Capítulo 27

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Anónimo

No era fácil destruir a una mujer como Altagracia Sandoval. No por su posición o por los hombres poderosos que tenía a su lado, sino por su inteligencia, por esa maldita capacidad de adelantarse siempre, de predecir cada movimiento antes de que se diera. Pero hasta los más astutos caen. Todo lo que se necesitaba era tiempo. Y paciencia.

Lo sabía. Había estado esperando este momento durante años. Primero fue Lucian, luego Saúl, y ahora, le tocaba a ella.

Las primeras filtraciones sobre el coronel Céspedes fueron apenas el inicio. Pequeños detalles, suficientes para encender la mecha, para hacerla dudar de sí misma, de su entorno. Sabía que, mientras la presión crecía, ella comenzaría a cometer errores, y cuando lo hiciera, ahí estaría él, listo para enterrarla.

Había aprendido de los mejores. Saúl, con su ambición desmedida, fue un buen maestro. Aquel abogado brillaba por su capacidad de negociar y manipular, pero su ambición lo cegó, lo hizo creer que podía controlar todo. Grave error.

El video que Saúl había grabado, esa pieza clave que ahora estaba dando vueltas por todo el país, fue el fruto de su propio ego. Saúl pensaba que tenía todo en sus manos, que controlaba la situación, pero lo que no sabía era que ya lo habían condenado mucho antes de apretar el gatillo.

Otra persona tenía el control ahora. Todo estaba en sus manos, desde las publicaciones hasta el destino de Altagracia. Sabía que cada paso debía ser calculado, no podía arriesgarse a que alguien como ella descubriera su juego antes de tiempo.

El siguiente paso era claro: seguir publicando, seguir desvelando secretos, hasta que todo se desmoronara. Hasta que Altagracia, agotada y acorralada, no tuviera más remedio que rendirse.

— Una última jugada — se dijo, mientras observaba la nueva publicación lista para salir a la luz — Solo una más, y todo se caerá a pedazos.

Apagó la computadora, satisfecho. El final de Altagracia estaba más cerca de lo que ella pensaba.

•••Mónica Sandoval•••

Días después
La oscuridad de mi habitación me abraza. Los recuerdos de mis noches con mis abuelos, la tía Regina e Isabela, llegan a mi mente como dardos cargados de dolor. Y mi madre...

Flashback
2005 (19 años atrás)

— ¡Mamá! — la emoción que invadía mi cuerpo al verla cruzar la puerta de la entrada, era inconmensurable.

Todas las noches, esperaba por ella en el último escalón de la escalera, lista para dormir no sin antes recibir sus "buenas noches"

— ¿Qué haces despierta, Mónica? — cierra la puerta — Pasan de las diez de la noche.

— Quería darte algo.

Cada vez que subía un escalón, su tacón resonaba en el mármol y eso solo aumentaba mi impaciencia. Cuando estaba a tres de llegar al segundo piso, alzaba mis brazos y ella me tomaba con los suyos para pegarme a su cuerpo. Su aroma, jazmín, azafrán... cereza; cerraba mis ojos inhalando su olor mientras recargaba mi cabeza en su hombro.

Para mí era alta, sus ojos verdes me resultaban increíbles, su cabello largo y castaño, su voz... me llenaba de paz escucharla, sobre todo cuando cantaba alguna canción.

— A ver, acuéstate — me para sobre la cama.

— ¡Espera!

— Mónica, no brinques desde la cama, te puedes quebrar una pierna, hija — me reprende. Yo amaba que me regañara.

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