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La final del campeonato se acercaba rápidamente, y aunque la presión externa seguía presente, Chiara y yo habíamos logrado encontrar la paz en medio del caos. Habíamos aprendido a no dejar que los juicios y las expectativas de los demás afectaran nuestra relación ni nuestra pasión por el fútbol. No importaba cuán fuertes fueran las críticas, no íbamos a permitir que nos definieran. Nuestra historia era nuestra, y solo nosotros podíamos escribirla.

Era una mañana fresca antes del gran partido, y estábamos reunidas en el vestuario, preparándonos para salir al campo. Había una energía palpable en el aire, la emoción de estar a un paso de la gloria. Pero esta vez, no solo estábamos jugando por nosotras mismas, sino por todas las personas que nos habían apoyado y por todos los que creían en lo que representábamos. Cada vez que miraba a Chiara, veía más que una compañera de equipo. Era mi compañera de vida, la persona que me había mostrado que el amor verdadero podía florecer incluso en los lugares más difíciles.

Nos miramos, y el silencio que compartimos era cómplice. No necesitábamos palabras, solo una mirada. Sabíamos que íbamos a darlo todo en ese campo.

El pitido inicial resonó en el estadio, y el partido comenzó con una intensidad desbordante. Los nervios estaban al límite, pero, al mismo tiempo, había una calma interior que nos envolvía. Había algo más que fútbol en ese momento. Cada pase, cada jugada, cada gol era más que una victoria deportiva. Era una afirmación de nuestra fuerza, de nuestra unión.

El partido fue uno de los más duros que habíamos jugado, pero nunca perdimos la concentración. Cada vez que sentía la presión de los ojos del mundo sobre nosotras, pensaba en Chiara. Pensaba en todo lo que habíamos pasado juntas y en todo lo que habíamos superado, no solo como jugadoras, sino como pareja. Y sabía que eso nos hacía imparables.

Fue en el último minuto del partido, cuando todo parecía perdido, que algo increíble sucedió. El balón llegó a los pies de Chiara, quien, con una precisión impecable, lanzó el balón hacia la portería. Yo estaba en el lugar adecuado, justo donde debía estar, y con un toque sutil, empujé el balón al fondo de la red. El estadio explotó en vítores, y la emoción nos invadió a ambas.

Nos abrazamos en el campo, no solo como jugadoras, sino como dos almas que habían encontrado su lugar en el mundo. La victoria era nuestra, pero lo más importante era que lo habíamos logrado juntas.

Mientras las cámaras nos rodeaban y las luces brillaban, sentí que ya no importaba lo que pensara la gente. Lo único que importaba era que habíamos alcanzado nuestras metas, tanto en el campo como en nuestras vidas personales. Habíamos demostrado al mundo que el amor no tiene barreras, que no hay límites cuando se lucha por lo que se quiere, y que ser auténticos es lo que nos da verdadera fuerza.

Al final del partido, cuando todos los festejos ya habían comenzado, me acerqué a Chiara, tomándola de la mano. La miré a los ojos y, sin decir una palabra, la besé. Fue un beso lleno de promesas y de emociones contenidas, una muestra de todo lo que habíamos vivido, todo lo que habíamos logrado.

El fútbol era solo una parte de nuestra historia, pero el amor que compartíamos era lo que realmente nos hacía invencibles.

En el camino hacia el vestuario, rodeadas de compañeros de equipo, familiares y amigos, escuchamos el bullicio de los seguidores y los medios. Pero esta vez, no sentí miedo. No sentí presión. Lo único que sentí fue gratitud, por haber llegado hasta allí y por haber encontrado a la persona con la que quería pasar el resto de mi vida.

Cuando nos sentamos juntas en el vestuario, exhaustas pero felices, Chiara sonrió y dijo:

––Sabes, este es solo el principio, ¿verdad?

––Lo sé –respondí, tomando su mano y mirando hacia el futuro. –Y lo viviremos juntas, siempre.

El mundo sabía ahora quiénes éramos, y aunque las cámaras, los flashes y los comentarios no desaparecerían, sabíamos que nada podía quitarnos lo que habíamos construido. Nuestra relación era más fuerte que cualquier obstáculo, y nuestra pasión por el fútbol nos unía de una manera que nada ni nadie podría destruir.

Finalmente, cuando las luces se apagaron y el estadio se vació, nos quedamos allí, en ese campo que tanto significaba para nosotras, con la certeza de que habíamos escrito una historia que iría más allá del fútbol. Una historia de amor, de lucha y de triunfo, que perduraría para siempre.

Y así, con la mirada fija en el horizonte y la mano de Chiara entrelazada con la mía, entendí que todo lo que habíamos vivido nos había llevado hasta allí, al final de un capítulo y al comienzo de otro.

**Fin.**

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y todo acaba de llegar a su fin, os gustaría otra historia??❤️

Entre Balones y Melodías || KIVI-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora