Epílogo

34 4 0
                                    

Shannon — Cinco años más tarde.

La espalda ya no me daba para más al llegar al departamento.

Tenía veintidós años, pero sentía que tenía setenta. Y eso que la vecina del piso de abajo tenía sesenta y siete años y salía a correr todas las mañanas a primera hora del día. Yo solo quería dormir hasta que se hiciera tarde.

Aviento lo mochila y me tiró de cara a la cama.

Estamos a nada de graduarnos y las cosas se estaban poniendo cada vez más locas. Tengo varias compañeras que me invitan constantemente a sus fiestas y, para este punto de mi vida, ya me estaba comenzando a avergonzar negarles la salida. Y es que, genuinamente, odio las multitudes y a las personas en general. Aunque la mayoría son agradables.

Además, Luz había estado rara los últimos días. No lo hacía tan evidente, pero ¡vamos! Es mi amiga desde hace 10 años, está claro que yo descubriría que se trae algo entre manos. Solo que ella no sabe que yo se.

Se pasa las tardes después de la universidad en su habitación y sale mucho a comprar cosas para la universidad que no especifica.

Suspiro con la cara pegada a la almohada y solo me levanto cuando escucho el ruido de la puerta de entrada al cerrarse.

Ha llegado Luz.

Me levanto de la cama y me enderezó la espalda antes de salir de mi cuarto.

Me encuentro con Luz poniendo su largo cabello en una coleta. El último año se ha dejado crecer el cabello solo porque le dije que se vería genial y que me recordaba a mi princesa favorita.

Sus ojos se encuentran con los míos.

Tan brillantes como siempre.

Me sonríe con todos los dientes. Aún me parece sorprendente como se le ilumina el rostro cada vez que sonríe de esa manera.

Una sonrisa que solamente me dedica a mi.

Me acerco a ella y le doy un abrazo parandome de puntitas porque sigue siendo jodidamente alta y yo muy pequeña.

Me abraza también y acaricia mi cabello antes de soltarme.

—¿Que tal a estado tu día? —Me pregunta cuando nos separamos.

—Bien, las chicas de clase me han invitado otra vez a una fiesta.

Ella frunce el seño levemente.

—¿Y piensas ir? —Parece preocupada.

Niego con la cabeza.

La veo soltar un suspiro tan leve y discreto que incluso me sorprende haberlo notado.

¿Por qué ha hecho eso?

Aparta la mirada y se dirige a la cocina, abre el refrigerador y hace una mueca de disgusto con los labios.

Recuerdo todas y cada una de las veces en las que ella me a invitado a algún lugar. Y, por primera vez en todo el tiempo que llevamos siendo amigas, pongo la iniciativa.

—¿Y si vamos por los gemelos para ir a comer helado?

Me sale tan natural que incluso yo me sorprendo.

Luz me mira con las cejas arqueadas y sus ojos brillantes me encandilan aún más. Aparto la mirada.

—¡Claro! —Sale corriendo a su cuarto y me grita desde dentro—. ¡Dame un segundo!

Después de un momento la veo salir de su habitación y meterse algo en el bolsillo rápidamente.

La miro confusa, pero vuelvo a mi sonrisa actual para fingir que no lo he notado.

Luciérnaga Donde viven las historias. Descúbrelo ahora