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—¿Por qué tengo que ser yo, madre?
El joven príncipe omega se encontraba de pie encima de un banquillo, mientras los más talentosos sastres del reino confeccionaban un traje a su medida. Su blanco cabello, corto hasta los hombros, característico en el linaje Targaryen, caía sobre sus hombros, la túnica verde de las más finas telas de Essos, con bordados dorados, resaltaba sus ojos avellana.
—Gerard —dijo despacio la reina Alicent mientras revisaba que el traje estuviese quedando perfecto—. Te lo he explicado ya. Sabes que de todos tus hermanos eres el más indicado para tener esta responsabilidad en tus manos... eres el más sensato de todos y el primogénito de mi difunto esposo, el rey Viserys.
—Entiendo la parte de tener responsabilidades... pero, ¿por qué soy quién debe casarse? —continuó quejándose—. ¿Por qué no casas a Aegon o a Aemond con alguno de los hermanos Velaryon, en lugar de a mi?
—Hay planes para todos, mi querido... pero tú, tienes el deber más importante. Créeme que tampoco estoy feliz de que deban casarse con los bastardos de Rhaenyra, mucho menos con ese... —Alicent siempre había despreciado a los jóvenes alfa de su hijastra Rhaenyra, debido a la cuestionable legitimidad de su nacimiento—. Pero así son las cosas. Es eso o la guerra sería inminente... y no queremos eso, ¿verdad?
—No... no lo queremos —dijo el príncipe resignado.
Los sastres se marcharon para terminar el traje del príncipe y que estuviera listo para la ceremonia de esta noche. Rhaenyra junto con sus cuatro hijos: Joffrey, Jace, Luke y Frank Velaryon. Este último era el hijo mayor, con quién estaba ahora prometido. Gerard recordaba a su sobrino cuando entrenaban juntos de niños. Era apenas un par de años menor que él. En ese entonces solo era un chico enérgico, siempre saltando por todos lados, blandiendo su espada de madera y buscando problemas.
Gerard jamás fue así, ni siquiera como sus hermanos alfas quienes también estaban interesados en los combates y las contiendas, a diferencia de él. A Gerard le gustaba pintar, coleccionar flores, escribir y leer. Era mucho más afín a su hermana Helaena, quien era omega como él. Aún así los amaba mucho a todos. De joven se sintió como una decepción al ser el primer hijo del rey y ser un omega, pero su padre lo amaba tanto, que jamás lo hizo sentir menos. El problema real era que la mitad del reino lo quería a él como su rey y la otra mitad quería que su media hermana alfa, Rhaenyra, tomara el trono.
Era una pena que no hubiera nacido alfa, pero tampoco le interesaba mucho ser rey, y mucho menos se interesaba en el matrimonio.
Al encontrarse el reino a punto de verse sumido en un conflicto que pudiera acabar en guerra, Rhaenyra y su abuelo Otto Hightower, decidieron que lo mejor era casar al primogénito omega del rey Viserys, con el primogénito alfa de Rhaenyra. Apenas hacía unos días su madre y abuelo le habían comunicado esta decisión... aunque él ya lo sospechaba.
Después de ponerse su nuevo traje, salió a las afueras del castillo junto con sus hermanos para recibir a la familia de su media hermana.
—¿Listo para conocer a tu futuro rey? —su hermano menor, Aemond, se paró a su lado, mientras esperaban la llegada de la familia de su media hermana.