꧁Capitulo 29꧂

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Narrador Omnisciente:

4 años después de la pelea...

Enzo miraba la pista vacía mientras la bandera ondeaba marcando la victoria de Max. Sus manos, apretadas en puños, temblaban. Cada fibra de su cuerpo estaba tensa, y la rabia le consumía, no solo por la derrota en la carrera. Era más profundo, un sentimiento que lo corroía desde hacía tiempo.

—No lo tomes tan personal, Enzo. Solo es una carrera —dijo Carlos, su compañero de equipo, con una leve sonrisa, intentando calmar el ambiente.

Enzo desvió la mirada hacia él, sus ojos oscurecidos por la frustración.

—No es solo una carrera, Carlos —respondió con voz dura—. Todo en mi vida ha sido desplazado. Es como si Max lo hubiera reclamado todo. No se trata solo de ganar aquí o allá, es... —Se detuvo, incapaz de poner en palabras lo que más le dolía—. Es como si todo lo que he construido ya no fuera mío. Mi lugar en el equipo, mis victorias, hasta... hasta cosas más personales.

Carlos suspiró, entendiendo la gravedad de lo que su amigo estaba diciendo, pero sin saber cómo responder. Justo en ese momento, Rebecca apareció, interrumpiendo la tensión.

—Es hora de irnos —dijo, colocándose junto a Carlos—. Vamos a llegar tarde.

Carlos aprovechó la oportunidad.

—Estamos yendo al Paddock a desayunar con Max y Marlena. Tal vez te ayude a aliviar tensiones. ¿Vienes?

Enzo frunció el ceño y negó con la cabeza.

—Ya te dije que no quiero verlos. No insistas.

Rebecca, con su habitual calma, intervino.

—No vamos a insistir. Pero si te hace sentir mejor, puedes acompañarnos aunque sea para ver cómo están. Si no te sientes cómodo, sigues de largo —le dijo con suavidad.

Enzo no respondió de inmediato. Los observó, sintiéndose atrapado entre su deseo de alejarse de todo y la necesidad de estar cerca, aunque fuera para entender lo que estaba pasando. Finalmente, sin una palabra más, comenzó a caminar detrás de ellos.

Cuando llegaron al Paddock, el ambiente era denso. Max y Marlena estaban sentados a la mesa, pero reinaba un silencio incómodo. Max, con el ceño fruncido, hablaba en voz baja pero firme.

—¿Por qué no llevas el anillo que te regalé? —preguntó, su tono cargado de reproche—. Pero ese collar... lo llevas todo el tiempo.

El corazón de Enzo se aceleró al escuchar la mención del collar. Ese era su regalo, algo que había dado a Marlena en un momento donde las cosas entre ellos eran diferentes. La rabia lo invadió, no solo hacia Max, sino hacia todo lo que ese momento representaba. Estaba a punto de intervenir, de saltar a la defensiva para protegerla, pero Marlena alzó la mirada y sus ojos se encontraron.

Enzo se detuvo, notando algo distinto en su expresión, como si una decisión se hubiera formado dentro de ella.

Marlena, con movimientos lentos y calculados, se llevó la mano al cuello y se quitó el collar. Su rostro no mostraba emoción alguna mientras lo hacía. Luego, habló con calma.

—Me gusta el significado de la palabra —dijo, refiriéndose al grabado en el collar—. Por eso lo llevo, no por lo que significaba antes.

Max no respondió, y antes de que alguien más pudiera hablar, Marlena se levantó y se alejó de la mesa.

Carlos observó la escena en silencio, luego miró a Rebecca y le dio un apretón en la mano.

—Ahora vuelvo —le dijo antes de seguir a Marlena.

El Amor En La Última VueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora