42 final

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                                           Maratón 1/4
18-Diciembre-2023
CDMX
A la mañana siguiente, alrededor de las once, el sol se colaba por las ventanas del coche mientras Kevin manejaba rumbo a la casa de mi hermano Miguel para recoger a Romina. El cansancio de la fiesta de la noche anterior aún pesaba sobre nosotros, pero estábamos llenos de una felicidad tranquila. El eco de la celebración seguía vibrando en el aire.

—¿Cómo te sientes? —pregunté, estirándome en el asiento del copiloto. Kevin, con una mano en el volante, me lanzó una sonrisa perezosa.

—Todavía no puedo creerlo, ¿sabes? Es una sensación irreal... —susurró, como si estuviera reviviendo cada momento de la noche anterior. Sus dedos tamborilearon ligeramente sobre el volante, como si quisiera liberar la energía acumulada.

—A mí tampoco. Pero hoy tenemos un plan diferente —respondí con una sonrisa cómplice. Kevin me lanzó una mirada curiosa, pero no preguntó más. Tenía preparada una sorpresa para él y Romina que cambiaría nuestras vidas para siempre.

Llegamos a la casa de Miguel, y al abrir la puerta, Romina corrió hacia nosotros con la energía desbordante que solo un niño tiene.

—¡Mami, papi! —gritó, lanzándose a los brazos de Kevin.

—¡Cómo te extrañamos, princesa! —dijo Kevin, alzándola en el aire y girando con ella.

—¿Cómo te fue con los primos, mi amor? —pregunté, acariciando su cabello desordenado mientras ella nos miraba con una sonrisa enorme.

—¡Me fue súper bien! Dormí en la cama grande y jugué con mis primos toda la noche. Ellos son muy divertidos, mami. —Romina hablaba sin parar, contando con detalle cada juego, cada risa. La emoción en su voz era contagiosa, llenando el auto de alegría.

Fuimos a desayunar los tres a un restaurante cercano. La conversación fluyó ligera y natural. Kevin y yo escuchábamos con atención mientras Romina seguía relatando su noche.

—¿Y qué más hiciste, amor? —preguntó Kevin, sonriendo mientras partía un pedazo de pan tostado.

—Pues... jugamos a las escondidillas y después mi tío Miguel nos leyó un cuento. Luego todos nos dormimos juntos porque los primos se asustaron con un ruido raro —dijo Romina, haciendo una pausa dramática, como si reviviera la escena en su mente.

—¡Ah, claro! Los primos valientes —dije, riendo.

Romina asintió con mucha seriedad, y Kevin no pudo evitar reír.

En medio del desayuno, mientras estábamos terminando los hot cakes de Romina y el café de Kevin, ella se quedó en silencio un momento, como si estuviera pensando profundamente en algo. Nos miró a ambos y, con su vocecita decidida, dijo:

—Mami, papi... quiero un hermanito o hermanita para jugar.

Las palabras de Romina cayeron como una bomba en la mesa. Kevin y yo nos miramos, ambos tratando de no ahogarnos con lo que estábamos comiendo.

—¿Un... qué? —preguntó Kevin, recuperándose primero, aunque sus mejillas se volvieron de un rojo intenso.

—Un hermanito o hermanita. Ya todos mis amigos tienen, y yo quiero uno también. —Romina hablaba como si fuera lo más lógico del mundo. La inocencia en su voz nos desarmó por completo.

Kevin se rió nervioso, mirando hacia mí como si buscara apoyo.

—Bueno, tal vez... unos meses más, cariño —respondió Kevin, visiblemente incómodo pero intentando no reírse.

Yo apenas podía contener la risa, pero decidí seguirle el juego.

—Sí, Romina, tal vez en unos meses —añadí, guiñándole un ojo a Kevin mientras él me devolvía una mirada llena de complicidad. Solo yo sabía lo que estaba por venir.

Terminamos el desayuno entre risas y más anécdotas de la noche anterior, y regresamos al departamento. Al llegar, me detuve en la puerta y me volví hacia Kevin y Romina.

