Capítulo Decimotercero

1.1K 20 1
                                    

Fue un beso corto, pues se arrepintió y me empujó. Yo me puse los pantalones y salí. Las chicas ya llevaban esperando un poco cuando llegué.

Los chicos llegaron a la hora de la cena. Álvaro tuvo el detalle de comprarme un llavero con una inscripción en castellano medieval, me lo dio en la habitación. Se lo agradecí con un beso en la mejilla, y él se puso rojo. Aunque actuase como un macho dominante, en el fondo era un bizcochito.

Afortunadamente, no vi al cani de los vestuarios en el juego nocturno. Me sentía tan mal sobre lo que había pasado que solo quería olvidar lo que había pasado. No sé lo conté a nadie.

***

La mañana siguiente me levanté de la cama con dolor de barriga. Orlando me dio un medicamento y me permitió librarme de las actividades matutinas. Álvaro y Pablo vinieron a visitarme antes de comer para ver como estaba.

-Seguro que es porque has comido algo en mal estado.- dijo Álvaro.

-Aquí es raro que algo no esté en mal estado.- respondió Pablo.

-Pero no creo que sea por eso, si no el dolor se hubiera manifestado antes, créeme.- Álvaro se sentó a mi lado y puso su mano en mi muslo.- ¿Hay algo que quieras contarnos?

Comencé a narrarle lo que me había pasado la tarde anterior. Sin darme cuenta mi rostro se había llenado de lágrimas.

-Entonces, ¿te da miedo que ese chico le cuente al resto vuestro... encuentro?- preguntó Pablo.

Asentí.

-Escúchame bien, si ese chico se osa a decir algo de ti, se las verá conmigo.

-Gracias.

-¿Se te ha pasado ya el dolor?- preguntó Pablo.

-Si, contarlo me ha ayudado mucho. De verdad, muchas gracias por escucharme.- me levanté.

-De nada, tío.

-Ya sabes que puedes contar con nosotros.

Los tres nos fundimos en un reconfortarte y largo abrazo.

-Venga, vayamos a comer.- propuso Pablo.

Comí muy poco, pero al menos comí. Saliendo del comedor, Andrés me llamó.

-Me han dicho que te duele la barriga.

-Si, pero ya estoy mucho mejor.

-Entonces, ¿vienes a la actividad de esta noche? Te lo digo porque ha sido lo más caro del viaje, pero no quiero que vengas obligado.

-No, no, si me encuentro como ahora, iré.

-Perfecto.

Me senté al lado de la mesa de pingpong, donde se celebraba un torneo de este deporte. Alguien tocó mi hombro. Me giré, era Ángel. Me senté al lado del rubio.

-¿Te encuentras mejor?- preguntó.

-Si, ya no me duele tanto.

-Oye, ¿tú sabes que le pasa a Ale?

-No, ¿por?

-Desde ayer está muy distante, le he preguntado si le ocurre algo y ni me ha respondido.

-Pues yo tampoco lo sé, lo siento.

Me permitieron dormir la siesta esa tarde.

A las siete nos duchamos y nos cambiamos, pero ese día con ropa más arreglada, y es que era una ocasión especial. Cenamos en el comedor una hamburguesa, aunque eran las ocho, me sentó de maravilla para reponer fuerzas.

Llegamos a las nueve, Orlando y Andrés nos dijeron que a las y media debíamos estar en la entrada. Los chicos y yo dimos una vuelta por esa zona, había muy buen ambiente. Compré un cazador de sueños de color blanco.

La actuación no comenzó hasta mas tarde de las diez. El espectáculo era chulísimo, me lo estaba pasando genial. A principios de la función, noté que tenía que ir al baño, quise aguantar para no perderme nada. Fue hacia la mitad cuando fui al baño. No había nadie allí, mejor, no tenía que esperar cola.

Hice pis y cuando salí del baño me encontré con el cani del vestuario.

-Tenemos que hablar.

La zorra de los vestuariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora