15: Un ensayo de nuestro mundo extraño

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Cuando Estados Unidos se vio envuelto en la Guerra Fría, no era solo cuestión de política lo que estaba en juego

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Cuando Estados Unidos se vio envuelto en la Guerra Fría, no era solo cuestión de política lo que estaba en juego. Lo sé porque yo mismo estuve ahí. Conozco los horrores de la guerra, las imágenes, los cuerpos frescos siendo apilados de uno en uno y siendo llevados a una hoguera porque no hay más sitio para enterrarlos. El rostro de las autoridades, Ronald Reagan haciendo caso omiso a su pueblo, el Gobierno negando acusaciones que son más que obvias y señaladas. Los sonidos, tanto de disparos como de explosiones, y los gritos. Oh, Señor, los gritos son algo que en la vida dejaré de recordar. Tan desesperados a causa de la agonía. Pero no era la agonía física la que retumba en mis tímpanos a día de hoy, sino lo perturbadora que puede llegar a ser la ignorancia, que junto a la ambición, es capaz de crear catástrofes que se salen de nuestro entendimiento.

Como científico —y como ser humano, en general— me veo en la obligación de compartir mi experiencia. Este no es solo mi viaje, sino que junto a mi pareja, y he de darle créditos a mi molesto hermano Michael también, logramos sacar adelante a la tierra infértil de Nueva Jersey. Y como si fuera poco, salvamos a Nueva York y a toda la nación. Pero no quiero llenarme de elogios, este no es mi propósito, porque luego de vivir el infierno en la tierra, no hay ningún provecho al que sacarle a esto. Escribo por deber, no por decisión.

Soy un Omega común como cualquier otro, con un aroma empalagoso como me habrán dicho los de mi alrededor. En mi adolescencia me dediqué al estudio de la ciencia, fui, como bien dicen, un niño prodigio en mi campo. Estudié Ciencias Médicas y Experimentales y me gradué con honores a los veintiún años en la School of Medicine de Stanford, en el ochenta y dos. De ahí que mi carrera se vea estrepitosamente atormentada por la prensa, que intenta silenciarme a toda costa. Mi primer —y también el único— empleo como científico en el Gobierno, fue dentro de una agencia en Nueva York llamada "ECLIPSE BUREAU", por el acrónimo del inglés: «Laboratorio de Química Experimental y Servicio de Protección de Inteligencia». Hoy inexistente tras múltiples intentos por salir de la faz de la tierra. Pero quienes trabajamos ahí, los sobrevivientes, nosotros conocemos las atrocidades que se vivieron.

Es curioso saber que, pese al conflicto con Andropov y los soviéticos, fue una causa completamente desconocida para entonces la que amenazaba de muerte a las tierras americanas.

Por un tiempo estuve trabajando con el Doctor Brendon Urie; un Alfa con sus ideales bien colocados. Mi superior en aquel entonces, por quien me veía subyugado, incapaz de expresar mi punto de vista, que por más que sea objetivo, se veía cegado por el simple hecho de mi clasificación. Y es que nacer Omega condiciona a las personas a un estigma social del cual es imposible escapar. Y yo era un niño extraño para entonces. Mientras mis compañeros escuchaban a los Beach Boys, salían de fiestas y a carnavales, yo estaba metido en una oficina redactando reportes. Y aquí es donde entra el primero que llamó la atención. Que para sorpresa de nadie, también fue ignorado.

Trabajábamos en experimentos poco éticos, pero que para la época, pese a ser controversiales, también eran legales. Llegamos a utilizar seres humanos: niños y embriones, como si se tratase de ratas o monos —que eso es ya decir mucho—. Nuestra finalidad: crear cuanta cantidad de seres humanos sea necesaria. En un mundo en el cual las relaciones sexuales se deshumanizan y pierden todo el sentido de intimidad, nace una nueva corriente que pone de cabeza nuestros antiguos principios. Según lo que he leído en ciertos libros prohibidos, en las obras de Shakespeare como en pasajes bíblicos, la promiscuidad era una aberración, un pecado del cual arrepentirse y estar avergonzado. Todo lo contrario a la actualidad, que es presumible, ¡y dingo sea de admirar el ser con una vida sexual activa! Las personas querían sexo, pero temían mucho, temían cometer el error de hacer nacer a más Omegas como yo, y que la generación de Alfas terminase extinguiéndose. Y es por eso que decidieron crear Alfas desde cero, mentes brillantes con cuerpos físicos perfectos.

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