ÁMBAR
Ámbar sintió los labios de Dimitri sobre los suyos y, por un segundo, el mundo dejó de tener sentido. Fue un instante fugaz en el que todo lo que la rodeaba se desvaneció, sumergiéndola en una sensación desconocida, una mezcla de sorpresa, confusión y algo que no quería aceptar: atracción.
Su cuerpo se quedó inmóvil, sus pensamientos nublados. ¿Qué está pasando?, se preguntaba. No había esperado que Dimitri fuera capaz de algo así. Él era su prisionero, un enemigo. Ese beso no tenía razón de ser, pero ahí estaba, y lo sentía con una intensidad que la descolocaba.
Por un momento, quiso apartarlo, empujarlo y poner distancia entre ambos, como siempre había hecho en situaciones de vulnerabilidad. Pero sus manos no reaccionaron. Estaban allí, atrapadas entre la confusión y el deseo de dejarse llevar. ¿Por qué no lo detengo?, se repetía una y otra vez. ¿Acaso mi cuerpo está traicionando a mi mente?
El sabor de sus labios era una sorpresa que no esperaba: cálidos, firmes, con una extraña mezcla de fuerza y suavidad que la hizo temblar. El pulso acelerado de su corazón resonaba en sus oídos, como si fuera a explotar en cualquier momento. Esto está mal, pensaba, pero su cuerpo no respondía. Sentía el calor de Dimitri, su cercanía abrumadora, y una parte de ella se odiaba por no poder detenerlo.
¿Por qué me siento así? Ámbar siempre había sido fuerte, controlada, capaz de resistir cualquier situación difícil, incluso ante el peor de los enemigos. Pero ahora, frente a Dimitri, esa fuerza parecía quebrarse, como si él fuera capaz de desarmarla con un simple gesto.
El beso no duró más que unos segundos, pero en su interior, cada instante fue eterno. Cuando Dimitri se apartó, todo lo que pudo hacer fue mirarlo, sorprendida y furiosa a la vez. Sentía la sangre hervirle en las venas, pero no sabía si era por la ira o por esa inesperada conexión que la había dejado vulnerable.
El silencio entre ambos era casi insoportable. Dimitri la miraba, esperando una reacción, una respuesta, pero Ámbar no podía articular palabra. Su mente se debatía entre el deseo de golpearlo por atreverse a besarla y esa extraña sensación de vacío que había dejado en sus labios cuando se aportó.
¿Qué es lo que acaba de pasar? ¿De verdad ese muñeco ruso me besó?, se repetía una y otra vez. No podía comprenderlo, ni siquiera quería intentarlo. Lo único que sabía era que su corazón seguía latiendo con fuerza, y no por la batalla ni por el deber. Era él, Dimitri, el causante de ese caos dentro de ella.
-No vuelvas a hacer eso... -murmuró al fin, con una voz débil, casi inaudible. Pero ni siquiera ella estaba segura de querer creer en esas palabras.
-Como tú digas, dulzura -sonrió Dimitri-. Por cierto, si eres dulce.
Ámbar solo lo observó. Dimitri había llegado a la esquina donde estaban las cadenas y se las había puesto de nuevo. Salió del cuarto y empezó a caminar sin rumbo.
Ya fuera de la habitación, Ámbar intentó calmar su respiración. ¿Por qué lo hizo? Debería haberlo dejado encadenado.
¿Y te gustó?-preguntó una voz interna.
No... Sí... No sé. Bueno, Dimitri, digo, el muñeco ruso es atractivo. Sus cabellos rizados son dorados como los rayos del sol, sus ojos azules... ¿Qué es lo que estoy diciendo? Si mi padre me viera ahora, estaría decepcionado. Pasó años entrenándome para que mis sentimientos no me dominaran.
No sé por qué te cuesta aceptar que sí te gustó.
Es que no me gustó. Sentí un cosquilleo extraño en el estómago.
Esas son las legendarias mariposas en el estómago.
¿Mariposas? Se siente más como náuseas. No me gusta. También sentí una corriente bajando por mi espina dorsal, era súper molesto. Pero sus labios... eran suaves. No me gusta esto. No puede volver a pasar.
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Pasión en el Campo de Batalla
General FictionPasión en el Campo de Batalla sigue la historia de Ámbar Dupont, la implacable comandante de las fuerzas francesas, y Dimitri Alexander Volkov Russell, el estratega más temido del ejército ruso. En un mundo donde la guerra ha redefinido fronteras y...