Capítulo 10.

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Jimin observaba desde la ventana de su habitación, con los ojos fijos en la escena que se desplegaba en el jardín. La luz tenue del atardecer arrojaba un brillo dorado sobre el equipo forense que rodeaba la pequeña casa de madera. Los detectives y técnicos sacaban fotos, tomaban notas y hablaban en susurros, mientras los restos de los niños del orfanato, sus amigos, eran cuidadosamente empaquetados y trasladados lejos de allí. Era una escena surrealista, como si todo perteneciera a una película de terror que él mismo no podía detener.

 Era una escena surrealista, como si todo perteneciera a una película de terror que él mismo no podía detener

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El nudo en su pecho se había relajado un poco gracias a los calmantes que Jungkook le había dado. Se sentía adormecido, pero el peso de la tristeza y el horror todavía estaba presente, como una sombra que nunca desaparecía del todo. Jungkook, tras asegurarse de que Jimin descansara, había salido a hablar con la policía. Wonyoung también había estado allí, observando el lugar, pero para cuando cayó la noche, tanto ella como la policía se habían retirado. Se llevaron las pruebas, los cuerpos... y, para Jimin, con ello también se habían llevado parte de su historia.

La puerta de la habitación se abrió suavemente, y Jungkook entró con una bandeja de comida en las manos. Su mirada cansada se posó sobre Jimin, quien estaba sentado en medio de la cama, con la mirada perdida en la televisión donde reproducía videos antiguos de los niños del orfanato. Era doloroso verlo así, reviviendo los recuerdos de sus amigos perdidos, pero Jungkook entendía que no podía sacarlo de ese pozo oscuro con palabras suaves.

Dejó la bandeja sobre la cama y se cruzó de brazos, frustrado. Odiaba que Jimin estuviera mirando esos videos. Esos recuerdos deberían ser un consuelo, pero ahora solo servían para atarlo más a un pasado que lo estaba destrozando.

—¿Había cuatro, verdad? —preguntó Jimin sin despegar la vista de la pantalla.

—Sí —respondió Jungkook, con la voz tensa.

—Cuatro cadáveres —repitió Jimin, con un bufido de desesperación. El peso de la realidad lo aplastaba. Sentía su pecho comprimirse, como si ya no hubiera espacio para respirar. —Eran todos mis amigos. Seokjin, Hoseok, Yoongi y Namjoon.

Jungkook dio un paso hacia él, con intención de consolarlo, pero Jimin continuó, su voz apenas un murmullo cargado de angustia.

—Hye los mató, por eso esa noche revisaba la casa de madera. Quería deshacerse de sus cuerpos antes de que nosotros los encontráramos.

—Jimin... —Jungkook se sentó en el borde de la cama, agotado física y emocionalmente. —Apaga eso. —Le indicó, señalando la televisión. —Come algo, y luego durmamos. Ha sido un día largo.

Pero Jimin lo ignoró. Estaba atrapado en sus propios pensamientos, aquellos que llevaban días acechándolo.

—¿No lo entiendes? —Jimin alzó la voz, sus ojos buscando los de Jungkook con una mezcla de urgencia y temor. —Los niños jugando mataron a Taehyung, el hijo de Hye. Y ahora están jugando con Minho y conmigo. Minho está en peligro, tengo que encontrarlo... pero... —Su voz se quebró, y dejó escapar un suspiro pesado y lleno de resignación. —Ya no sé cómo se juega esto. No sé si estoy jugando de la forma correcta.

El Orfanato ➳ KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora