Capítulo Primero

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La hora de los vestuarios siempre me ponía nervioso, pues tenía que estar con chicos de mi edad desnudo, mientras ellos hacían cosas típicas de heteros como azotarse, gemir, compararse los tamaños... por eso me mantenía distante a esa hora.

El inicio de mi experiencia como zorrita empezó cuando estábamos en el instituto, un viernes dos horas antes de irnos a casa. Teníamos 18 años, por lo que algunos chicos ya eran unos adultos desarrollados. El caso es que un viernes a penúltima nos tocaba educación física, por lo que después de hacer deporte nos fuimos a las duchas.

Voy a describir el vestuario: el vestuario está formado por unos cuantos bancos y algunos salientes para colgar las mochilas. dentro de la pared está lo que se llama las "falsas duchas", unas duchas del año catapum que no se usan y están supersucias. A veces se retan los chicos a ducharse ahí, pues algunas funcionan, sólo unas pocas.
Pues esto es solo una habitación, pero si quieres ducharte bien tienes que abrir una puerta y allí están las cuatro duchas, por lo que yo me mantenía en la habitación del vestuario, mientras cuatro de mis compañeros se duchaban.
También habían dos toalleros, uno donde tras ducharte dejabas la toalla durante una hora para que no se te mojase la mochila (este casi nadie lo usaba, pues a veces se confundían las toallas de todos los cursos) y el otro donde dejabas la toalla mientras te duchabas y luego la cogías.

Yo me hacía el remolón como si estuviera respondiendo mensajes para no mirar a mis compañeros.
Vino el maestro, que se llamaba Andrés. tenía menos de 30 años, un cuerpo que no dejaba nada de desear, y estaba rapado, lo cual le sentaba bastante bien.
La verdad es que ya había tenido muchos cursos con él como profesor pero como ese era el primer año desde que era obligatorio ducharse después de clase (todos, incluso el profesor) fue el primer año que había visto su cuerpazo.
Su tableta no estaba muy definida ni tenia la V, pero sus brazos eran los más grandes que había visto, cada vez que doblaba algún brazo su enorme bíceps parecía que iba a romper la camiseta.
Al contrario que mis compañeros, Andrés era más reservado a la hora de salir de la ducha, por lo que solo le vi la polla en una ocasión. La tenía bastante grande y gruesa, pero como fue solo un momento hasta que se puso la toalla, no lo vi bien.

Pasó el rato mientras yo fingía estar ocupado, y esperé a que todos terminaran para poder ducharme en paz, pero parecían que no tenian prisa por llegar a matemáticas (en parte lo entiendo, ¿quién querría matemáticas?). Me harté de esperar, así que metí en la ducha. Estaba solo en la ducha, aún así, como eran duchas comunes alguien podría entrar y verme en pelotas perfectamente, por lo que intenté ducharme rápido.

Tras ducharme cogí mi toalla y me seque en esa zona; en teoría tenías que secarte en los vestuarios, pero como ya no había nadie que tuviera que ducharse y como no quería secarme allí por si hubiera alguien aún en los vestuarios (tampoco iba a mirarlo).

Me percaté de que había una toalla blanca en el toallero para mojadas. La cogí por curiosidad y me percaté de que la toalla estaba húmeda, pero que llevaba ahí rato, por lo que algunos lados ya estaba seca. Pero de lo que más te dabas cuenta cuando me acerque a la toalla es que olía mal, olía a pene. Podría parecer muy extraño, pero me la acerque a la nariz porque adoraba como olía. Olía a polla, a alguien que se había limpiado todos sus huevos en esa toalla y me encantaba. No sabía de quién era (tenía que ser de alguien de clase, estaba seguro).

Mire a la puerta que conectaba con los vestuarios, pero me dije que ya no había nadie, así que cogí la toalla, me empecé a pajear mientras esnifaba ese olor tan delicioso. era la primera vez que me atrevía a hacer una cosa así en un sitio público, y la verdad que no quería meterme en problemas en ese instituto en el cual yo era nuevo, pero tenía que aprovechar la ocasión. Subía y bajaba mi polla mientras olía ese olor tan viril, no podía aguantar más y me puse a gemir muy alto. Me daba igual el lugar, miles de fantasías con mis compañeros de clase se me pasaban por la cabeza.
Iba muy bien encaminado a correrme, pero alguien abrió la puerta. era Alex, un chico de clase.

-¡¿Pero que cojones estás haciendo?!- me gritó.

-Tio, de verdad que lo puedo explicar.

-¿Qué pasa?- dijo una voz a su espalda.
entonces salió Ángel, otro compañero de clase.

-Que iba a por mi toalla y voy y me encuentro a este cascándosela con mi toalla.

-Ostia.

-Que de verdad, es todo un error, te lo juro.- estaba al borde de las lágrimas.

-Ya, seguro.

Alex cogió la toalla y los dos chicos salieron del vestuario. entonces salí de las duchas y me empecé a vestir. Me sentía verdaderamente mal, ahora ya todos sabían que era gay, o peor, se pensarían que era un pervertido. Salí mientras intentaba pensar en otras cosas, como en que llegaba veinte minutos tarde a matemáticas.
Salí al gimnasio (lo primero con lo que te encontrabas después de salir del vestuario) y vi a todos los chicos de mi clase cuchicheando en un círculo. Decidí ignorarlos, pero me cogieron y Ángel me dijo:

-¿Te gustaba mucho el olor, eh, mariquita?

Fue entonces cuando no pude más y me eche a llorar.

La zorra de los vestuariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora