La victoria en el campeonato había sido épica, y todo el mundo, desde las redes sociales hasta los medios de comunicación, no paraba de hablar de ello. Las cámaras no nos dejaban ni un minuto de paz, y las entrevistas parecían interminables. Nos había costado muchísimo llegar hasta ahí, pero al fin habíamos logrado lo que parecía imposible.Las redes sociales estaban inundadas de fotos y videos, pero no solo de nuestro triunfo, sino también de algo que había captado la atención del mundo: nosotras. Violeta y Chiara. Habíamos dejado claro que éramos una pareja, que compartíamos más que una pasión por el fútbol. Nuestro beso tras el gol, las miradas complices durante el partido, las sonrisas después de la victoria... todo era material perfecto para los tabloides.
Pero, al principio, fue emocionante. No pensábamos que algo tan bonito como lo que compartíamos pudiera generar tanto revuelo. Los mensajes de apoyo de nuestros seguidores eran abrumadores, tanto de quienes nos admiraban como deportistas, como de quienes nos apoyaban por la relación que habíamos hecho pública.
Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que no todo era tan bonito. Las críticas empezaron a llegar. Había quienes no entendían nuestra relación, quienes nos acusaban de no centrarnos en el fútbol, de hacer del amor una distracción. En un mundo donde la perfección física y el éxito deportivo parecían ser lo único que importaba, nuestra historia no encajaba con la norma.
Una tarde, después de una sesión de entrenamiento, Chiara y yo estábamos sentadas en el banquillo, todavía sudorosas, recuperándonos de la intensidad de los ejercicios. Todo estaba tranquilo, o eso pensábamos.
––¿Has visto los comentarios? ––preguntó Chiara, mirando su teléfono con el rostro tenso.
––Sí –respondí, sintiendo cómo un nudo se formaba en mi estómago al ver los primeros mensajes de odio. –Algunas personas no entienden lo que estamos haciendo.
Chiara suspiró y dejó el teléfono a un lado.
––No entiendo cómo pueden juzgar algo que no les afecta. Nosotras solo estamos viviendo nuestra verdad. Y no es como si estuviéramos dejando de jugar al fútbol por eso.
––Lo sé –dije, tomando su mano. –Es solo... No puedo evitar sentir que estamos siendo atacadas desde todos los frentes.
En ese momento, el entrenador se acercó con su habitual seriedad. Sabíamos que algo no estaba bien.
––Violeta, Chiara –dijo, mirando a ambas con una expresión que no presagiaba nada bueno. –Tenemos que hablar. La prensa está comenzando a centrarse demasiado en ustedes. Algunos patrocinadores están preocupados por la imagen del equipo. No sé si esto afectará nuestra relación con ellos, pero hay que tener cuidado.
El peso de sus palabras nos dejó en silencio. ¿Acaso todo lo que habíamos logrado, todo el sacrificio que habíamos hecho, se veía empañado por nuestra relación? ¿Era realmente tan importante lo que pensaba la gente fuera del campo?
–¿Qué quieren que hagamos? –preguntó Chiara, levantando la cabeza con determinación. –¿Que ocultemos lo que somos? Eso no va a pasar.
El entrenador la miró fijamente, con una mirada entre compasiva y profesional.
–No quiero que cambien nada, pero este tipo de cosas puede influir en el equipo y en nuestra imagen pública. Piensen en lo que esto significa para todos, no solo para ustedes dos.
Las palabras de nuestro entrenador calaron hondo. Sabíamos que no podía pedirnos que abandonáramos lo que sentíamos, pero no podía ignorar la tensión que se había generado en torno a nuestro amor. Las redes sociales no eran solo un espacio para la admiración y el apoyo, sino también para el juicio y la crítica destructiva.
A lo largo de esa semana, el tema de nuestra relación comenzó a tomar más protagonismo que el propio fútbol. En cada rueda de prensa, los periodistas no paraban de preguntarnos sobre nosotras: *¿Qué piensan de la presión mediática? ¿Se han visto afectadas por las críticas?* Fue imposible escapar de las preguntas, y la sensación de que nuestra relación estaba siendo más importante que nuestro rendimiento deportivo me estaba agotando.
Una noche, después de una de esas interminables entrevistas, Chiara y yo nos sentamos en el sofá del hotel, exhaustas y con los ojos cansados. A pesar de estar juntas, el peso de la fama y la atención nos había distanciado emocionalmente. Era como si nuestra conexión se estuviera deshilachando, aunque todo lo que queríamos era mantenerla intacta.
––Violeta... –dijo Chiara, su voz algo quebrada, mirando al frente. –¿Realmente crees que podremos manejar esto?
Sentí cómo el dolor en su voz se clavaba en mi pecho. Sabía lo que significaba todo esto para nosotras. La fama, el amor, el fútbol... todo parecía estar entrelazado de una manera tan compleja que, a veces, sentía que estábamos a punto de perderlo todo.
––No lo sé –respondí, con sinceridad, mirando sus ojos. –Todo esto se siente abrumador. La presión... las críticas... Es difícil, Chiara. Pero no me arrepiento de nada. No me arrepiento de ti.
Chiara sonrió, aunque su expresión era triste.
––Yo tampoco me arrepiento. Pero no puedo negar que esta atención constante está desgastándonos. Y no quiero que nos olvidemos de por qué empezamos a hacer esto.
La verdad era que teníamos miedo. Miedo a perder el control, a que el mundo que habíamos construido juntas se desmoronara. Miedo a que las expectativas y la presión nos separaran.
Pero algo dentro de mí me decía que no debíamos rendirnos. Estábamos juntas en esto, y si el fútbol nos había unido, el amor que compartíamos era lo que nos iba a mantener fuertes.
***
La siguiente mañana, después de otra ronda de preguntas sobre nuestra relación, decidimos tomar el control de la situación. Frente a las cámaras y los periodistas, Chiara y yo nos miramos una vez más. Ya no íbamos a permitir que el mundo decidiera por nosotras.
–No somos solo un par de jugadoras de fútbol. Somos Violeta y Chiara, y esto es lo que somos –dije con firmeza, mirando a Chiara a los ojos.
––Lo que compartimos no necesita explicación. Y no vamos a pedir disculpas por ello –agregó Chiara, su voz tan segura como nunca.
Las cámaras se detuvieron, los flashes iluminaban el momento, y el silencio en la sala era pesado. Estábamos en ese preciso momento decididas a ser fieles a nosotras mismas, a nuestra relación y a nuestra pasión. La reacción fue inmediata: las redes sociales estallaron de nuevo, pero esta vez, el apoyo fue abrumador.
Era el comienzo de una nueva etapa. Aun con la presión que teníamos sobre nosotras, sabíamos que lo único que importaba era que estábamos juntas. Y, como siempre, eso era suficiente.
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Entre Balones y Melodías || KIVI-
FanfictionEn un mundo donde el fútbol y la música son más que pasiones, Violeta y Chiara se encuentran en lados opuestos de una rivalidad electrizante. Violeta, una talentosa jugadora del FC Barcelona femenino, vive y respira fútbol, dedicándose a superar cad...