꧁Capitulo 28꧂

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Narrador Omnisciente:

2 años después de la pelea...

La música retumbaba en las paredes del salón, y las chicas se movían al ritmo de los éxitos más animados de la noche. Mariana, la estrella de la noche, estaba en el centro, su vestido corto de lentejuelas brillando bajo las luces de colores mientras bailaba con una sonrisa tan amplia que parecía que no iba a borrarse nunca.

—¡Esta fiesta es épica! —gritó Alexandra, riendo mientras hacía un mal intento de bailar la coreografía que Lilith improvisaba.

—¡Y aún no hemos llegado a la mejor parte! —respondió Lilith, con esa sonrisa traviesa que siempre anunciaba caos.

Danielle, que se había pasado la noche tomando fotos de todo, se detuvo un segundo.

—¿Qué es lo que planeas, Lilith? Ya te conozco esa cara.

Lilith apenas tuvo tiempo de responder antes de que la puerta se abriera y entraran los strippers disfrazados, uno de policía, otro de bombero y el tercero… bueno, era difícil saberlo porque ya se había quitado casi todo.

El grito colectivo que siguió fue ensordecedor.

—¡Lilith, eres increíble! —exclamó Mariana, con una mezcla de sorpresa y diversión.

—Lo sé, lo sé —respondió ella, haciendo una reverencia exagerada—. Pensé que esta fiesta necesitaba un poco de… chispa.

Los strippers empezaron a hacer su rutina, con movimientos exagerados y ridículamente coordinados que hicieron que todas se partieran de risa. Carola incluso casi derramó su copa de vino de tanto reír.

—¡Esto es demasiado! —gritó Michelle, secándose las lágrimas de risa mientras uno de los strippers hacía un giro que parecía salido de una mala película.

Marlena, que había estado observando desde el fondo, con los brazos cruzados y una sonrisa juguetona, decidió que era suficiente.

—Chicos, ha sido muy divertido, pero ya es hora de que se vayan —dijo, alzando la voz para que la escucharan por encima de la música.

Los strippers se detuvieron, sorprendidos, pero obedecieron. Hubo un murmullo de desaprobación de parte de las chicas, especialmente de Carola, que parecía estar disfrutando más de la cuenta.

—¡Marlena! —protestó Mariana, aún riendo—. ¡Estaba en lo mejor!

—Lo sé, pero hay cosas que no quiero ver ni recordar mañana —respondió Marlena, riendo mientras caminaba hacia la puerta.

—Te estás volviendo aburrida, Marlena —bromeó Alexandra, lanzándole un cojín.

—Es la edad, amiga —respondió ella con un guiño.

Se despidió de las chicas, prometiendo que las vería mañana, pero justo cuando abrió la puerta para salir, se encontró con una sorpresa no tan grata.

Ahí estaban, en la entrada, los chicos. Todos, menos Carlos y Ollie, estaban borrachos. Elliot y Enzo se apoyaban uno contra el otro, tambaleándose de manera ridícula. Franco y Pierre discutían sobre algo incomprensible, mientras Lando, el prometido de Mariana, entraba con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Mi amor! —Lando corrió hacia Mariana, casi tropezando con el marco de la puerta—. ¡Yo soy tu único gigoló, no necesitas esos tipos!

Mariana se echó a reír, abrazándolo y besándole la mejilla.

—Tranquilo, Lando. No había competencia para ti.

En medio del caos, Carlos se acercó a Marlena, con una expresión de disculpa en el rostro.

El Amor En La Última VueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora