Cuando Pase el Temblor

Eres

Jessica llegó a las 5:28 a la escuela, llevándose la sorpresa de que Memo ya estaba ahí, esperándola. Se despidió de Pedro con la mano y caminó hasta donde estaba el chico, quien parecía estar perdido en sus pensamientos, jugando nerviosamente con sus manos.

-Hola, no esperaba que llegaras temprano -dijo, sintiendo una ligera incomodidad por no saber cómo comenzar la conversación. Después de todo, lo había invitado impulsivamente.

-Es que no quería que estuvieras esperando -respondió Memo, con una tímida sonrisa mientras sus dedos se entrelazaban sin cesar.

-A mí me pasó lo mismo -rió un poco, tratando de aligerar la tensión-. ¿Nos vamos?

El chico asintió, comenzando a seguirla en silencio. Mantenía la mirada en el suelo, sintiéndose extraño. No era exactamente como había imaginado su primera salida con una "amiga". Se quedó unos pasos atrás hasta que escuchó su nombre.

-¡Memo! No te quedes atrás -la chica se detuvo, esperando que llegara a su lado-. ¿Cómo te fue en el resto de tu primer día?

-Bien, creo. De hecho, me aceptaron en el grupo. Marifer me perdonó y me invitó a ir con ellos al videoclub después de nuestra salida.

El semblante de la chica decayó ligeramente, pero se apresuró a disimular.

-Oh, si quieres te puedo llevar. No queda muy lejos de aquí -ofreció con un tono casual, aunque en el fondo deseaba que él prefiriera quedarse un poco más con ella.

-¡No! No es que... les dije que los vería después -se apresuró a aclarar Memo.

Tras un silencio incómodo, la chica simplemente asintió con un vago "okey". Siguieron caminando juntos, y la tensión fue cediendo. Se permitieron disfrutar de los parques y tiendas del vecindario, explorando sin prisa. Después de un rato, ella lo tomó del brazo de forma juguetona y lo arrastró hacia "La Michoacana".

-Vamos por un helado, ¿te parece?

Memo asintió con una sonrisa que comenzaba a asomar en su rostro. Una vez en la heladería, ella pidió un helado de cereza y él uno de chocolate. Al acercarse a la caja, el chico estiró el dinero antes de que ella pudiera sacar lo suyo.

-Yo iba a pagar -reprochó la chica, extendiéndole el billete.

-No, tú pagarás la siguiente vez que salgamos -dijo Memo con más valentía de la que pensaba que tenía, esperando que ella no lo rechazara.

La chica entrecerró los ojos fingiendo estar molesta, pero en realidad estaba emocionada por la posibilidad de otra salida. Finalmente, asintió con falsa derrota.

El reloj de la joven sonó, marcando las 6:30. Se le nubló un poco la sonrisa; aún le quedaba una hora antes de tener que volver a casa. Por primera vez en mucho tiempo, se estaba divirtiendo de verdad.

-Deberíamos ir a comprar mi walkman. Ya se está haciendo algo tarde.

Salieron de la heladería y caminaron hasta la tienda de Don José. Al entrar, el aire cálido los envolvió. No era bochornoso, sino reconfortante. El ambiente estaba lleno de la voz de Julio Jaramillo, cantando *Nuestro Juramento*. El dueño de la tienda, al verlos entrar, dejó su periódico a un lado y se levantó con una sonrisa.