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CORONEL

El coronel caminaba por los pasillos de la base, con la mente atrapada en una tormenta de pensamientos que parecía imposible de disipar. Sus palabras lo habían dejado inquieto, con una sensación incómoda de que ella se estaba alejando, de que algo estaba cambiando entre ellos. Sabía que Ámbar era fuerte, que no necesitaba que nadie la cuidara, y eso lo hacía admirarla aún más. Pero había un límite. Y hoy, al enterarse de que Dimitri, el comandante ruso, había sido visto demasiado cerca de ella, sintió que algo dentro de él se quebraba.

Llegó a la puerta de la habitación de Ámbar y se detuvo por un momento, intentando controlar su respiración y calmarse. La abrió y entró.

Lo primero que vio fue a Dimitri, tumbado en la cama de Ámbar con una expresión relajada, casi despreocupada, mientras acariciaba a Baby, el perro de ella. La imagen lo perturbó profundamente; Dimitri parecía demasiado cómodo, como si se sintiera con derechos sobre algo que no le correspondía.

El coronel se aclaró la garganta, tratando de mantener su voz firme.

—¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? —dijo, conteniendo su enojo.

Dimitri alzó la vista y esbozó una sonrisa calmada, con un toque de desafío que desató aún más el malestar del coronel.

—Relájate, coronel. Sólo estoy visitando a una amiga. —Dimitri recalcó la palabra "amiga" de manera que le sonó demasiado familiar, casi provocadora.

El coronel entrecerró los ojos, incapaz de contenerse.

—Amiga… —repitió con voz contenida—. ¿Así llamas a alguien cuando invades su espacio sin respeto?

Dimitri sonrió, con un gesto que parecía desafiar al coronel, como si estuviera esperando precisamente esa reacción. Alzó la mano, mostrándole a Baby, quien descansaba sobre su pecho, tranquilo e indiferente a la tensión que llenaba el ambiente.

—Baby no parece quejarse. ¿Por qué lo haces tú?

La respuesta del ruso fue la gota que colmó el vaso. El coronel sintió cómo la ira subía por su cuerpo. Sin pensarlo, se acercó a él, y con voz baja, cargada de una amenaza contenida, le dijo:

—No te atrevas a burlarte de mí.

Pero Dimitri no retrocedió; al contrario, sus ojos reflejaban un brillo irónico, como si disfrutara de la tensión que él mismo había provocado.

—¿Burlarme? —dijo con un tono suave, en el que había una mezcla de burla y lástima—. Coronel, creo que el problema es que no soportas ver a Ámbar… acercándose a alguien más.

La mención de Ámbar, y la forma en que Dimitri lo dijo, fue suficiente para que el coronel perdiera el control. Sin pensarlo dos veces, agarró a Dimitri por el cuello del suéter y lo levantó de la cama, mirándolo con furia contenida. Miro sus labios estaban hinchados como los de Ámbar hace un momento.

—Responde con sinceridad —dijo, apretando los dientes—. ¿Te atreviste a besarla?

Dimitri soltó una pequeña risa, y en sus labios apareció una mueca insolente.

—Digamos que probé esos labios que tanto te obsesionan. Y te aseguro que saben tan bien como te imaginas.

El golpe fue inmediato. El coronel no pensó, sólo actuó, lanzando su puño contra el rostro de Dimitri con toda la fuerza de su enojo. Dimitri retrocedió un paso, llevándose la mano a la boca mientras una línea de sangre aparecía en la comisura de sus labios. Pero en lugar de retroceder o defenderse, Dimitri sonrió.

—Patético —murmuró el ruso—. Todo esto sólo porque no soportas ver que otro hombre está cerca de ella.

Antes de que el coronel pudiera responder, escucharon la voz de Ámbar detrás de ellos, llena de autoridad y desaprobación.

—¿Qué demonios está pasando aquí?

Ambos se giraron para verla de pie en la puerta. Su expresión era severa, casi implacable, y el coronel sintió un nudo de vergüenza en el estómago. No había querido que ella los viera así, que presenciara una escena tan lamentable. Dimitri, por su parte, se limpió la sangre de los labios, sin dejar de mirarla con una mezcla de arrogancia y satisfacción.

—Ámbar… —comenzó el coronel, intentando explicar—. Yo… sólo quería asegurarme de que estuvieras bien. Por eso vine para esperarte mientras estabas en la sala medica, pero lo ví a él.....

Ella lo miró con una mezcla de decepción y cansancio, y cuando habló, su voz fue fría y profesional.

—Coronel, estás fuera de lugar. Esta es mi habitación, y no tengo que darte explicaciones de lo que hago o dejo de hacer.

Dimitri soltó una leve risa, como si la situación le resultara entretenida. Ámbar lo miró y luego volvió su atención al coronel.

—Necesito hablar en privado con Dimitri. Tú… estás libre para retirarte.

El coronel asintió, sintiendo una mezcla de humillación y resentimiento. Se dio la vuelta y salió de la habitación sin mirar atrás, con el pecho lleno de emociones contradictorias y la certeza de que había cruzado una línea que no debería haber cruzado.

Pasión en el Campo de Batalla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora