Al amanecer, Jimin se levantó con el cuerpo pesado, pero decidido. Apenas el sol comenzaba a asomar por las montañas cuando salió de la residencia, con su canasta en mano, dirigiéndose al bosque que lo rodeaba. El rocío cubría el suelo y los árboles, el aire fresco lo envolvía, y el crujir de las hojas bajo sus pies le hacía recordar tiempos más simples, aquellos en los que se adentraba en esos mismos caminos con sus amigos de la infancia. Sonrió con tristeza al pensar en ellos, en cómo la vida los había separado y en cómo había cambiado todo desde entonces.
Mientras recogía los frutos rojos y arándanos, su mente divagaba, llenándose de imágenes del pasado. Eran días en los que, siendo solo un niño, corría por el bosque riendo, sus manos manchadas de jugo de frutas mientras competía por ver quién llenaba primero la canasta. En aquel entonces, la vida en el orfanato parecía más fácil, más inocente. Los encargados, siempre amables, los mimaban con tartas de frutas caseras, las mismas que hoy Jimin se disponía a preparar. Aquel lugar había sido su hogar y, de alguna manera, había vuelto a ese pasado con cada paso que daba por el bosque.
De regreso a la residencia, Jimin entró a la cocina y comenzó a trabajar en silencio. Sus manos se movían mecánicamente, como si recordaran perfectamente los pasos para hacer las tartas de frutas. Los ingredientes se mezclaban bajo su tacto experto, y el aroma del pan casero llenaba el aire, transportándolo aún más a su niñez. Sin embargo, mientras trabajaba, un dolor agudo en la espalda lo distrajo por un momento. Un tirón le recorrió la zona lumbar, obligándolo a detenerse brevemente. Hizo una mueca, pero lo ignoró. No había tiempo para ceder al cansancio físico ni al agotamiento mental que lo carcomía desde hacía días. Tenía una misión.
Cuando la merienda estuvo lista, Jimin dispuso la mesa con meticulosidad. Colocó las tartas, el pan y el té negro, todo en la vajilla de porcelana antigua, los mismos que solían usar en el orfanato. Acomodó los frascos de dulce y una canasta llena de frutas en el centro, asegurándose de que cada detalle fuera perfecto. Algo dentro de él le decía que este momento, esta comida, era crucial. Sentía un frío recorrerle el cuerpo mientras terminaba de arreglar la mesa, pero a pesar del miedo que lo asaltaba, una pequeña voz en su interior le susurraba que estaba haciendo lo correcto.
Con la mesa preparada, Jimin se retiró a su habitación, donde su mirada se posó en la prenda de ropa que había dejado sobre la cama minutos antes. Un uniforme azul, viejo y desgastado, pero lleno de significado. Lo había encontrado esa mañana, al revolver unas cajas olvidadas en la antigua casa de madera. El simple hecho de mirarlo le provocaba una mezcla de nerviosismo y nostalgia, como si al usarlo, trajera consigo recuerdos que había enterrado.
Con manos temblorosas, lo tomó y se dirigió al baño. Frente al espejo, su reflejo le devolvió una imagen que apenas reconocía. Estaba demacrado, su piel pálida y ojerosa, sus ojos apagados, como si la luz que solía tener se hubiera extinguido. Soltó un suspiro y, alejando esos pensamientos, se puso el uniforme. Una vez vestido, agarró la manija dorada y la guardo cuidadosamente en el bolsillo delantero del uniforme. Jimin sentía que la necesitaría en algún momento. Y por último, antes de salir se colgó al cuello la cadena que Jungkook le había prestado, un amuleto que lo reconfortaba de una manera inexplicable.
Ya listo, salió de la habitación con pasos lentos pero decididos. Afuera, el aire era más frío, y mientras caminaba hacia el costado de la residencia, Jimin no pudo evitar sentir el peso de lo que estaba a punto de hacer. Frente a él, la campana colgaba inmóvil de un poste, la misma que en el pasado resonaba para reunir a los huérfanos cuando era hora de realizar alguna actividad. Se detuvo, su corazón latiendo con fuerza en su pecho, sus manos sudorosas al acercarse a la cuerda que colgaba del interior de la campana.
Posó la mano sobre la cuerda con una mezcla de temor y resolución. Sabía que tocar esa campana era más que un simple llamado. Era un símbolo, un puente entre el pasado y el presente. Lo hacía por Minho, por los otros niños que habían compartido con él esos días en el orfanato. Jimin no podía permitirse vacilar.
![](https://img.wattpad.com/cover/220408840-288-k661725.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El Orfanato ➳ KookMin
Fiksi PenggemarJimin junto a Jungkook, su marido, deciden comprar el orfanato en el que pasó su infancia con el propósito de restaurar el edificio abandonado y reabrirlo convertido en una residencia para niños discapacitados. Una vez allí, descubre que el viejo lu...