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DIMITRI

El sonido de las explosiones sacudió las paredes del búnker, sacando a Ámbar de su estado de agotamiento. Las alarmas comenzaron a sonar. Afuera, en la base, todo era caos. Se escuchaba un zumbido por la radio, llamando urgentemente a la comandante.

En la puerta del cuarto apareció el coronel. Su semblante estaba serio, pero mostraba preocupación.

—¿Qué sucede?—preguntan, mientras se levanta va del suelo.

Él coronel quiso preguntar porque no estaba Acostada en su cama, Pero dejo esa idea de lado.

—Comandante Ámbar, nos están atacando. Nos exigen que entregamos al prisionero, al ruso.—La última palabra lo dijo con desagrado.

Ámbar, aún aturdida por los restos de la noche anterior, apretó los puños y se levantó de golpe, sintiendo el peso de su responsabilidad. Su rostro mostró una mezcla de firmeza y preocupación mientras daba una orden rápida al coronel.

—Busquen al prisionero, ahora mismo —ordenó sin vacilación. Dimitri, que había estado observando desde las sombras, escuchó su nombre y su mente se inundó de pensamientos.

No te voy a ayudar. se dijo a sí mismo con determinación. Pero entonces, recordó lo sucedido la noche anterior. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué gritaba? ¿Qué le afecta tanto?

Esa curiosidad lo llevó a dudar.

Ámbar lo miró directo a los ojos cuando lo encontró, su voz firme pero desesperada.

—Necesito que cooperes, Volkov. Si no hacemos algo, podrían derrumbar la base con todos nosotros dentro. Ellos te quieren a ti, pero no podemos entregarte.

El silencio entre ambos se hizo palpable. Dimitri sintió que el control de la situación se le escapaba de las manos, pero también estaba confundido por la curiosidad que estaba sintiendo hacia ella.

—Esta bien. Te ayudaré, pero cambio quiero algo.. — Él coronel no lo dejo terminar.

—No  negociaremos  contigo, ruso.
—Yo a ti no te pedí opinión, se lo decía a tu jefa. — La miro — Si quieres que no destruyan está base, contigo a dentro, porque lo aran, este idiota no me pondrá ninguna mano encima y no estaré esposado o pediré que rumben esto. Tienes que aceptar, no estás en condiciones para negociar, dulzura.

Ámbar, se lo pensó. Él coronel la miraba fijamente, esperando

—Dame las llaves de las cadenas. —Ordeno. Él coronel quiso protestar, Pero accedió.

Ámbar le quitó las cadenas y Dimitri se sobo las muñecas.

—Vamos.

Llegaron a la base de control. En la pantallas se veía que habían estado lanzando bombas. Afuera todo estaba hecho un caos. Había tierra que cubría un poco las cámaras, huecos en la tierra, tanques de guerra y mas de 20 soldados.

Finalmente Dimitri tomó el micrófono de la radio. La sala se quedó en silencio mientras su voz, grave y calmada, resonaba en las ondas.

—Aquí Volkov. No tienen por qué derrumbar la base. No hay necesidad de rescatarme. Estoy aquí por decisión propia… recolectando información. La comandante no permitirá que me hagan daño, me necesita para obtener respuestas. No soy un prisionero más.

Del otro lado de la radio

—¿Esta seguro, comandante?¿No lo están obligando?

—No.— Hizo una pausa, mirando a Ámbar por el rabillo del ojo, y añadió en un tono más bajo, casi personal:——Voy a sacar lo que necesito de esta situación… aunque sea por las buenas o por las malas. No vuelen la base. Regresen. Es una orden.

—¡Señor, si señor!. ¡Regresen!

Soltó la radio. Dimitri se detuvo. Sabía que estaba jugando con fuego, pero esa mezcla de vulnerabilidad e intriga hacia Ámbar lo mantenía aferrado al juego, al peligro. No sabía exactamente por qué, pero algo en ella lo había capturado.

Dimitri dirigió su mirada hacia la de Ámbar, ella lo miraba firmé, y así como lo miraba él camino hacia ella.

—Ellos… Ellos se han ido.— La veía directo a los ojos. Ámbar era alta, pero comparada con él se veía pequeña.

Uno de los soldados dijo que el enemigo se alejaba, lo que confirmo lo de Dimitri.

—Quiero que me prestes un baño. Necesito una ducha y lo sabes. — Ámbar Iba hablar, pero el no se lo permito — Si estaré en tu habitación, no deberías tenerme sucio y maloliente, pronto el olor del sudor será  molesto.

—Tendrías que usar nuestro uniforme.— Agrega

—Solo dame unas botas, ropa interior, suéter y unos pantalones, su chaleco no lo usaré.—Dice firme

—Bien. Su pongo que te lo ganaste. — Ella le hace una seña para que la acompañe—Por cierto. Gracias por no resistir te.

—No lo hice gratis, dulzura. Y ni creas que con el baño me lo estás pagando, quiero algo más, y no es información de tu país y ustedes.— El La miro con una sonrisa
—¿Entonces que quieres?—pregunto confundida

—Ya lo sabrás.

Pasión en el Campo de Batalla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora