CAPÍTULO 10: GULFIE

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Una semana después de que regresemos de Nueva York, estoy filmando mi primera escena desde que Mew y yo tuvimos relaciones sexuales. Los ojos de Mew están sobre mí como siempre, observando cada uno de mis movimientos mientras cabalgo a Campy, clamando teatralmente por la cámara.

–¿Eso se siente bien? ¿Vas a venirte para mí?–. Pregunta Campy. No suele ser de los que hablan sucio fuera de lo que está estrictamente en el guión, y su pregunta me hace darme cuenta de que probablemente ya hemos hablado lo suficiente. Estaba tan perdido en mis pensamientos sobre Mew que apenas me di cuenta.

–Sí–, gimo, rebotando más rápido, manteniendo a Mew en mi línea de visión, evocando recuerdos de su polla llenándome y sus palabras sexys en mi oído mientras Campy envuelve una mano alrededor de mi polla y me masturba hasta que me corro, con un gemido exagerado.

Él sigue rápidamente detrás de mí, saliendo, quitando el condón y terminando en mi estómago.

Mew grita corte y, como de costumbre, aparece una toalla de parte de uno de los asistentes de escena. Me bajo de Campy y me limpio, apresurándome a ponerme la ropa interior bajo los ojos de lo que se siente como un millón de personas.

–Gulfie, ¿te importaría una charla rápida conmigo después de que te limpies?– Pregunta Mew. Suena distante e impersonal, y me pregunto si está actuando a propósito o si Nueva York no significó nada para él.

–No hay problema–, digo.

–Genial, ven a mi oficina cuando estés listo–. Un poco de calidez se filtra en su tono al final, y no me pierdo la forma en que sus ojos parpadean sobre mi cuerpo casi desnudo antes de que desaparezca por el pasillo.

Mi estómago revolotea con entusiasmo. Quizás él ha estado pensando en lo que pasó en Nueva York tanto como yo. Me he mantenido despierto por la noche pensando en él, tratando de decidir cómo se sentiría si le enviaba un mensaje de texto.

He escrito más de un mensaje diciéndole que extraño su polla, extraño sus brazos a mi alrededor, que no puedo dejar de pensar en lo que pasó en Nueva York. Pero borré todos sin enviarlos. Es un hombre que sabe lo que quiere, y si me quiere a mí, no tengo ninguna duda de que me lo hará saber.

Llamo a la puerta de su oficina y entro cuando me grita que pase. No he visto mucho a Mew desde que regresamos a Los Ángeles, y algo me dice que ha sido a propósito. Ni siquiera vino a cenar con todos nosotros ayer como lo haría normalmente cuando salimos a comer tacos y bebidas.

Sus ojos están en mí mientras cierro la puerta detrás de mí, y es demasiado fácil recordar cómo se sintió cuando fueron sus manos. Mi polla comienza a ponerse dura ante los recuerdos del mejor sexo que he tenido en mi vida, y créeme, eso es realmente decir algo.

–¿Me querías?– Le pregunto en un tono sugerente, batiendo mis pestañas hacia él.

–Sí–, dice Mew, aclarándose la garganta y señalando la silla frente a su escritorio. –Es un poco de último minuto, pero hay una marca de ropa interior que quiere que algunos de ustedes modelen para ellos. Te eligieron, específicamente –.

De acuerdo, no es exactamente lo que esperaba.

–¿Qué marca?– Pregunto. No voy a modelar para un par de ropa interior barata con la que no me luciría, se llama integridad.

–Hermoso botín. El rodaje es mañana por la mañana. Como dije, es de último momento, pero ofrecen una compensación generosa –.

–Claro, por qué no–, estoy de acuerdo. Tengo algunos pares y me gustan bastante, además un cheque de pago extra nunca está de más, eso es seguro.

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