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ÁMBAR

El calor de los labios de Dimitri aún persistía en los de Ámbar. Cerró los ojos por un segundo, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba con la proximidad de él, aunque su mente peleaba para mantener el control. ¿Qué estoy haciendo? Pensó, sintiendo el suave y embriagador toque de Dimitri en su barbilla.

No… esto no puede estar bien, intentaba convencerse, pero sus labios traicionaban sus pensamientos. Eran demasiado suaves, demasiado perfectos para ser los de su enemigo. El ritmo de su corazón se aceleraba, y aunque intentaba resistirse, no podía ignorar el calor que sentía cuando estaban tan cerca.

Los labios de Dimitri se movían lentamente contra los suyos, tan cálidos y firmes, y por un instante, Ámbar casi cedió por completo a esa sensación de tranquilidad y deseo que la estaba consumiendo.

Sus labios son… son… perfectos ¡No! ¿Qué estoy pensando?,

se recriminó internamente, tratando de recuperar el control. No podía dejarse llevar por él. Es el enemigo…, se repitió, aunque con cada segundo, ese pensamiento parecía desvanecerse en el aire. Sin embargo, el dolor en su brazo la arrancó abruptamente de sus pensamientos. Dejó escapar un suave gemido de incomodidad.

Dimitri retrocedió, preocupado.

—¿Estás bien? —su voz sonaba agitada, aún ronca por la intensidad del momento.

Ámbar asintió, aunque el dolor en su brazo se hacía cada vez más fuerte. Necesitaba atención médica, y rápido.

—Tengo que ir a la enfermería… —dijo ella con la voz entrecortada, intentando alejarse del caos de sus pensamientos y del calor que aún sentía en sus labios.

—Te llevo… —Dimitri se ofreció de inmediato, intentando ayudarla a levantarse, pero ella apartó su mano con firmeza.

—No, si te ven, podrían atacarte. —Su tono era frío y distante, aunque había algo de fastidio en su voz.

Salió de la habitación con rapidez, apretando el pedazo de tela contra su brazo herido, mientras sus pensamientos seguían enredados en lo que acababa de suceder. ¿Cómo podía besarme así? ¿Por qué lo dejé? El sabor de sus labios aún persistía, lo odiaba… pero también lo deseaba.

Caminaba por los pasillos, casi como si flotara, ignorando las miradas curiosas de los soldados. De repente, se topó con el coronel. Su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y desdén, pero Ámbar ni siquiera le prestó atención. Tenía cosas más importantes en su cabeza que el juicio de aquel hombre.

—Dupont, ¿dónde estabas? —preguntó el coronel, tratando de bloquearle el paso con su imponente figura.—¿Y por qué tienes los labios tan hinchados?

Ella simplemente lo esquivó sin detenerse.

—No es tu problema, coronel —respondió secamente, sin mirarlo. El dolor de su brazo comenzaba a intensificarse, y lo único que quería era llegar a la enfermería.

Entró apresurada en la sala médica y uno de los médicos alzó la vista al verla. Se acercó de inmediato al verla presionando la herida.

—¿Qué te ha pasado? —preguntó preocupado.

Ámbar intentó no pensar en lo que acababa de vivir. Quería enfocarse solo en el dolor físico. Porque ese, al menos, tenía una solución clara.

—Me corte con uno de los tubos de oxígeno en la fosa tres — Explico

—Esta bien. ¿Paso algo más? — Pregunta mientras busca en Carito hilo y agua, para tomar puntos

—No.

Ámbar no podía dejar de pensar en ese beso. Cuando se encontró con el coronel él le pregunto porque sus labios estaban así. Ella no se había detenido a pensar en eso, solo lo ignoro, ¿Deberás están tan hinchados?, se preguntó.

Ámbar sintió una punzada de dolor en su brazo junto a su herida. Se quejo y se removió un poco en su puesto. El alcohol que el doctor empezó aplicar le ardió un poco.

—Por favor no te muevas. Voy a tomarle algunos puntos con el hilo y aguja. — pedio amablemente concentrado en lo que hacía. Ámbar hizo caso y volvió a pensamientos.

¿Qué me está pasando?, estoy dejando que el muñeco ruso me bese y juegue conmigo. Tengo que parar esto, pero ya, no podemos seguir así. Si el coronel y algunos de los soldados nos ve me quitarían en el puesto como comandante y posiblemente me maten o me dejen a mi suerte. Tengo que pararlo.

«Tienes, pero no quieres ¿O me equivoco? »

Te equivocas. Quiero pararlo y tengo que pararlo.

«Si quisieras pararlo lo habrías hecho hace rato. Desde la primera vez. O tengo que recordar te lo bien que se sintió ese beso. »

Eres mi conciencia y no estás de mi lado, pero si del muñeco ruso.

«Soy tu conciencia y estoy aquí para contradecir te Cuando piensas o haces algo mal. No estoy del lado de nadie.  Además se lo que piensas, y lo que pensaste en ese beso, fue algo como.. * Sus labios son tan suaves… dulces … jamás probé labios como estos. Son toques tan tiernos… me hacen sentir el las nubes, pero es mi enemigo y por esa razón también me siento apunto de tocar el mismo infierno. No sé que me pasa, esto esta muy mal, pero a decir verdad quiero …. *»

Ok, ya entendí. Pero hay que pararlo, lo sabes.

«Es cierto ¿Pero lo deseas? ¿Deberás quieres pararlo?»

En este momento no importa lo que yo quiero. Pero si, quiero…… quiero pararlo ….

«Mentirosa»

—Listo. —Se escucho decir al doctor, sacando a Ámbar de su pelea mental.—Eres muy fuerte Ámbar. De todos los pacientes que he tenido que curar, suturar y más. Tú siempre eres la más fuerte. No te quejas.

—Gracias, doc. — Agradece aún un poco perdida y mira su brazo — ya me tengo que ir. Gracias por sus servicios.

—De nada capitana. Estoy siempre listo para ayudar a mi gente. — dice sonriendo. Ámbar asiente y sale de la habitación.

Ya fuera y cansada decide volver a la habitación.  Al llegar a su cuarto, no sabía que había pasado. Dimitri el coronel se encontraban justo en medio de una pelea.






Pasión en el Campo de Batalla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora