15

22 2 3
                                    

DIMITRI

Dimitri se encontraba en la habitación de Ámbar, atado de manos a la silla.

Sus muñecas ya dolían. Tenían ligeros cortes y marcas por el movimiento excesivo de sus manos al intentar liberarse.

Han pasado 30 minutos y "dulzura" no ha vuelto.

«¿Vas a llorar? Tampoco es para tanto.»

Y lo peor: me dejó con mi molesta conciencia.

Pasaron 40 minutos y Dimitri ya estaba cansado de ver todo el tiempo la cama de Ámbar. De pronto, algo captó su atención. Unas llaves. Pensó si serían las que Ámbar había usado para sus esposas.

Miró a todos lados en busca de algo que pudiera ayudarlo, pero no había nada. Suspiró y luego miró sus pies desatados, para después dirigir la mirada a las llaves. Estaban a tres metros de distancia.

Se quitó las botas y estiró las piernas hacia la mesa. Faltaba solo un poquito para alcanzarlas, pero no lograba tocarlas por más que se estiraba. Volvió a colocar sus pies en su posición inicial y notó que la silla se tambaleó un poco.

Utilizó sus piernas y pies para mover la silla y acercarse un poco más a la mesa. Volvió a estirar una de sus piernas y, esta vez, alcanzó la llave, pero esta cayó al suelo.

-¡Carajo!

Se tranquilizó e intentó tomar las llaves con los dedos de sus pies. Éxito. Intentó llevar las llaves a su boca, pero sus piernas no eran lo suficientemente flexibles como para lograrlo.

Suspiró agotado e irritado. Pensó en cómo liberarse. Lanzó las llaves a su boca y las atrapó con éxito, pero el frío y duro metal contra sus dientes le arrancó un quejido de dolor. Ignoró el dolor causado por las llaves y las colocó en su hombro; después hizo un movimiento suave que las hizo caer sobre su mano derecha. Movió las manos, pero estaban un poco lastimadas, por lo que, cuando movió sus muñecas, estas chocaron contra los bordes de las esposas.

Auch... ¿Por qué esto es tan difícil?

«No seas llorón y apúrate, ya me duele el trasero de tanto estar sentado.»

Ja, ja, muy gracioso.

Incrustó una llave en la cerradura e hizo unos movimientos, pero no cedió. Intentó con otra, y otra, pero ninguna funcionaba. Probó con la última, y esta vez sus manos fueron liberadas.

-¡Sí! -alzando las manos en señal de logro, pero de inmediato sintió dolor en las muñecas-. Y... ¡AUCH! ¡Mierda!

Sobó sus muñecas suavemente, hasta que escuchó un gruñido. Era Baby, el perro de Ámbar, y no parecía estar de buen humor.

Jejeje, qué divertido. El perro asesino de Ámbar está aquí. ¿Cómo fue que no lo vi o lo escuché entrar?

-Hola, amigo -sonrió nervioso.

WUAW.

Sí, estaba enojado. Al parecer, no le gustaba la idea de que Dimitri se hubiera soltado. Dimitri dio un paso atrás, y Baby dio uno adelante, para luego correr hacia él.

-¡AAAHH! -gritó asustado por toda la habitación-. ¡Espera, yo pensaba que éramos amigos!

Tomó la silla y la utilizó como escudo. Baby intentaba esquivar la silla y las cosas que Dimitri tomaba de la mesa de Ámbar. Abrió un cajón, ya acorralado en la cama, y encontró un peluche con forma de hueso. Lo lanzó. Baby lo vio y salió corriendo por el peluche, olvidándose por completo de Dimitri mientras jugaba con él.

Dimitri lo observó. Parecía que el perro no había jugado ese día, lo cual explicaba su mal humor. Agotado, decidió tirarse en la cama. Al hacerlo, sus pies chocaron con un pequeño libro de portada morada con un escrito que decía "Cristal". Era el segundo nombre de Ámbar.

Lo abrió y encontró diseños de dibujos. Uno de ellos estaba algo suelto: era Dimitri dormido, atado a las cadenas de la esquina cuando estaba en la habitación de Ámbar antes de ser enviado a la celda.

Wow... dibuja increíble, y sobre todo... soy muy guapo mientras duermo.

Siguió mirando los dibujos. Pasó páginas tras páginas, encontrándose con algunos dibujos de sus padres, lugares, hasta un bosque. Dimitri continuó observando con atención hasta que encontró un dibujo que le llamó la atención: era de la guerra. En el dibujo se veían cuerpos tirados; uno de ellos era un joven, probablemente Benjamín, manchado de sangre, pero en el dibujo solo aparecía su silueta. Estaba hecho de fragmentos.

Dimitri pasó la página y encontró algunas frases escritas como:

"Es raro, desde ese día no dejo de pensar en eso. Mis pensamientos se vuelven molestos por ese simple contacto. Sus ojos son muy lindos como el cielo, pero es muy idiota, siempre se ríe de todo, y me llama..."

La frase terminaba abruptamente. Pasó otra página y descubrió más frases.

"Desearía que existieran los genios, tal vez pediría un deseo para acabar la guerra. Quiero una vida. Casarme y tener una familia. Viajar, siempre quise ir a Corea, Italia y Roma, me encantaría ir, pero no puedo. Necesito ganar la guerra contra Rusia para que las personas dejen de morir y yo pueda salir de aquí, pero el muñeco ruso no me cuenta nada."

Volvió a pasar la página.

"¿Por qué no sale de mi cabeza? La noche anterior soñé con él. Me besaba, pero era extraño, ese sentimiento de nuevo. Las náuseas de mariposas, el cosquilleo... No entiendo qué me pasa. Hasta dejo que me pregunte cosas personales. Ya no soy tan seria; mi padre estaría decepcionado."

Pasó otra página, pero estaba en blanco. Dimitri miró las fechas de los escritos y correspondían a los días en que él había llegado al búnker. El día del beso estaba registrado. Dimitri pensó que Ámbar lo miraba y pensaba en él más de lo que él creía. Dejó el libro sobre la mesa y quiso dirigir la mirada hacia Baby, quien jugaba en el suelo, pero el perro ya estaba sentado a su lado en la cama.

-¡AAH! -se sobresaltó al verlo-. ¡Maldito perro! Casi me das un infarto...

Puso la mano sobre su pecho mientras fulminaba con la mirada a Baby. Dimitri iba a hablar, pero la puerta de la habitación se abrió, dejando caer un cuerpo al piso. Dimitri se puso de pie y se acercó.

-¿Ámbar?

Pasión en el Campo de Batalla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora