Capítulo 23

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Posibilidad

Altagracia Sandoval

El frío recorrió mi espalda al escuchar su voz. No esperaba encontrarme con Mónica tan pronto, mucho menos después de mi fin de semana con José Luis. Ignore su mención y camine hasta detenerme frente a la puerta de mi casa, con la mano en la perilla, sin girarme de inmediato. Sabía que cualquier movimiento de mi parte sería interpretado como debilidad, y no podía permitirme eso. No frente a ella.

Respiré hondo, apretando los labios antes de abrir la puerta con calma y entrar, sabiendo que Mónica me seguiría. Puedo sentir su mirada, esa mezcla de resentimiento y curiosidad que siempre lleva consigo desde que... desde que Saúl nos destruyó a las dos.

— No estoy de humor para tus comentarios, Mónica — dije sin mirarla, caminando hacia el salón.

— ¿En serio, mamá? — respondió ella, cerrando la puerta con un golpe seco. — No pareces muy molesta. De hecho, diría que estás bastante... relajada. No había visto esa sonrisa tuya en años.

Me detuve en seco, las palabras de Mónica clavándose en mi mente como cuchillos. No podía darle el poder de sacarme de control, no después de todo lo que habíamos vivido. Me giré lentamente hacia ella, cruzando los brazos.

— Si vienes a reclamarme por lo que haces tú misma — dije con una frialdad que no reconocí en mi voz — ahórrate el esfuerzo. No soy quien para darte explicaciones, Mónica. No más.

Mis palabras la hicieron fruncir el ceño, y vi cómo apretaba los puños, luchando por mantener la compostura. Había una guerra constante entre nosotras, una que no necesitaba palabras para hacerse evidente. Desde el momento en que ella y Saúl decidieron traicionarme, nuestro vínculo como madre e hija había muerto. Lo sabía. Lo había sentido.

— No te estoy pidiendo explicaciones — respondió, aunque sus ojos decían lo contrario — Solo me sorprende lo rápido que pasas página. Lo de Saúl... y ahora esto. No pierdes tiempo.

El nombre de Saúl flotó entre nosotras como una sombra. Y aunque ya no sentía el dolor de antes, todavía quedaba una cicatriz que nunca desaparecería del todo. Me enderecé, segura de lo que iba a decir.

— Te equivocas — susurré. — Saúl me destruyó, Mónica. Me dejó hecha pedazos. Pero estoy cansada de cargar con su sombra, de permitir que su traición siga marcando mi vida, así como lo hace con la tuya. Si me he dado la oportunidad de seguir adelante, es porque lo merezco.

Hubo un breve silencio, como si mis palabras hubieran calado más hondo de lo que esperaba. Mónica me observaba, y pude ver en sus ojos el rastro de la misma herida que yo llevaba, la que Saúl había dejado en ambas. Pero ella no lo admitiría, no ahora.

— No es tan fácil, mamá — murmuró, su voz temblando por un segundo antes de recuperar su dureza — No puedes simplemente borrar todo lo que pasó.

— No lo estoy borrando — respondí. — Solo estoy aprendiendo a vivir con ello. Algo que tú también deberías hacer.

Nos quedamos en silencio, una frente a la otra, cada una lidiando con sus propios demonios. Y en ese momento, entendí que nuestra relación nunca volvería a ser la misma. Pero, por primera vez en mucho tiempo, también me sentí lista para dejarlo atrás, para seguir adelante con o sin su aceptación. Porque, al final del día, esta lucha ya no era por ella. Era por mí.

— Viniste a mi casa... ¿para? — rompo el silencio deseando que su visita sea breve.

Amo a mi hija y hasta el día de hoy, estoy dispuesta a dar la vida por ella, por el simple hecho de ser mi hija. Pero estoy herida.

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