Capítulo Decimocuarto

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-¿Qué coño quieres?

-No me lo pongas más difícil.- miró al suelo y suspiró.- No le voy a contar a nadie lo que pasó ayer.

Se hizo el silencio.

-¿Y?- pregunté.

-¿Como que "y"?- se notaba su enfado.- O sea, que mandas al mono neuronal de tu amigo como mensajero, y encima que vengo te ríes en mi puta cara.

-Espera, ¿qué?

-¿Qué es lo que no entiendes? ¿Tan difícil es mi explicación?

-Relájate, por favor.- él resopló.- No resoples, solo es que no sé que tengo que ver yo en esto. Nos dimos un pico ayer, pero nada más.

-¿Si no es para tanto por qué ha venido tu amigo a amenazarme y a decirme que ni se me ocurriese contarlo por ahí?

-¿Qué amigo?

-No me sé su nombre. El castaño, de ojos verdes...

-¿Álvaro?

-Y yo como...

-Da igual, olvídalo. Perdón por las molestias, yo hablé con él sobre lo que pasó en el vestuario, en ningún momento pensé que te iba a amenazar. Lo siento, de verdad.

-Pero... ¿te gustó el beso?

-Si, si, no hiciste nada mal.

-¿Y entonces...?

-Pensé que ibas a sacarme del armario y me aterraba esa idea. Se lo conté a Álvaro, pero ya ves como ha salido.

-Te juro que esa no era mi intención, pasó de forma casual y perdón si fui algo malo contigo ayer, y no debí haberte insultado, no suelo ser así.

-No pasa nada.

Estábamos muy juntos, nos habíamos acercado involuntariamente, lo prometo.

-¿Quieres... repetirlo?- dijo, rompiendo el tenso silencio.

Le besé. Fue un beso más romántico que el anterior, mucho más largo también. Cuando terminamos, salimos los dos juntos.

-Por cierto, me llamo Félix.

Regresamos al albergue sobre las once. No iba a haber juego nocturno, ya que veníamos muy cansados.

-¿Qué tal la obra, te ha gustado?- me preguntó Álvaro mientras me ponía el pijama.

-Si, supongo.

-¿Te sigue doliendo la barriga?

-No.

-¿Te ocurre algo?

No respondí.

-Otro igual, primero Ale y luego tú. No sé que mosca os ha picado.

***

Sobre las cuatro de la madrugada me desperté, y entonces supe que no me iba a volver a dormir, la siesta de la tarde había tenido efecto. Pensé en varias cosas, hasta que mi tren de pensamiento llegó hasta mis amigos. No sé como pero acabé elaborando una lista mental de los más pitudos hasta los que menos. Luego pensé en Félix, mi nuevo ¿amigo? ¿follamigo? ¿compañero?

Me la empecé a sobar por debajo del calzoncillo, mientras me imaginaba como debía de ser su misil. En breve me iba a correr, así que prefería hacerlo en el baño que en la cama. Tuve una idea, ¿y si cojo el móvil del porno?

Antes de que me arrepintiese o me bajara la erección, abrí con suavidad el armario. No encontré el móvil por ningún sitio, lo achaqué a la falta de luz. Encendí la luz de mi reloj, pero ni con esta pude encontrarlo. "¿Y si el dueño del móvil había tenido la misma idea y estaba en el baño viendo videos porno?", se me ocurrió.

Salí al pasillo, no estaba el vigilante, me metí al baño sigilosamente, sin hacer ruido. Una de las cabinas estaba ocupada, había un par de piernas. Eran morenas. "¿Pablo?" El mulato de mi clase era el poseedor de toda esa pornografía? De la femenina me lo esperaba, ¿pero la masculina? Eso sí que me sorprendió. A ver, que había llegado a tener tema con él, pero llegar a tener pollas en la galería era otro nivel, a mi parecer.

Bajé mi cabeza hasta la parte inferior del cubículo. Pude ver a Pablo sentado en el retrete, con una mano en su polla y la otra en el móvil, mientras tanto se mordía los labios. Me vio al instante, y puedo asegurar que le dio un microinfarto.

-¿Qué cojones haces ahí?- dijo en voz baja cuando se dio cuenta.

Yo abrí la puerta, riendo.

-Ni puta gracia, tío.

Le besé.

-¿Ya estás más calmado?

Como respuesta, me besó. Cerramos la puerta del cubículo, como si importase de algo en esa situación. Bajó hasta mi polla, y la chupó hasta que se aburrió.

-¿Por qué tienes fotos de pollas en tu móvil?

Como respuesta, me pegó un cachetazo en el culo.

-Ni se te ocurra volver a mirar mis cosas o lo repetiré, ¿entendido?

-Lo siento, amo.

-Me gusta ese mote. Llámame así a partir de ahora.- me puso contra la puerta.- Y ahora, prepárate para lo que te viene.

-Si, amo.

La zorra de los vestuariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora