DIMITRI
Dimitri despertó con la cabeza pesada, el eco de un dolor sordo pulsando en su sien. Al abrir los ojos, lo primero que notó fue el brillo intenso de las paredes de vidrio que lo rodeaban. Intentó ponerse de pie, pero sus músculos se negaron a obedecer le. La droga aún recorría su cuerpo, ralentizando sus movimientos.
Tras un largo esfuerzo, logró sentarse en el suelo frío, sintiendo la dureza en cada hueso. Cerró los ojos, tratando de calmar su respiración. Cuando los volvió a abrir, su visión ya era clara. Estaba solo en la celda, salvo por una cama de hospital en una esquina. Se levantó, tambaleándose un poco, y golpeó el vidrio. El sonido seco reverberó en la habitación, atrayendo la atención de los guardias.
Ellos lo observaron desde el otro lado del vidrio, como si fuera un animal en una jaula. Dimitri los miró de vuelta, furioso. Pero en lugar de lanzarse contra la pared otra vez, se contuvo. Tenía que escapar. Moriría con honor, pero no hoy.
Siguió analizando y de atrás de el había una ventilación, pará que entrara oxígeno en la recámara. Vio eso como una salida viable ya que la puerta de entrada y salida solo se habría por medio de un código que él no conocía y le parecía ridículo golpearlo, ya que podría aparecer una alerta y lo atrapen.
Pasaron dos horas y diez minutos cuando nuevos guardias aparecieron y ocuparon el lugar vacío que los dos primeros guardias dejaron libres diez minutos atrás y esto se repitió por tercera vez.
Perfecto. Cada dos horas y diez minutos cambiaban de lugar, lo que significa que solo tengo diez minutos para salir de aquí sin que se den cuenta. Por lo menos no hay cámaras en este cuarto, eso ya son dos puntos a favor.
****
Faltaban dos minutos para que estos guardias se fueran, y diez minutos más, para que llegaran los otros.
Los guardias se levantaron y salieron del lugar. Dimitri lo aprovecho y miro el ducto de ventilación. Estaba muy alto. Agradecido por ser un ruso y tener la altura de uno, lo cual lo ayudo a llegar a el.
Ubico la cama debajo de él, para que no se le fuese difícil escalar por el vidrio. Pero había un problema. No había con que sacar los pequeños tornillos del ducto.
Se estresó, solo tenía siete minutos extras. Miro a su alrededor y luego recordó su anillo. Tenía un pequeño cuchillo en el. Se lo quito y saco el pequeño cuchillo y lo usó para sacar los tornillos.
Cinco minutos restantes y el por fin pudo sacar los pequeños tornillos. Se puso su anillo y subió por el ducto. Uso algo de fuerza para rodar la cama hacia la esquina.
Cuatro minutos restantes. Estaba poniendo el ducto de ventilación en su lugar, pero sus manos grandes no se lo permitían demasiado. De un momento a otro logró ponerla en su lugar y fue allí cuando solo le faltaban dos minutos restantes.
Se movió a través del ducto sin saber a dónde ir. A través del ducto escucho a los guardias gritar algo en francés. Ya sabían que se había ido.
Torpes guardias. Jamás se metan con un rus-
Había caído al suelo. Al parecer el ducto no aguanto su peso y calló.
—Hmmm…Auch.— Se dio la vuelta, quedando boca arriba.—¡Maldición!— Supo que falló
—¡¿Qué carajo?! — Se escucho gritar a una mujer en español. Dimitri supo de quién se trataba. Ámbar, la comandante.
Se puso de pie y se sobo la cabeza, para luego sacudirse el polvo. Levanto la cabeza y sonrió amablemente.
—Hola dulzura ¿Cómo estás? —Saludo con un pequeño acento ruso.
Ella lo miro incrédula y levanto la ceja.
—¿Dulzura?
—Si. Te has ganado el apodó, por ser tan dulce y amable conmigo. — dice sarcástico y empieza a correr.
—¡Vuelve aquí!—grito detrás de él.
Ella saco su pistola y la disparó.Mientras la veía apuntarle con la pistola, Dimitri no pudo evitar admirar lo letal y calculadora que era. Literalmente la bala paso solo a dos milímetros de distancia de su oreja y le disparo tres veces más, para que no avanzara. Claro, no lo admitiría jamás. Pero había algo en su firmeza que lo intrigaba. Aunque también disfrutaba hacerla perder el control.
Los guardias no tardaron en llegar y lo esposaron.
—Dulzura, estas siendo muy cruel. Ya se que no va bien nuestra relación, pero tampoco es para alterarse de esa forma. — la mira de forma burlona
—Mira idiota. Si te vuelves a escapar te juro que de ahora en adelante seré yo quien te vigilé y no te va a gustar. — Está vez se dirige a sus guardias — Y ustedes debieron avisarme. Casi escapo. si no fue tan pesado el ducto no lo habría tirado.
—Lo ven. Ella siempre tan dulce conmigo. Un amor, menos con ustedes. —Sonríe y mira firme— Ahora suelte.
—Yo no lo creo rubio. — Le devuelve la sonrisa burlona. Se da la vuelta y dice a sus guardias — Lleven al muñeco de porcelana a mi recamara. Tengo muchas preguntas que hacerle.
—¡Si, comandante!
****
El cuarto de Ámbar era simple y funcional, con paredes grises y una cama de sábanas blancas. Una mesa pequeña sostenía documentos y una lámpara metálica. A un lado, su uniforme militar colgaba junto a un par de botas alineadas con precisión. Solo una fotografía, escondida entre los papeles, daba un atisbo de su vida más allá del campo de batalla.
—Ah. — Se quejo Dimitri. Los guardias (soldados) los sentaron en la silla de una forma fuerte y luego salieron.
—Ok, Volkov. Empecemos. — Dice la comandante sentándose frente a él.
—Que lugar más sobrio. — Comenta él mirando disgustado la habitación.
—Cuando yo quiera tu opinión sobre algo, te lo pediré. Ahora, solo habla, para responder.
Ambos se acomodaron e hicieron silencio. Ámbar tomo una liga y ato mejor su cabello, para por fin poder preguntar con firmeza.
—¿Quiénes son tus aliados en esta misión?
Sonriendo burlonamente:
—¿De verdad crees que te lo diría? ¿Crees que soy tan estúpido como tus guardias?
—¿Cómo planeaban atacar nuestra base?
—¿Atacar? No necesitamos atacar. Ustedes mismos se están destruyendo con sus propias decisiones. Solo tenemos que esperar.
—¿Qué información ha tenido sobre nuestras defensas?
Con ironía responde:
—Más de lo que imaginas. Aunque, si te sirve de consuelo, no es tu culpa. Son tus superiores los que son demasiado predecibles.
—¿Por qué te infiltraste en nuestras filas?¿Cuál era tu verdadero objetivo?
Dimitri suspiro como si fuera obvio:
—El mismo que el tuyo, comandante. Servir a mi país. Pero parece que tú y yo tenemos definiciones diferentes de ‘servir’.
Ámbar se levanta de su silla y se quita su chaleco, quedando con sus pantalones camuflados, sus botas y una camisa verde de tirantes.
—¿Crees que sobrevivirás a esto? Sabes que solo tienes dos opciones: colaborar o morir.
—Oh, dulzura, no moriré aquí. Y lo sabes. Solo tú puedes decidir cómo termina esto para ti.
—¿Por qué te juegas la vida por un país que te considera prescindible?
Está vez Dimitri se puso serio, por primera vez :
—No es por mi país. Es por la gente que depende de mí. Tú no entenderías lo que es la verdadera lealtad.
—¿Qué pensarán tus compañeros cuando descubran que no eres tan imparable como creías.
—Mis compañeros no piensan, actúan. Y ya están en camino.
—¿Qué harías si los roles estuvieran invertidos? ¿Me dejarías vivir?
—Tienes suerte de no estar en mi lugar. Yo no sería tan generoso contigo como tú lo estás siendo conmigo ahora.
—Eso significa que no quieres que sea generosa. — Se acerca a él —te Pude atravesar el cráneo y puedo hacerlo ahora, y tú lo sabes. Notaste que para las armas soy buena y tengo muy buena puntería, ¿No es verdad?
—Sí. No lo se, pero la verdadera pregunta es, ¿Por qué no me mataste?
—No lo sé. Pero lo que si se, es que quiero acabar esta guerra de una maldita vez. — Mira a otro punto de la habitación que no sea él — Tanto tú estúpido país, como él mío, han matado docenas de personas inocentes. Y con inocentes me refiero a niños.
—Tienes razón…..— Mira al suelo y luego dirige su mirada al cuello de esta, donde cuelgan aquellas pequeñas placas.— ¿Están muertos?
—Eh?.
—Los que cuelgan de tú cuello, ¿Están muertos?— La mira a los ojos.
—¿Crees que si estuvieran vivos, las tendría yo? —Dice sarcástica— Claro que están muertos. Uno de ellos solo tenía 19 años.
—¿Cuantos años tienes tú?—pregunta curioso, sin saber por qué.
—¿Y eso a ti que te incumbe? —Lo mira desagradada
—Solo pregunto. Yo tengo 33 años.—Intenta sacar una conversación
—¿Treinta y que?—dice sorprendida, no se lo podía creer
—33 años. ¿Cuántos tienes tú?—vuelve a preguntar
—….26 años.—Contesta dudosamente. Lo cual ella se preguntó, Por qué estaba dudando
—¿De verás? Pareces de 28 años.— sonríe sin poder creerlo
—Y tú de 25 años.— No se quitaban la mirada de encima
—Cuanto más viejo sea el vino, más bueno se pone —Comenta divertido.
Estaba intentando relajarla y él no entendía por que hacía eso.
—Ja,ja,ja.
Su sonrisa es muy linda. Se ve mejor sonriendo que con esa cara de palo que pone siempre.
Su sonrisa…. Parecen las perlas del mar.
Ok lo admito, le gusta mucho golpearme, pero si esta buena. Muy buena.
—Tienes una sonrisa muy linda...— Las palabras salieron de su boca sin pedirlo. Ámbar lo miró extrañada y frunció el ceño y volvió a su cara,seria .
—Bueno, Volkov . — Se da la vuelta hacia él. Dimitri la miró, interesado. — Está es tu nueva celda. Estás atrapado aquí, conmigo. De ahora en adelante te vigilare yo.
—¿Qué?
—Como escuchaste. No puedo darme el lujo de dejar que escapes de nuevo. Aún que jamás lo lograrás.— se ríe
—¡Maravilloso dulzura!¡Este es el mejor día de mi vida!— Dice alegremente falso
—Sigue burlandote todo lo que quieres, al final el que ríe de último ríe mejor.
—¡Ay ya, bueno!—pone un sonrisita perversa.. bueno, sí me quedaré aquí, por lo menos la quiero hacer enojar. — Entonces, dulzura, Dormiré contigo en la cama, ¿Verdad?
—Ay, por su puesto, que no.— Señala unas cadenas, que el nunca noto— Tú, dormirás con esas bellezas.
—¿Por qué no duermes tu con ella? — la sonrisa pervertida se borro de su rostro. — ¿Si, sabes que no dejare que me las pongas, cierto?
—Yo no te las pondré. Él coronel te las pondrá.
—¿Quien es ese?
—Ya lo conocerás.
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Pasión en el Campo de Batalla
General FictionPasión en el Campo de Batalla sigue la historia de Ámbar Dupont, la implacable comandante de las fuerzas francesas, y Dimitri Alexander Volkov Russell, el estratega más temido del ejército ruso. En un mundo donde la guerra ha redefinido fronteras y...