Capítulo Octavo

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Pasaron las semanas, el curso estaba a punto de acabar. Mi clase y yo organizamos el viaje de fin de curso in extremis, ya que el instituto no quería ni saber del tema. Finalmente, decidimos hacer un viaje a Toledo de cuatro días. Lo pusimos la primera semana de julio, para poder ir acompañados de Andrés y Orlando, el padre de una chica de mi clase, el cual se había ofrecido para hacerle compañía a mi profesor.

Evidentemente, me apunté el primero, ya que no podía desperdiciar tal oportunidad. Es gracioso, pues hace un año no iría ni de broma, no me hacía ninguna gracia compartir habitación con alguno de mis compañeros, pero justamente mi yo del viaje se apuntaba por esa razón.

Y así fue como acabé en un autobús, con mucha calor, en un viaje de demasiadas horas, intentando escuchar música pero sin que el griterío de atrás me dejase. A mi lado, Álvaro dormía plácidamente, como si estuviera en su cama. "Está tan mono con la baba cayéndole.", pensaba cada vez que lo miraba.

Mi experiencia con todos fue la última que tuvimos, por lo que estaba ansioso por saber que íbamos a hacer. Estaba en la misma habitación de los chicos, y no, no había sido casualidad. Llegamos al albergue sobre las tres de la tarde. Antes siquiera de coger las maletas, fuimos a comer. Nos sirvieron unos macarrones fríos, pero también por el precio que habíamos pagado no se podía pedir mucho.

Había un par más de institutos, lo cual me sorprendió, pensé que íbamos a estar solo nosotros; y por lo visto éramos los últimos en llegar.

Después de comernos el plato, sacamos nuestras maletas y fuimos a nuestra habitación. Orlando nos advirtió que en la litera superior no podía haber más de dos personas, pues si no esta se rompería. Tras que se fuese el padre, fuimos colocando las prendas en los cajones de un armario que había.

-Oye, ¿quieres dormir en mi misma litera?- me preguntó Álvaro.

-Me parece bien.

-¿Qué prefieres? ¿Arriba o abajo?

-¿Ya pensando en follar?- dijo Ale.

Álvaro rió.

-Me da igual ir, si quieres me pongo arriba.

Los baños estaban fuera de las habitaciones, por lo que tuve que salir de esta para hacer pis. Estos baños eran grandes, con muchas cabinas y lavabos, y con duchas al fondo. Deduje que eran tantas por la cantidad de estudiantes que se alojaban allí.

Fisgonee las duchas. Eran unos cubículos algo sucios, aunque espaciosos, cubiertos por una cortina gris translucida. Sentí una mano en mis nalgas.

-Hoy estás algo distante...- me llegó una voz masculina al oído. Era Ale, quien si no.

Su mano derecha avanzaba en mi pantalón, la izquierda tocaba mi pecho.

-No me pasa nada.

-¿De veras? Entonces no te importará que me pase un poco de la raya...

Sin permiso, metió la mano en mis vaqueros y tocó mi polla por debajo del calzoncillo. Me gustaba la idea de hacerlo con él en ese sitio, no obstante, mi miedo era mayor. Ya no nos podría pillar un maestro, ya nos pillaba un monitor que nos pondría patitas en la calle.

Sin dejarle decir nada, me fuí.

La zorra de los vestuariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora