filtrada entre las hojas parecía más cálida, menos intensa que la de su hogar. Aún recuperando el aliento, se puso de pie, tratando de asimilar este nuevo mundo. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para procesarlo.

Un suave pitido, proveniente de su palma, lo sacó de su aturdimiento. El pitido comenzó débil, casi imperceptible, pero Jaehyun lo reconoció de inmediato. El rastreador de éter que llevaba en su muñeca solo emitía ese sonido cuando estaba cerca del núcleo. Abrió la mano con rapidez, y ahí estaba, la dirección que nunca pensó volver a ver.  Su corazón se aceleró. Taeyong, susurró, y sin pensarlo dos veces, comenzó a correr en dirección al holograma que brillaba en su muñeca.
Corrió con una intensidad que no había sentido en años, como si el destino le estuviera dictando cada paso. Los árboles y los paisajes ajenos pasaban como manchas a su alrededor, pero nada de eso importaba. Los ciudadanos de la Tierra lo miraban con extrañeza, pero Jaehyun no podía detenerse. Cada paso lo acercaba más a él. No le importaban las miradas extrañas que lanzaban hacia su ropa inusual ni hacia la espada que colgaba de su cinturón, brillante bajo el sol que comenzaba a ocultarse. Lo único que importaba era llegar hasta Taeyong. Su príncipe.

El aire a su alrededor comenzó a espesarse a medida que se acercaba al epicentro del éter. Su respiración se volvía más agitada, y su cuerpo, acostumbrado a la atmósfera de Philos, comenzaba a fallarle bajo la presión de la gravedad de la Tierra. No importaba. Estaba cerca. Podía sentirlo.

El pitido del holograma se intensificaba, su corazón latía a un ritmo frenético. Finalmente, Jaehyun detuvo su carrera. Sus ojos recorrieron la multitud, buscando entre los rostros ansiosos, confundidos, despreocupados... y de pronto, el tiempo pareció detenerse. Todo ruido desapareció y el caos de la ciudad fue reemplazado por un silencio abrumador. Sus pulmones ardían, pero no era por la carrera. Era por lo que estaba frente a él.

Ahí, entre la multitud de humanos, estaba Taeyong.

El corazón de Jaehyun se rompió y reconstruyó en un solo instante, llenándose de una emoción casi insoportable.

Su cuerpo era diferente, más joven, más mortal. Su cabello era azul, sus gestos más ligeros, como si nunca hubiera cargado con el peso de un planeta en su corazón. Pero Jaehyun no podía confundir esos ojos. Los ojos del príncipe que había perdido. Esos ojos profundos, oscuros, llenos de vida. Aquellos ojos que habían sido su refugio durante tantos años, siglos atrás, cuando Taeyong era el príncipe heredero de Philos. Cuando lo amaba.

Pero ahora... esos ojos no lo reconocían.

—Taeyong... —susurró, con la voz rota de incredulidad. No creía que su susurro llegaría hasta él, pero entonces ocurrió lo impensable. Taeyong le devolvió la mirada, con confusión, pero también con algo más, algo que hizo que el corazón de Jaehyun latiera con más fuerza. Esperanza.

El mundo comenzó a girar, y Jaehyun sintió que sus piernas podrían fallarle en cualquier momento. Se quedó inmóvil, clavado en su lugar como una roca mientras sus ojos seguían fijos en Taeyong, como si el solo hecho de mirar pudiera devolverle los recuerdos de su vida pasada. Pero Taeyong solo lo miraba con confusión. No había amor en esa mirada, no había el destello de reconocimiento que Jaehyun había esperado durante cien años. Eran los ojos del príncipe, pero no los sentimientos del príncipe.

Hundred Long Years| JaeyongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora