ÁMBAR
Ámbar se encontraba en su oficina, repasando informes, cuando el coronel Delacroix entró de golpe, con el rostro grave. Sin saludar, se dirigió al grano.
—Los superiores están pidiendo información sobre el prisionero ruso —dijo con un tono que no admitía excusas—. No podemos seguir manteniéndolo aquí sin más. Necesitamos algo concreto.
Ámbar asintió, aunque la mención de Dimitri la inquietó más de lo que habría querido admitir. Después de todo, había estado evitando cualquier encuentro con él desde el beso. Incluso lo había puesto en una celda. ¿Cómo podría enfrentarlo ahora, después de lo que había pasado?
—Entendido, coronel. Hablaré con él y obtendré la información que necesitamos —respondió con una voz más firme de lo que realmente se sentía.
—Hazlo cuanto antes. La situación no puede esperar más —el coronel la observó un momento más antes de girarse y salir del despacho, dejándola sola con sus pensamientos.
Maravilloso…
Al llegar a la celda, vio a Dimitri sentado en el suelo frío. Había ordenado a sus soldados que le llevaran agua y comida, pero él no había tocado nada; el plato seguía lleno.
—¡Volkov! —lo llamó firme, dejando atrás sus pensamientos.
Dimitri alzó la cabeza y sonrió sarcástico.
—¿Y tú qué quieres? —habló molesto.
Ámbar notó que no la llamó con su apodo habitual, lo cual la hizo pensar: ¿Por qué no me llamó así?
—Mis superiores están pidiendo información sobre Rusia. Necesito que me des algo —su semblante estaba serio.
—No lo creo —se puso de pie y se acercó un poco a ella—. Debí dejar que mis soldados derrumbaran este maldito lugar.
—¿Ah, sí? ¿Entonces por qué no lo hiciste? —Ambos se veían directo a los ojos, él molesto y ella confundida.
—Porque te vi a ti… —dijo, dudoso—. Por alguna razón, no dejé que lo hicieran cuando te vi a ti. Pero no te daré información, ¿para qué? ¡Para que destruyan nuestras bases y ganen ustedes, los franceses! No lo creo. Si te doy información, no será nada concreto.
—Solo necesito algo para que me dejen en paz por ahora. Necesito planear. Quiero acabar esta guerra, y tú sabes que Rusia no solo quiere territorio, quiere acabar completamente con nosotros y más —en sus ojos había dolor, confusión, caos, y Dimitri lo notó—. Dimitri… por favor.
Ese “por favor” Dimitri no lo pudo creer. Era la primera vez que lo llamaba por su nombre y no “Volkov” o “muñeco ruso”. Él lo pensó un momento, se acercó a las barandas de la celda y habló con molestia y desagrado en su voz.
—No te diré nada concreto, Ámbar, solo me buscas por información y nada más, pero…
Ámbar, ya muy irritada, soltó todo lo que tenía guardado.
—¡Ja! ¿Y para qué más te buscaría? Eres un prisionero, un enemigo. Que te hayas hecho ideas sobre nosotros ya es otra cosa —apretó la reja con fuerza y lo obligó a mirarla—. Esa noche nunca te besé, chillabas mucho y me tocó darte agua de esa manera. Necesitaba volver a mis papeles y tú te metiste ideas locas en la cabeza. Por esa falta de control me besaste. Algo que mi padre me enseñó fue a no dejarme llevar por mis sentimientos, a controlarlos antes de que ellos me controlen, algo que tú no tienes. —Lo miraba fría—. Dejaste que tu cabeza te metiera ideas locas, y por eso pasó lo que pasó. Pero entiende que no debes molestarte por eso, porque tú fuiste quien comenzó, Dimitri. Vine aquí por información, y eso tendré.
—Está bien, pero si no te dejas dominar, ¿por qué no me apartaste y ya? —decidió desafiarla—. Te daré tu información, no concreta claro. Pero antes quiero que respondas algo: ¿por qué piensas tanto en ese beso si sabes que para ti no significó nada, Ámbar? ¿Por qué? Dime, ¿acaso ese beso causó algo y estás intentando controlarte?
—Se supone que soy tu enemiga, pero ¿desde cuándo me miras con otros ojos? —sonrió desafiante—. Hay algo más aparte del enojo, ¿acaso es amor?
Sabía que él no respondería, y así como lo predijo, Dimitri soltó algo de información.
—Los movimientos en la frontera occidental se intensificaron hace unos meses —empezó, su voz baja pero firme—. Hay una base de operaciones cerca de la región de Omsk. No es grande, pero suficiente para lo que están planeando.
Ámbar lo escuchaba atentamente, intentando captar algo más, algo útil.
—¿Qué están planeando exactamente? —preguntó, tratando de no sonar desesperada.
Dimitri soltó una risa seca.
—Si esperas que te lo diga todo, te vas a quedar esperando. Lo único que te diré es que están movilizando recursos… explosivos, principalmente. Aunque lo más preocupante es que están trabajando en algo nuevo, algo que ni yo he visto antes. Pero no esperes que te dé más detalles. No estoy aquí para ayudarte a ganar esta guerra.
Ámbar sintió un nudo en el estómago. No era suficiente, pero era un inicio. Algo desconocido, algo peligroso.
—¿Y dónde están guardando esos explosivos? —insistió.
Dimitri la miró directamente a los ojos, desafiándola.
—Cerca de la frontera con Kazajistán, pero eso es todo lo que obtendrás de mí, capitán. No esperes más detalles. No lo haré tan fácil.
Ámbar entendió que Dimitri ya no hablaría mas, así que decidió darle la espalda e irse, pero él volvió a hablar.
—No estoy completamente seguro de que lo que siento sea amor, pero se que hay algo en ti me que atrae Miss Universo,—se escuchaba indeciso, pero con una chispa de gracia — pero no te confíes, no porque me encuentre confundido por esto significa que dejaré que ganen, dulzura.
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Pasión en el Campo de Batalla
General FictionPasión en el Campo de Batalla sigue la historia de Ámbar Dupont, la implacable comandante de las fuerzas francesas, y Dimitri Alexander Volkov Russell, el estratega más temido del ejército ruso. En un mundo donde la guerra ha redefinido fronteras y...