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DIMITRI

Dimitri cruzó los brazos, mientras que Ámbar buscaba en el armario del coronel algo de ropa. Era el único hombre que tenía una altura parecida a la Dimitri.

Ámbar le entrego la ropa, unos pantalones camuflados, botas, y un suéter verde, él no quería el chaleco francés, no le agradaba en nada, pero si le robó un par de ropa interior al coronel.

Dimitri se frotó los ojos con cansancio antes de entrar al cuarto de Ámbar. Mientras tanto, Ámbar se preparaba para salir y revisar los daños en la superficie, provocados por el reciente ataque. Mientras recogía sus cosas, un silbido suave escapó de sus labios. El perro apareció al instante, moviendo la cola con entusiasmo.

—Ven aquí, Baby —dijo, agachándose para acariciar el suave pelaje del animal, que respondía con una mirada tierna. Baby era un pastor belga, fuerte y leal, entrenado para seguir sus órdenes al pie de la letra. Sin embargo, con Ámbar, siempre era un cachorro. Su perro era uno de los pocos seres que lograba calmar su mente.

—Cuida a Dimitri, ¿de acuerdo? —susurró con una sonrisa, rascándo le detrás de las orejas.—Si intenta algo…. Mátalo.

—Ja, ja. Muy graciosa —dice sarcástico

Dimitri trago saliva, observando al animal que ahora lo miraba fijamente. El perro no necesita gruñir para intimidar su presencia era suficiente. Ámbar se acerco, le dio un pequeño abrazo y salió de la habitación. Dimitri volvió a mirar al perro y sonrió levemente. Algo de esta escena le parecía irónico.

Un perro me está cuidando, maravilloso, ¿Qué puede ser peor que la propia líder de unos soldados que te cuiden personalmente por si te escapas y así meterte un tiro?. Ah, si, su maldito perro arranca cráneos.

Pero había algo más en el ambiente que lo inquietaba, y no era solo el perro. Había empezado a ver a Ámbar con ojos diferentes. Algo la atormentaba, algo más profundo que la guerra, y aunque no entendía del todo por qué, le preocupaba.

Sin más, entro al baño.  El sonido del agua de la ducha llenaba el pequeño espacio mientras dejaba caer su ropa al suelo. El vapor comenzaba a empañar el espejo, y aunque el cuarto era frío y minimalista, el agua caliente lo envolvió, dándole un breve respiro de la realidad que lo rodeaba. La guerra, el caos, todo parecía distante mientras el agua caía sobre su piel.

ÁMBAR

Había dejado a Baby cuidando del muñeco ruso. Mientras tanto, Ámbar, recorría los túneles del búnker, dirigiéndose hacia la superficie. A pesar del impacto de los bombardeos, el lugar había resistido, aún que claro si tuvo sus consecuencias. Al llegar la vista era sombría. Varios puntos del techo exterior estaban agrietados  y una de las entradas colapsadas.

Se acercó a uno de los ingenieros que revisaba el daño.

—¿Qué tenemos?—pregunto con voz firme

—Nada crítico, comandante, pero necesitaran al menos dos días para asegurar la estructura. Las bombas causaron estragos, pero tuvimos suerte de que no perforan la entrada principal.

Ámbar asintió, satisfecha en parte, aunque la presión en su pecho no desaparecía. Sabía que el ataque era solo el inicio, y la situación con Dimitri colgaba en el aire. Decidida a mantenerse firme, dio algunas órdenes a los demás para que reforzaran la seguridad y regresar al interior del búnker.

Al regresar a su habitación, encontró a Dimitri ya con la ropa puesta que le había dado y haciendo ejercicios tirando en el suelo. Baby estaba sentado mirando fijamente, cuando vio que llegué corrió hacia ella y yo lo saludó. Dimitri la observo, se había puesto de pie y Ámbar no pudo no registrar lo completo.

Es muy alto. Esa ropa le queda algo ajustada y se le marca el cuerpo…. Sebe bien, muy bien a decir verdad. Será mi maldito enemigo, pero hay que admitir que el muñeco ruso es atractivo.

«hmmm. Concéntrate mujer »


—Parece que sigues vivo.—dejo sus pensamientos de lado, entro en la habitación, se quito el chaleco y quedó en una blusa de tirantes verdes.—Ahora vuelve a las cadenas. Vamos.

Pasión en el Campo de Batalla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora