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ÁMBAR

Habían avanzado todo el día, y el río frente a ellos parecía ser el último obstáculo antes de llegar a un lugar seguro para acampar. El agua les llegaba hasta la cintura, y aunque Ámbar intentaba ocultarlo, su herida la hacía caminar más lentamente y mantener el equilibrio era cada vez más difícil. Dimitri, que notaba cada detalle, se acercó y, sin pedir permiso, la alzó en sus brazos.

—Espera, ¿qué crees que haces? —protestó Ámbar, forcejeando ligeramente.

—Te estoy ayudando a cruzar, dulzura. —Él le sonrió con calma, sin mostrar el más mínimo esfuerzo por cargarla, como si llevarla fuera lo más natural del mundo—. No tienes que demostrar nada aquí.

Ámbar suspiró, aceptando finalmente el gesto, y permitió que él la llevara hasta el otro lado del río. Sentía el calor de sus manos y el leve olor a pólvora que emanaba de él, mezclado con el frescor del agua.

Una vez al otro lado, el equipo decidió montar campamento. Con el sol escondiéndose en el horizonte, cada uno instaló su tienda de campaña y se preparó para pasar la noche. Ámbar y sus compañeros se reunieron alrededor de una pequeña fogata, intentando mantenerse secos y calentarse un poco. Dimitri, después de ayudarlos con los preparativos, se alejó hacia el río para despejarse. Los soldados comentaban en voz baja que había tenido que encargarse de un soldado enemigo en el camino, y parecía querer estar solo por un rato.

Momentos en la fogata

Los compañeros de Ámbar empezaron a conversar y a bromear para aliviar la tensión del día. Uno de ellos, al notar que Ámbar no dejaba de lanzar miradas hacia el río donde Dimitri se encontraba, le dio un pequeño empujón en el hombro y sonrió con picardía.

—¿Qué pasa, Ámbar? ¿Es que no puedes dejar de mirar a nuestro “heroico” líder? —bromeó, levantando una ceja.

Ámbar se sonrojó y rápidamente desvió la mirada.

—Por favor, no digas tonterías. No es eso.

Otro soldado se unió a la conversación, y entre risas empezaron a provocarla más.

—Vamos, Ámbar. Lo negaste demasiado rápido. ¿Acaso tienes miedo de admitir que Dimitri te gusta un poco más de lo que deberías? —añadió mientras los demás reían suavemente.

Ámbar entrecerró los ojos, tomando un trago largo de cerveza para ocultar su incomodidad. Cada vez que negaba, sus compañeros la provocaban más, lo que hacía que bebiera un poco más para evitar responder.

Finalmente, después de varias negaciones y miradas furtivas hacia Dimitri, uno de los soldados hizo una pregunta que la dejó en silencio:

—¿Sabes? Si en realidad no te importara, no estarías así de nerviosa. A veces las miradas dicen más que las palabras.

Ámbar se quedó callada, su mirada fija en el fuego. Sabía que estaba siendo demasiado evidente, pero no podía evitar que sus ojos buscaran a Dimitri entre las sombras. Sabía que él también cargaba con sus propios fantasmas, y ver cómo se aislaba la hacía sentir una conexión que no terminaba de entender.

No puede ser, es cierto, lo estoy mirando demasiado. Pensó para luego tomar otro largo trago

Aprovechando que sus compañeros estaban distraídos, Ámbar se levantó y decidió acercarse al río con una botella de cerveza en la mano. Allí estaba Dimitri, sentado en una roca, con la mirada perdida en el agua. Parecía sumido en sus pensamientos, y por un instante, Ámbar sintió que él también era vulnerable.

—¿Todo bien? —preguntó ella suavemente, tomando asiento junto a él.

Dimitri se giró, sorprendido, pero su expresión pronto se relajó.

—Sí, solo necesitaba un momento para despejarme. Este trabajo no es sencillo… ni para el cuerpo ni para la mente.

Ambos se quedaron en silencio, contemplando el río que fluía bajo el brillo de la luna. Ámbar, quizás impulsada por el cansancio y las preguntas de sus compañeros, decidió romper la tensión que siempre existía entre ellos.

—Dimitri… No entiendo por qué haces todo esto. Quiero decir, a veces siento que estás ahí para mí más de lo necesario. ¿Por qué?

Él la miró fijamente, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de emociones que Ámbar no logró descifrar del todo, y que el alcohol que ya corría más por su cuerpo le impedía el doble poder entender.

—Tal vez porque sé que necesitas a alguien que esté ahí, aunque no lo admitas —respondió, con una sinceridad que desarmó a Ámbar—. Y porque, aunque no lo quieras, sé que tú también te preocupas por mí.

Ambos compartieron una mirada prolongada, hasta que el silencio se rompió por el sonido de un compañero llamándolos de regreso al campamento. Dimitri sonrió ligeramente y se puso de pie, extendiendo una mano para ayudarla a levantarse.

—Vamos, dulzura. Todavía queda mucho camino por recorrer.

Mientras regresaban al campamento, Ámbar no pudo evitar sentir que algo había cambiado entre ellos. La conexión que había comenzado como una pelea de enemigos parecía estar creciendo en algo más profundo, algo que no sabía si estaba preparada para enfrentar.


Pasión en el Campo de Batalla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora