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El aeropuerto era un caos. Entre el ir y venir de gente, el sonido incesante de anuncios y las pantallas que mostraban vuelos retrasados, todo se sentía bastante estresante. Yo, por mi parte, me dejé caer en una de las sillas de la sala de espera, agotada después de la jornada que había tenido en el set durante estos últimos días. No veía la hora de abordar el avión y poder dormir durante todo el vuelo.

Roberto, a mi lado, revisaba unos correos en su teléfono. Llevaba un rato en silencio, concentrado, pero de vez en cuando alzaba la vista para mirarme y asegurarse de que estuviera bien. Me conocía lo suficiente para saber que, aunque tratara de parecer tranquila, estaba cansada y tensa después de mi último encuentro con la prensa

—¿Cómo te sientes?.— me preguntó sin apartar los ojos de la pantalla, aunque su tono de voz ya dejaba entrever su preocupación

—Cansada.— dije, apoyando la cabeza en su hombro —Pero al menos ya estamos aquí. Solo quiero subirme al avión, ponerme unos audífonos y olvidarme del mundo por unas horas.—

Roberto soltó una leve risa.

—Suena a buen plan.— murmuró —Yo probablemente aproveche para leer o ver alguna película, pero también necesito descansar.—

—¿Estás nervioso por la Velada?.— pregunté, levantando la cabeza para mirarlo mejor. Sabía que este evento le importaba más de lo que quería admitir así que quizás mi pregunta había sido un tanto absurda

Él suspiró, dejando por fin su celular a un lado para prestarme atención

—Un poco.— confesó —Ya sabes cómo es esto. Me he preparado, pero no puedo evitar pensar en todas esas opiniones que circulan. Sé que debo tomar todas las opiniones y transformarlas en más energías para demostrarles lo contrario, pero es muy complicado.—

—No sigas mencionando las opiniones.— lo interrumpí —Te has esforzado muchísimo, y yo sé que lo harás bien. Que los demás piensen lo que quieran, tienes bastante gente que te apoyan por ser "de barrio" o esas cosas que dicen, confío en que lograrás grandes cosas sobre el ring.— dije

Él me sonrió con esa mezcla de gratitud y cansancio que solo alguien que lleva meses preparándose para un gran reto puede entender.

—Gracias.— dijo suavemente

Le sonreí de vuelta, aunque sabía que esas inseguridades lo seguían carcomiendo. No podía hacer más que apoyarlo y mostrarle que, pase lo que pase, estaría allí para él.

En ese momento, una voz en los altavoces anunció el preembarque de nuestro vuelo. Todavía faltaban unos minutos para que llamaran a nuestra fila, pero la proximidad del despegue ya comenzaba a sentirse en el ambiente.

—¿Ya revisaste que no se te haya olvidado nada?.— le pregunté, en parte para distraernos y en parte porque conocía su tendencia a olvidar cosas a último momento.

Roberto hizo un gesto dramático de revisarse los bolsillos, sacando su celular de nuevo y el pasaporte como si estuviera haciendo un truco de magia

—Todo aquí.— bromeó —Tú eres la que debería asegurarse de no haber olvidado nada.—

Solté una carcajada, porque tenía razón. No sería la primera vez que me olvidaba de empacar algo importante o de revisar si llevaba mi cartera. Pero esta vez había sido cuidadosa, había tenido mucho estrés por mi trabajo y aún así me sentía tranquila sabiendo que todo estaba bajo control.

—Es divertido como ambos nos olvidamos de las cosas, pero recordamos preguntarle al otro si no olvidó nada.— le respondí, dándole un suave golpe en el brazo

Nos quedamos en silencio unos momentos, observando a la gente que pasaba de un lado a otro en el aeropuerto. Había algo en esa mezcla de emoción y ansiedad que siempre se siente en los aeropuertos que, de alguna manera, resultaba reconfortante. Era un lugar donde todos estaban de paso, donde las historias de cada persona se entrecruzaban por unos minutos antes de seguir su curso en distintas direcciones.

—¿Qué crees que dirán cuando nos vean juntos en España?.— preguntó Roberto de repente, rompiendo el silencio.

La pregunta me tomó por sorpresa, pero no era inesperada. Sabíamos que, una vez en el evento, las especulaciones sobre nuestra relación volverían a surgir, a pesar de todos nuestros esfuerzos por mantener la reconciliación en secreto.

—Dirán lo que quieran.— respondí encogiéndome de hombros —Por fin entendí que la gente siempre hablará, pero esta vez estoy lista para manejarlo. Ya no me afecta como antes y menos porque no volveré a sacrificar mi felicidad por mi poca estabilidad.—

Roberto me miró fijamente, como si estuviera buscando alguna señal de duda en mis palabras, pero no encontró ninguna. Después de tantos meses de aprender a lidiar con la prensa y los rumores, había llegado al punto donde ya no me importaba lo que los demás pensaran. Sabía quién era y, más importante, sabía lo que significaba Roberto para mí.

—Me gusta verte así.— dijo, entrelazando sus dedos con los míos —Fuerte y segura.—

—He aprendido de ti.— le respondí, dándole un apretón en la mano.

El altavoz volvió a sonar, esta vez anunciando el embarque de nuestra fila. Nos levantamos, recogiendo nuestras cosas, y caminamos juntos hacia la puerta de embarque. Había una cierta calma en el aire ahora que estábamos más cerca de subir al avión, como si el caos del aeropuerto hubiera quedado atrás.

Nos entregaron los boletos y pasamos por la puerta, entrando al túnel que nos llevaría al avión. El zumbido de las máquinas y el sonido de las maletas rodando sobre el piso resonaban en el estrecho pasillo, pero en mi cabeza todo estaba en silencio. Solo podía pensar en el hecho de que estábamos a punto de dejar todo atrás, al menos por unos días, y de que eso significaba una oportunidad de reconectar, de disfrutar el uno del otro sin las presiones del día a día.

—¿Ventana o pasillo?.— preguntó Roberto mientras entrábamos en la cabina.

—Ventana, por favor.— respondí sin dudar.

Nos acomodamos en nuestros asientos, yo junto a la ventana y él en el asiento cerca del pasillo. Me abroché el cinturón y miré por la ventanilla, afortunadamente en nuestra sección no había tanto ruido. El avión poco a poco empezaba a llenarse, cada vez me sentía más ansiosa por esta nueva miniaventura

—¿Listo para unas cuantas horas de vuelo?.—pregunté, girándome para mirarlo

Roberto asintió, aunque su expresión mostraba que ya estaba pensando en lo que vendría después. Yo también lo estaba, pero al mismo tiempo me permitía disfrutar del presente. Estábamos juntos, volviendo a lo que habíamos sido antes, pero con una nueva comprensión de lo que significaba estar en una relación bajo el escrutinio de todos.

El avión comenzó a moverse lentamente hacia la pista de despegue, y sentí cómo mi cuerpo se relajaba por completo. Apoyé la cabeza en el respaldo y cerré los ojos, dejando que el sonido suave de los motores llenara el espacio. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que todo estaba en su lugar.

Justo antes de despegar, sentí la mano de Roberto sobre la mía, dándome un último apretón antes de que el avión despegara y dejara atrás, al menos por unas horas, todo lo que habíamos vivido.

𝐋𝐀 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐀 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐑𝐀𝐙𝐎𝐍𝐄𝐒 𝐑𝐎𝐓𝐎𝐒 [Roberto Cein X Tú]✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora