Capítulo Decimosexto

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Un almohadazo en la cara fue lo que me despertó el último día. Un dulce despertar, desde luego. Esa mañana hubo un desayuno especial: gofres con sirope. La emoción del principio se fue en cuanto los probamos y nos percatamos de que eran ultracongelados, pero bueno, con el sirope de arce absolutamente todo estaba bueno.

Antes de hacer la actividad tuvimos que recoger todas nuestras pertenencias y meterlas de nuevo en las maletas, excepto la ropa que nos íbamos a poner. Después de todo eso, nos dijeron que íbamos a ir de excursión a un rio para hacer piragua.

La piragua es la cosa que peor se me da en este mundo. Ale, Félix y yo nos pusimos juntos en la embarcación, sin saber que acabaríamos dando vueltas sobre nosotros mismos. Por no hablar de que el mono me quedaba ridículo. Probablemente la única parte buena fuese que Ale estaba mucho más animado. Félix me pidió estar en mi grupo, petición la cual (evidentemente) acepté. Me sorprendió que estuviera solo, su pinta decía que sería el chico más popular de su clase.

El maestro Andrés, al ver que solo hacíamos el ridículo, nos permitió dejar la actividad, lo cual (creo yo) agradecimos los tres.

Entramos al vestuario masculino, una sala pintada de azul. Se notaba que por allí pasaba mucha gente, pues era más grande y con más bancos.

-Que guay es la piragua, ¿verdad, chicos?- dijo Ale.

-¡Sin duda hay que repetir!- conteste.

Los tres reímos.

-Tú debes de ser Félix- este estaba algo nervioso.- Encantado.

Los dos se dieron la mano.

-¿Ya sois novios?

-Ayyy, Ale, cállate.- dije mientras me quitaba el mono.

-Cállame.

Nos dimos un pico rápido. Hice señas a Félix para que se uniera. Yo empecé a lamer el pito de Ale, Félix mientras se encargaba del culo.

La puerta se abrió, y entraron Pablo y Álvaro. Sin preguntar nada, Álvaro se puso a lamer mi culo mientras Félix y Pablo se besaban.

Yo lamía de arriba a abajo, cuando Ale se corrió, yo mantuve su semen en la lengua. Lo compartí con Álvaro, que aunque llevábamos un día sin hablarnos, el sexo no entiende de peleas. Los dos nos besábamos en el banco, mientras Pablo (el cual ni se había quitado el mono) se la chupaba al mulato. En ese instante yo me corrí. Álvaro me tumbó y empezó a lamerme el torso, Ale también se unió a él.

Mientras todo esto sucedía, la puerta se volvió a abrir. Era Ángel.

El rubio no preguntó nada, solo se quitó el mono y lo lanzó a la otra punta. Me puso de rodillas y me la metió de golpe, sin esperas. Su polla de 15 centímetros entraba y salía rápidamente. Se corrió dentro de mi, dejándome la boca llena de leche.

Me tumbé en el banco, todos los chicos vinieron y se pusieron a mi vera. Uno tras uno se fueron corriendo en mi espalda, dejándola muy sucia. Para terminar, con sus lenguas fueron transportando la leche hasta mis culo. Sentía el líquido pegajoso en mis nalgas, y me pareció lo más sensual que podrían haberme hecho.

Álvaro me tocó la polla, con ese roce liberé toda la leche que llevaba en mi cuerpo. Ya habíamos terminado. Nos duchamos, pero antes recogimos todo para que nadie se diera cuenta de lo habíamos estado haciendo.

***

Antes de separarnos, Félix me dio un papel. En el autobús me di cuenta de que era su Instagram.

La zorra de los vestuariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora