Parte 2- Dudo

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El aire afuera estaba fresco y limpio, casi como si el mundo se hubiera renovado tras la intimidad que compartieron en la ducha. Shinji y Kaworu caminaban en silencio, pero no era el tipo de silencio incómodo que solía acompañar a Shinji. Esta vez era un silencio compartido, tranquilo, como si ambos estuvieran contentos simplemente estando juntos.

Shinji, que normalmente evitaba cualquier tipo de contacto físico, no pudo evitar mirar la mano de Kaworu mientras caminaban. Sus dedos largos y delgados se balanceaban cerca de los suyos. Había algo reconfortante en la proximidad, algo que le hacía desear un poco más, pero al mismo tiempo, sentía ese típico miedo de dar un paso que pudiera arruinar todo.

—Kaworu —murmuró de repente, rompiendo el silencio.

—¿Sí? —Kaworu giró la cabeza hacia él con su habitual sonrisa, pero su mirada era curiosa, observadora.

Shinji vaciló un momento. ¿Qué quería decirle realmente? Su mente estaba enredada en una maraña de emociones que no podía desentrañar fácilmente. Pero, en el fondo, lo que más lo abrumaba era una pregunta simple pero cargada de complejidad.

—¿Por qué me escogiste a mí? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.

Kaworu se detuvo en seco, volviendo su cuerpo por completo hacia Shinji. El viento nocturno levantaba mechones de su cabello grisáceo, pero sus ojos seguían fijos en los de Shinji. Por un momento, Kaworu no dijo nada, solo lo miró con una expresión serena y profunda, como si estuviera decidiendo exactamente cómo responder.

—¿Por qué no lo haría? —respondió finalmente, pero su tono no era juguetón ni evasivo. Era directo y sincero.

Shinji sintió que su corazón se aceleraba. Bajó la mirada, incómodo por la intensidad del momento, pero Kaworu no le dejó escapar. Con una gentileza infinita, tomó la mano de Shinji entre las suyas. El tacto lo sorprendió, pero no de una manera desagradable.

—Tú piensas que no eres digno, que no vales lo suficiente. Lo veo en tus ojos cada vez que te miro —dijo Kaworu en un tono suave, casi como si estuviera hablando de algo obvio. Shinji quiso replicar, negar lo que estaba diciendo, pero no pudo—. Pero lo que no entiendes, Shinji, es que eso que ves como una debilidad es lo que te hace tan humano, tan... hermoso.

Shinji sintió un nudo en la garganta. Nadie, nunca, le había dicho algo así. Había pasado su vida sintiéndose inadecuado, y ahora aquí estaba Kaworu, frente a él, viendo todo aquello que él mismo odiaba y transformándolo en algo positivo. ¿Cómo podía alguien ver bondad donde él solo veía debilidad?

—No lo entiendo... —murmuró Shinji, las lágrimas comenzando a llenar sus ojos—. Yo... no soy lo que piensas.

Kaworu dio un paso más cerca, lo suficiente como para que sus cuerpos casi se rozaran. La calidez que emanaba de Kaworu era palpable, envolviéndolo en un refugio que Shinji ni siquiera sabía que necesitaba.

—Entiendo más de lo que crees —respondió Kaworu en voz baja, con una intensidad que hizo que Shinji lo mirara directamente a los ojos—. Y te prometo que nunca te dejaré solo. Pero no porque crea que necesitas que te cuiden. Lo haré porque yo también te necesito, Shinji.

Shinji parpadeó ante esa última declaración. Sentirse necesitado por alguien, no como una carga, sino como una parte esencial de su vida... era algo que nunca había imaginado. Siempre había sentido que los demás lo soportaban, lo toleraban. Pero Kaworu lo miraba como si fuera una pieza clave en su vida.

El viento sopló con más fuerza, pero Shinji ya no sentía el frío. Se sintió tembloroso, inseguro, pero al mismo tiempo, había una parte de él que anhelaba entregarse a lo que Kaworu le estaba ofreciendo.

—Yo... —empezó a decir Shinji, sin saber exactamente cómo expresar lo que sentía—. No sé cómo corresponder a todo esto.

Kaworu sonrió suavemente, y apretó la mano de Shinji con más firmeza.

—No tienes que saberlo ahora. Solo sé tú mismo, eso es suficiente.

A medida que avanzaba la noche, caminaron en silencio de nuevo, pero esta vez la tensión en el aire no era incómoda. Al contrario, era casi palpable, llena de algo nuevo y desconocido que comenzaba a florecer entre ellos. Shinji podía sentir cómo su corazón latía más rápido cada vez que Kaworu lo miraba, pero esta vez no sentía esa habitual sensación de incomodidad. Había algo en Kaworu que lo tranquilizaba, que lo hacía sentir menos perdido.

Llegaron a un pequeño parque cerca del apartamento de Kaworu. Las luces de las farolas parpadeaban suavemente, y había bancos vacíos que invitaban a sentarse. Kaworu lo guió hacia uno de ellos, y ambos se sentaron en silencio, observando cómo la ciudad se iluminaba a lo lejos.

Shinji suspiró. Había tantas cosas que quería decir, pero las palabras se le atascaban en la garganta. En su lugar, se encontró observando cómo las manos de Kaworu descansaban en sus rodillas. Sin darse cuenta, comenzó a comparar sus vidas en su mente, preguntándose cómo alguien como Kaworu podía entender realmente lo que sentía.

—¿Sabes? —dijo Kaworu de repente, interrumpiendo sus pensamientos—. Nunca he conocido a alguien que me haya afectado tanto como tú.

Shinji lo miró, sorprendido.

—¿Qué...? ¿Por qué yo? —preguntó, incapaz de evitar el escepticismo en su voz.

Kaworu se giró hacia él, sonriendo suavemente, pero esta vez sus ojos parecían más serios.

—Porque tú eres auténtico, Shinji. No intentas ser alguien que no eres. A pesar de tus miedos, tus dudas, sigues adelante. Sigues buscando conexiones, aunque te aterre lo que puedas encontrar. Y eso es algo que admiro profundamente.

Shinji sintió un calor inesperado en su pecho. Las palabras de Kaworu eran sencillas, pero llevaban un peso que lo hacía sentir algo que no recordaba haber experimentado antes: esperanza.

El tiempo parecía detenerse mientras Kaworu continuaba observándolo con esos ojos grises que parecían leer cada rincón de su alma. Shinji quería decir algo, pero en lugar de palabras, lo único que pudo hacer fue inclinarse hacia Kaworu, apoyando su cabeza en el hombro del otro chico. Fue un gesto pequeño, pero significativo. Kaworu no dijo nada, simplemente levantó una mano y la colocó suavemente sobre el cabello de Shinji, acariciándolo en un gesto tranquilizador.

El mundo exterior desapareció para ellos en ese momento. No importaba NERV, ni los EVA, ni los miedos de Shinji. Solo importaba la paz de estar juntos, de compartir un instante que, aunque simple, lo significaba todo.

—Gracias, Kaworu —murmuró Shinji, con la voz amortiguada contra su hombro.

Kaworu sonrió de nuevo, bajando la mirada hacia el chico que estaba junto a él.

—Siempre, Shinji.

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