Perder el tiempo
Altagracia sandoval
Mi fin de semana en Mazatlán, terminó. Mis noches y días donde el placer hacía que mi alma embargara mi cuerpo, también.
No quise pensar en quién era yo, quien era él, ni quiénes éramos nosotros. No quise cuestionar qué era lo que estábamos haciendo y no por miedo a la respuesta que José Luis me fuera a dar, sino por miedo a la mía.
No pretendía pedir compromiso ni nada por el estilo, porque no lo quería. No estaba dispuesta a soportar los efectos secundarios del... ni siquiera puedo pronunciar la palabra.
Perdí a César, perdí a Lucian y Saúl me destrozó el alma quitándome lo que me había mantenido con vida durante más de veinte años. No quiero, ni puedo ponerme a experimentar de qué manera me lastimaría José Luis.
La mañana del martes comenzó de lo más tranquila. Una noche antes, nos habíamos encargado de dejar todo listo, maletas, documentos, etcétera; así que pude darme el lujo de fundirme en las sábanas de la cama mientras él devoraba mi intimidad. Y así despertamos, abrazados frente a frente, mi pierna arriba de su cadera y él bombeando en mi interior con movimientos suaves y pausados.
El avión despegaba a las doce en punto. Así que luego de una buena ducha y un apetecible desayuno, José Luis, Matamoros, Genaro y yo, nos dirigimos al aeroplano del hotel.
El trayecto no era largo, en menos de dos horas ya estaríamos bajando del jet y retomaríamos cada quien su rutina. Cerré los ojos de tan solo recordar todo lo que se avecinaba. Pensar en que nuevamente tendría las miradas y murmullos de las personas encima de mí, hacían que se me revolviera el estómago.
«Daría lo que fuera por no regresar»
— ¿Estás bien? — me preguntó José Luis sacándome de mis pensamientos.
— ¿Mmm? — si lo había escuchado, pero necesitaba tiempo para poder responder.
— ¿Te sucede algo? Vienes muy callada y te veo pálida.
Lo miré por un momento. Estos cuatro días en los que convivimos prácticamente las veinticuatro horas del día... se ganó mi confianza. Me di cuenta que era capaz de leerme y comprenderme. Además, si tanto sabía de mi, era por algo.
«Al amigo hay que tenerlo cerca, pero al enemigo más»
Él no era mi enemigo, no por ahora.
— Estoy bien — suspiro tomando una decisión — Simplemente caí en cuenta de todo lo que me espera.
— Te refieres a lo de...
— Saúl, sí — asiento — ¿Qué sabes tú de eso? Me imagino que ya hablaron contigo.
José Luis guardó silencio por un momento, su mirada fija en el horizonte a través de la ventana del jet privado. Pude ver cómo sus pensamientos se agitaban detrás de sus ojos oscuros, siempre calculando, siempre a la defensiva. Pero ahora, después de lo que habíamos compartido, sentía que había una frágil conexión entre nosotros, una que podía romperse con la más mínima mentira.
— Han hablado conmigo, sí — respondió finalmente, su voz tranquila, pero con esa misma reserva que siempre lo caracterizaba — Pero no he dicho nada que pudiera comprometerme. Todavía están investigando, tratando de juntar las piezas. Tú sabes cómo funciona esto.
Sabía que su respuesta era vaga, pero también sabía que no me diría más de lo necesario. José Luis siempre jugaba sus cartas cerca del pecho. En otro tiempo, me habría molestado su cautela, pero ahora lo entendía. Ambos estábamos atrapados en esta red de intrigas, manipulaciones y secretos. Y los dos sabíamos que confiar completamente en el otro sería un error.
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Error
FanficSaul Aguirre, un abogado rico y carismático, es asesinado una apaable mañana en la que sale a ejercer sus labores. Sorprendentemente, la víctima sabía a cenca certa que lba a morir, porque había grabado un video en el que culpaba de su inminente ase...