—Tengo que salir un momento por algo. Es una sorpresa, pero cuando vuelva quiero que se escondan los dos. ¡No pueden ver nada hasta que yo les diga! —dije con una sonrisa juguetona.

—¿Es un juego? —preguntó Romina, emocionada.

—Más o menos —le guiñé un ojo. Kevin levantó una ceja, claramente desconcertado, pero no dijo nada.

—Está bien, amor, haremos lo que nos digas —respondió él, divertido.

Salí del departamento y me dirigí a la tienda donde tenía guardada la sorpresa que cambiaría nuestra vida. Había planeado todo desde hacía días, pero tenía que ser perfecto. Compré las últimas cosas necesarias y regresé al departamento con las manos llenas de paquetes. Antes de entrar, mandé un mensaje a Kevin: "¡A esconderse!".

Entré rápidamente y comencé a organizar todo. Coloqué la caja grande sobre la mesa del comedor, asegurándome de que cada detalle estuviera en su lugar. Adentro, estaban dos pruebas de embarazo y una ecografía que habíamos hecho unos días antes, junto con un pequeño mameluco que decía: "Bebé 2024". Respiré hondo, intentando calmar los nervios. Sabía que la reacción de Kevin y Romina sería inolvidable.

Cuando todo estuvo listo, llamé a los dos.

—¡Ya pueden salir! —dije desde la sala, mi voz temblaba ligeramente de emoción.

Kevin y Romina aparecieron de la habitación con los ojos brillantes de curiosidad. Les señalé la caja sobre la mesa.

—¿Qué es esto, mami? —preguntó Romina, acercándose a la caja. Kevin, con una mezcla de expectación y sorpresa, la siguió.

—Es para ustedes dos. Ábranla juntos —dije, sintiendo mi corazón latir con fuerza en el pecho.

Kevin y Romina abrieron la caja al mismo tiempo. Primero, sacaron el mameluco con la inscripción "Bebé 2024". Romina lo sostuvo entre sus manitas pequeñas, leyendo en voz alta lo que decía.

—Bebé... ¿Bebé 2024? —preguntó, mirándome confundida.

Kevin miró el mameluco, luego a mí, y luego de nuevo a la caja. Cuando vio las pruebas de embarazo y la ecografía, sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¿Es... esto es... verdad? —su voz se quebró mientras levantaba la ecografía con una mano temblorosa.

Yo asentí, incapaz de decir nada más. Las emociones me invadían, pero la sonrisa en mi rostro decía todo lo que las palabras no podían. Kevin dejó caer la ecografía suavemente sobre la mesa y se acercó a mí, abrazándome con fuerza, casi levantándome del suelo.

—¡Voy a ser papá! —gritó, su voz llena de una mezcla de incredulidad y alegría. Romina, que había estado observando en silencio, de repente sonrió y gritó con toda su energía.

—¡Voy a ser hermana mayor! —saltó de felicidad, corriendo hacia nosotros para unirse al abrazo.

Kevin, entre risas y lágrimas, nos abrazó a ambas, incapaz de contener su emoción. Las lágrimas rodaban por su rostro mientras besaba mi frente, luego mi barriga, y finalmente, se agachó para abrazar a Romina.

—Este bebé es para ti, princesa. Vas a ser la mejor hermana mayor del mundo —dijo Kevin, mirándola con ojos llenos de orgullo.

Romina lo miró seria por un momento, y luego, como si lo comprendiera todo de golpe, sonrió aún más ampliamente.

—Sí, voy a cuidarlo mucho, papi —dijo con la determinación de una niña que acaba de recibir la mejor noticia de su vida.

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Agradecerles totalmente el apoyo que le dieron a esta historia, que sepan que siempre lo hice con mucho cariño, espero que hayan disfrutado totalmente este historia como yo disfruté escribirla.

Les voy a subir 2 o 3 capítulos extra solo porque las hice esperas casi 3 meses para actualizar JAJJA.

Es mi forma de disculparme con ustedes aparte no las puedo dejar sin el nacimiento de el/ la futur@ bebé

Falsa familia (Kevin Álvarez) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora