Capitulo 11

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Intruso

Altagracia Sandoval

— ¿Buscaba algo, ministra?

«¡Dios

Es Rosy, quien fuera secretaria de Saúl. Siempre tan pendiente de todo lo que ocurría. Estaba revisando los cajones del escritorio cuando ella entró; iba en serio cuando dije que no me quedaría de brazos cruzados con respecto al caso.

— ¿Sabes si alguien ya entró a la oficina de Saúl? — cierro el cajón que estaba revisando.

— Ministra, tengo entendido que su cargo no está en función y para estar aquí necesita una orden.

«Astuta», pienso, pero no me dejo intimidar. Con una ligera sonrisa, hago un gesto hacia la carpeta donde yace la orden judicial. Antes de que Rosy pueda decir algo más, aclaro:

— Está todo en regla, Rosy — mi tono es firme pero calmado. — Conversé con la fiscal Elva esta mañana. Es legal.

Rosy, siempre diligente, toma la carpeta con rapidez y la revisa, frunciendo el ceño al ver los sellos y la firma oficial que confirman lo que acabo de decir. Aún así, no se relaja del todo. Quizá piense que estoy aquí por motivos personales, pero no puedo permitir que esa sospecha gane terreno. Lo que más necesito ahora es concentración.

— Lo lamento, ministra — dice finalmente, devolviéndome la carpeta — no lo sabía.

— No te preocupes — le devuelvo una sonrisa breve, pero no amable del todo. Estoy aquí para hacer lo que Saúl no pudo hacer, lo que Mónica aún no se atreve a enfrentar. Y Rosy, aunque eficiente, no deja de ser un obstáculo más.

La observo por un momento, como calculando si su presencia aquí puede ayudarme o estorbarme.

— Rosy, ¿podrías conseguirme la última bitácora de llamadas de Saúl? La que fue archivada justo antes de su muerte.

Ella duda por un instante. Puedo ver en sus ojos que sabe algo, pero no está segura de si quiere compartirlo conmigo.

— No creo que sea posible acceder a eso sin una solicitud directa al juez — responde, pero lo dice demasiado rápido, como si intentara cubrir algo.

— Entiendo — asiento, dándole una falsa sensación de control — Pero agradecería si pudieras preguntar. Estoy segura de que, en su despacho, algo se ha pasado por alto, y cuanto más rápido lo resolvamos, mejor para todos.

Rosy asiente, pero no se mueve. Su mirada es inquisitiva, como si intentara descifrar mis verdaderas intenciones. Y por un momento, dejo que vea lo que hay detrás de mi calma. El fuego. La determinación de una mujer que no dejará que las sombras de su pasado se traguen lo poco que le queda.

— ¿Algo más, ministra? — pregunta finalmente, con una mezcla de respeto y cautela.

— No por ahora. Puedes retirarte.

La veo salir sin perder de vista sus movimientos, preguntándome hasta qué punto estará involucrada en todo esto. Porque alguien en este despacho sabía demasiado. Y en la red de mentiras que Saúl tejió antes de su muerte, ella podría ser tanto una víctima como una cómplice.

Me vuelvo hacia el escritorio de Saúl; algo no está bien; alguien ya estuvo aquí. Saco mi celular y busco el número de Daniela. Definitivamente no puedo hacer esto sola, por más que me disguste la idea. Necesito alguien que sea mis ojos aquí en el juzgado; alguien que me cubra la espalda mientras me sumerjo en este nido de víboras.

«Conozco a la gente que trabaja ahí»

Las palabras de José Luis retumban en mi cabeza. «José Luis...» a donde sea que vaya mi mente, siempre llego al mismo punto. Extrañamente, él siempre está conectado en todos los problemas de mi vida y me temo que en esta ocasión, también está metido.

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