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El clima dentro del equipo había cambiado, pero la química entre Chiara y yo seguía ardiendo con una intensidad que no podíamos ignorar. A pesar de los intentos por mantener las distancias y concentrarnos en el fútbol, las miradas furtivas que nos cruzábamos en los entrenamientos, en el vestuario, incluso cuando nos reuníamos en la cancha, siempre estaban llenas de una electricidad incontrolable.

La situación con el equipo había mejorado superficialmente. Nadie hablaba de nosotras abiertamente, pero las tensiones seguían flotando en el aire, y eso era algo que nos afectaba. Nadie decía nada, pero todos sabían lo que estaba pasando. Quizás por eso, cuando llegaba la noche, solo quería escapar. Quería estar con Chiara, perderme en su presencia, en su cuerpo, sin las restricciones que la realidad nos imponía.

Esa noche, después de un entrenamiento especialmente agotador, la tensión entre nosotras era palpable. El sudor nos empapaba la piel, y el cansancio no hacía más que avivar la necesidad de sentirnos, de estar juntas. Nos mirábamos con una mezcla de deseo reprimido y complicidad, como si ambas supiéramos que estábamos a punto de cruzar una línea.

––¿Nos vamos? –me susurró Chiara al oído, su voz baja, tentadora.

No pude evitar sonreír. Sabía exactamente a qué se refería, y la urgencia en su tono me hizo sentir una oleada de calor recorrer mi cuerpo.

––Sí –respondí, apenas pudiendo contener la anticipación. –Vamos.

Dejamos el vestuario sin una palabra más, caminando rápido hacia el aparcamiento. En cuanto subimos al coche, la tensión fue tan densa que casi podía cortarse con un cuchillo. Ninguna de las dos dijo nada en el camino, pero todo lo que había entre nosotras se sentía como una promesa no dicha.

Al llegar a mi apartamento, ni siquiera esperé a que la puerta se cerrara completamente. Me lancé hacia Chiara, sin preocuparme por nada más que por el deseo que nos consumía. La besé con una intensidad que me sorprendió, y ella respondió de inmediato, sus manos recorriendo mi espalda, tirando de mí hacia ella. La pasión entre nosotras era algo que no podíamos detener.

––Violeta... –susurró Chiara entre besos, su respiración entrecortada. –Esto... esto no se puede quedar así. Lo siento... no puedo dejar que esto se quede en el aire.

––Yo tampoco quiero dejarlo en el aire –respondí, besándola nuevamente, sin ganas de detenerme.

Sus manos se deslizaron bajo mi camiseta, recorriendo mi piel con esa familiaridad que ya se había vuelto una necesidad. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al sentir sus dedos sobre mi piel desnuda. El contacto era eléctrico, y el deseo que había ido creciendo en mí durante semanas explotó de golpe.

––Quiero sentirte... –murmuró Chiara, sus labios rozando los míos, pero con una necesidad aún más urgente.

Me adelanté, la empujé suavemente contra la pared, y tomé el control, avanzando con la misma urgencia. Mis manos encontraron el borde de su camiseta, deslizándola hacia arriba con un solo movimiento. Chiara no dudó ni un segundo. Con un movimiento rápido, sus manos también recorrieron mi cuerpo, liberándome de la camiseta que me aprisionaba.

El calor entre nosotras creció aún más. Cada roce, cada beso, cada caricia parecía confirmar lo inevitable. Nos estábamos entregando sin reservas, sin más barreras entre nosotras que las que nos habíamos impuesto hasta ese momento. Y ahora que estábamos solas, era imposible detener la pasión que nos envolvía.

Dejé que mis labios recorrieran su cuello, dejando marcas suaves, profundas, mientras Chiara respondía con suaves gemidos que me volvían loca. Su cuerpo contra el mío era todo lo que necesitaba en ese momento, y el mundo exterior se desvaneció por completo.

––¿Estás segura? –le pregunté, mirando sus ojos, buscando algo más allá del deseo.

Chiara no necesitaba palabras. La respuesta estaba en sus ojos, en la forma en que sus manos me acariciaban con un fervor que solo podía ser interpretado como una afirmación rotunda. No había dudas entre nosotras. Solo había deseo, y ese deseo estaba a punto de consumarnos.

Nos dejamos llevar por el momento, sin pensar en las consecuencias, sin preocuparnos por lo que el futuro nos depararía. Lo único que importaba era el ahora, ese momento en que nuestras almas, nuestros cuerpos, se conectaban de una manera tan intensa que nada más parecía importar.

La pasión se desbordó. Las horas pasaron volando, pero cada segundo que compartíamos juntos estaba impregnado de un fervor que solo nosotras podíamos entender. Nos amamos con una entrega total, explorando cada rincón del otro como si fuera la primera vez, como si nunca hubiéramos tenido miedo de lo que estábamos haciendo.

Cuando finalmente caímos en la cama, exhaustas, pero satisfechas, el silencio entre nosotras no era incómodo. Era un silencio lleno de promesas no dichas, de sentimientos tan profundos que no necesitaban ser expresados en palabras.

Chiara me miró con una mezcla de pasión y ternura, acariciando mi mejilla.

––No sé qué va a pasar, pero... –dijo con una sonrisa débil–, esto no es solo pasión, ¿verdad?

La pregunta flotó en el aire, pero ya no necesitaba respuesta. Sabíamos ambas lo que había. No solo era deseo. Era algo más profundo, algo que ninguno de los dos sabía exactamente cómo definir, pero que se sentía con cada caricia, con cada beso, con cada suspiro compartido.

––No –respondí, sonriendo mientras me acurrucaba contra ella, sintiendo su calor. –No es solo pasión.

Y en ese instante, mientras nos entregábamos al descanso después de la tormenta, supe que había dado un paso irreversible. Lo que había entre Chiara y yo no era algo que pudiera deshacerse fácilmente, ni por mí ni por nadie. Y no quería que se deshiciera.

Entre Balones y Melodías || KIVI-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora