Parte 5- Te quiero

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Shinji y Kaworu se encontraron de nuevo en las duchas del cuartel de NERV, justo después de que el agua caliente comenzara a correr por sus cuerpos. El vapor cubría la sala, creando una atmósfera densa y casi irreal. Las gotas de agua resbalaban por la piel pálida de Kaworu, mientras que Shinji, algo avergonzado, trataba de no mirarlo directamente, aunque no podía evitarlo del todo.

—Es curioso, ¿no crees? —dijo Kaworu, rompiendo el silencio mientras mantenía sus ojos fijos en el agua que caía—. Lo que significa el contacto físico para los seres humanos.

Shinji se tensó ante la mención de esas palabras. Había algo en la forma en que Kaworu hablaba que siempre le hacía sentir vulnerable, expuesto de alguna manera. Kaworu no tenía problemas en hablar de cosas que Shinji encontraba difíciles de siquiera pensar, y esa confianza, esa serenidad, lo dejaba desconcertado. Como si Kaworu pudiera leer todo lo que estaba pasando por su mente, antes de que él mismo pudiera comprenderlo.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Shinji, tratando de mantener la compostura. Su voz salió un poco más insegura de lo que pretendía.

Kaworu giró ligeramente su cabeza para mirarlo. Sus ojos grises y penetrantes, llenos de una calma que Shinji encontraba casi insoportable, parecían analizarlo una vez más. Sin embargo, su sonrisa era suave, como siempre.

—El tacto —respondió Kaworu, casi como si explicara algo evidente—. La piel es un órgano muy sensible. A través del tacto, se pueden transmitir sentimientos de afecto, de consuelo... o de dolor.

Shinji sintió un nudo formarse en su garganta. Las palabras de Kaworu eran ciertas, pero había algo más profundo detrás de ellas. Algo que iba más allá de la simple explicación científica. Una sensación que Shinji no estaba listo para enfrentar del todo.

—No entiendo por qué dices eso —murmuró Shinji, mirando hacia abajo mientras el agua seguía cayendo sobre él.

Kaworu, sin embargo, no se apresuró en responder. Caminó hacia Shinji lentamente, cerrando el espacio entre ambos con una delicadeza casi etérea. Shinji se estremeció al sentir la presencia de Kaworu tan cerca de él, pero no retrocedió. Había una mezcla de curiosidad y miedo en su corazón, como si algo estuviera a punto de cambiar irremediablemente.

—Porque siento que estás sufriendo, Shinji —dijo Kaworu con voz baja, pero firme—. Y no quiero que lo hagas.

Shinji levantó la vista, sorprendido por la honestidad de esas palabras. No sabía qué responder. Había pasado tanto tiempo tratando de esconder su dolor, sus inseguridades, su constante sentimiento de no ser suficiente. Y ahora, frente a Kaworu, esas defensas parecían inútiles.

—Yo... no sé cómo dejar de sentirme así —admitió Shinji, su voz temblorosa.

Kaworu dio un paso más, y en ese instante, Shinji sintió el roce de los dedos de Kaworu en su mejilla, un contacto tan suave que casi parecía irreal. Pero era real, y era cálido. Shinji no se apartó, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho, y su respiración se volvía cada vez más errática.

—No tienes que enfrentarlo solo —murmuró Kaworu, sus ojos nunca apartándose de los de Shinji—. Yo estaré a tu lado.

Shinji no sabía qué hacer con esas palabras. Eran tan directas, tan llenas de promesas que no sabía si merecía. Pero en el fondo, había una parte de él que quería creerle, que quería aferrarse a la calidez que Kaworu le ofrecía. Era lo único que le había hecho sentir algo más que dolor y desesperanza en mucho tiempo.

Sin darse cuenta, Shinji dejó escapar un suspiro tembloroso y cerró los ojos. Por un momento, se permitió sentir. No pensó en las batallas, ni en su padre, ni en las expectativas que siempre pesaban sobre sus hombros. En ese instante, solo existían él y Kaworu, y el suave tacto de sus dedos.

—¿Por qué haces esto por mí? —preguntó Shinji en voz baja, con los ojos aún cerrados.

Kaworu sonrió, aunque su expresión parecía melancólica.

—Porque te quiero, Shinji.

Shinji abrió los ojos de golpe ante esas palabras. El corazón le dio un vuelco, y una confusión inmensa lo invadió. Nadie le había dicho eso antes. No de esa manera. No con esa sinceridad.

—Pero... yo... —Shinji se atragantó con sus propias palabras, incapaz de formar una respuesta coherente.

Kaworu no lo presionó. Simplemente lo observó, esperando pacientemente a que Shinji procesara lo que acababa de escuchar.

—No tienes que responder ahora —dijo Kaworu con suavidad—. Solo quiero que sepas lo que siento.

Shinji asintió lentamente, todavía abrumado por todo lo que estaba ocurriendo. Había algo en Kaworu que lo hacía sentirse más vivo, pero al mismo tiempo, lo aterraba. ¿Cómo podía alguien como él, roto e inseguro, merecer algo como el amor?

Y, sin embargo, Kaworu estaba allí. Inquebrantable, firme, esperando.

Más tarde, esa noche, después de que ambos se hubieran retirado a sus habitaciones, Shinji no podía dormir. Las palabras de Kaworu seguían resonando en su mente. "Te quiero". Era un concepto que nunca había podido entender del todo. En su vida, el amor siempre había sido algo distante, algo que otros experimentaban pero que nunca parecía estar al alcance de sus manos.

Pero ahora, todo había cambiado.

Se levantó de la cama, incapaz de soportar la confusión que lo consumía. Caminó por los pasillos de NERV hasta llegar a la habitación de Kaworu. Se detuvo frente a la puerta, con el corazón acelerado. Dudó por un momento, pero finalmente, reunió el valor para tocar.

Kaworu abrió la puerta casi de inmediato, como si hubiera estado esperando.

—Shinji —dijo con suavidad, sonriendo.

Shinji tragó saliva, sintiendo que cada parte de su cuerpo temblaba.

—No... no entiendo por qué me quieres —dijo finalmente, su voz rota—. Pero... quiero intentarlo. Quiero saber lo que se siente ser querido.

Kaworu lo miró con una ternura infinita.

—Eso es todo lo que importa, Shinji. No necesitas entenderlo todo de inmediato. Solo estar dispuesto a sentir.

Shinji dio un paso adelante, y antes de que pudiera pensarlo demasiado, se acercó a Kaworu, envolviéndolo en un abrazo. Kaworu lo recibió con calma, sus brazos rodeándolo con cuidado, como si supiera que Shinji era frágil, que necesitaba ser tratado con delicadeza.

Y en ese momento, mientras el mundo seguía girando a su alrededor, Shinji sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: paz.

Era un pequeño rayo de esperanza en la oscuridad que había consumido su vida. Y aunque el camino adelante seguía siendo incierto, al menos por ahora, no estaba solo.

Por primera vez en mucho tiempo, Shinji dejó de correr.

4o

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