20. for you

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CAPITOLO VENTIcapítulo veinte

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CAPITOLO VENTI
capítulo veinte

Nunca, ni en mis más locos sueños, me imaginé ser la protagonista de una escena en la que un hombre se parase en un podio, me señalase ante una multitud, y cientos de personas lo ovacionaran mientras él celebraba su victoria en una carrera de Fórmula 1. Pero sucedió. Y fue asombroso.

Charles Leclerc ganó el Gran Premio de Australia. Una de sus mejores carreras. Su segunda victoria en tan solo tres carreras esta temporada. Este chico debe tener algún amuleto de la suerte este año.

Y me señaló.

A mí.

A una desconocida.

A la mujer con la que solo lo ata un contrato.

Charles sostenía el trofeo en una mano y, con la otra, me apuntaba desde lo alto del podio, luciendo una sonrisa tan radiante que su rostro parecía iluminarse, no sé si por el sudor del esfuerzo o porque simplemente es un bendito dios griego.

No supe cómo reaccionar. No supe cómo interpretar lo que estaba ocurriendo. Pero, claro, mi inconsistencia emocional tenía justo la reacción necesaria para un momento como ese.

Y cada cámara en ese lugar se encargó de capturar la escena.

Australia... jamás olvidaré la magia que viví allí. Ese país se quedará grabado en mi corazón, otro rincón del mundo que nunca imaginé ni planeé conocer, pero que resultó ser una completa maravilla.

Y para coronar el viaje como uno de los mejores, Charles, de alguna manera, se enteró de un refugio de animales en Australia donde se podía hacer voluntariados a corto plazo. Me llevó allí, de sorpresa. Ya me había inscrito como voluntaria, y esa simple acción me hizo sentir la persona más feliz del mundo durante cinco horas. ¿Lo mejor? Él también se inscribió.

Creo que nunca había experimentado una alegría tan pura como en ese momento. Desde que dejé mi trabajo en la veterinaria, había añorado tanto el contacto con los animales. Ese instante fue mágico, tanto que sentí ganas de correr, saltar a sus brazos y besarlo, pero, obviamente, me contuve.

—No, Alessandra, no sé cómo hacerlo. —me repite, algo frustrado por no poder darle el alimento de manera correcta a la pequeña cabra.

—Debes de colocarlo de manera vertical. Así... —intento demostrarle haciéndole un ejemplo con el pequeño animalito que tenía entre mis brazos.

Charles... él trato de hacer lo mismo. Yo traté de contener la risa mientras veía cómo él hacía todo lo posible por alimentar al animalito. Al principio, parecía ir bien, pero luego la leche comenzó a derramarse por todas partes, empapando el hocico de la cabrita, que pronto empezó a toser y a sacudir la cabeza.

—Ale... ¡se está ahogando! —gritó Charles, sus ojos llenos de pánico genuino, y eso me rompió cualquier intento de mantenerme seria.

Estallé en carcajadas. No podía evitarlo; la expresión de horror en su cara, su desesperación al pensar que la pequeña cabra estaba en peligro, era simplemente demasiado graciosa. Pero rápidamente recuperé la compostura y me acerqué a él.

𝗔𝗡𝗢𝗧𝗛𝗘𝗥 𝗟𝗢𝗩𝗘 Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora